Todavía no conviene enfrentar a la máxima autoridad de la Iglesia Católica debido a sus altos índices de popularidad, no sólo en el país.
Entonces, la crítica se terceriza a través de otro actor ya satanizado: La Cámpora.
El domingo, Nelson Castro, en Perfil, se quejaba amargamente: "La reunión entre el papa Francisco y la Presidenta fue cálida y distendida. Ambos se tutean. Se habló de la situación internacional. No hubo ninguna manifestación oficial y pública del Santo Padre sobre los fondos buitre. La delegación elegida por Fernández de Kirchner es un indicio de su encierro político sobre La Cámpora. Haber expuesto al Papa a una foto con José Ottavis, presidente de la Cámara de Diputados bonaerense, ha sido una falta de consideración hacia Francisco. Ottavis ha sido denunciado ante la Justicia por su ex esposa por violencia de género. Parece que eso a la Presidenta le importa tanto como la nada".
Ayer lunes, el director del diario de Francisco de Narváez, Fernando González, fue más directo, molesto por "la foto que el Gobierno difundió con la imagen de Cristina y el Papa recibiendo una remera de la organización kirchnerista La Cámpora. Francisco sabe, o alguno de sus colaboradores argentinos debería hacérselo notar, que la foto del Papa con un símbolo de un grupo político es exhibido luego en la Argentina como un apoyo político que seguramente está lejos de serlo. Esta vez la maniobra fue con La Cámpora pero sería el mismo error hacerlo con grupos políticos de la UCR, el PRO, el Frente Renovador de Sergio Massa o el Partido Obrero.
La Presidenta o cualquier otro funcionario de diferente signo político representan a las instituciones de la Argentina. Pero el querido Papa Francisco debería estar al margen de las operaciones que realizan los grupos políticos que disputan ferozmente el poder en la Argentina".
A la tarde, la macrista Gabriela Michetti, supuestamente muy cercana a Bergoglio, acusó al gobierno nacional de "poner en una situación incómoda al Papa forzando esas fotos, llevándolo a tener que aceptar una remera de La Cámpora y tener que sonreír diciendo que [el Vaticano] parece una unidad básica".
"Se abusan de la situación de acompañamiento que el Papa quiere hacer del Gobierno y utilizan cada situación para armar el relato de lo que el Gobierno quiere expresar: ellos son los buenos protectores de los niños y los otros, somos los buitres que queremos comernos a los chicos crudos", se quejó Michetti en declaraciones a radio Mitre (Grupo Clarín).
"No creo que el Papa esté cómodo o se sienta partidario o militante de ninguna de esas organizaciones", se consoló Michetti.
En abril, la que se había animado a criticar a Francisco había sido la inefable Elisa Carrió: "Recibe a muchos corruptos, ¿no? Me parece que tendría que tener más cuidado. Yo lo conocí pastor, lo quiero pastor. Quiero que le dé la eucaristía a todos, y en especial a los divorciados y que se saque menos fotos, sobre todo con corruptos. Yo lo amo al Papa, pero no me gusta ser obsecuente. El Papa es mi líder religioso, no político. Jamás lo usaría. Porque los que lo usan no saben qué es el temor y amor a Dios. Hablo como cristiana, no lo veo como un líder político. Para mí, es líder de una iglesia que es una de las tantas iglesias y una de las tantas creencias. Le pido, que lo sabe, que les dé la eucaristía a todos. Porque Cristo es un medio de salvación, no un premio. Que luche contra la corrupción e hipocresía de la Iglesia, pero la verdad que su opinión política no me interesa".
Precisamente, ayer en radio Mitre, Alfredo Leuco les reprochó, una vez más, a ambas mujeres haberse distraído: "Es curiosa la parábola que describe la relación de Francisco con esta década. Cuando era el cardenal Bergoglio fue humillado por los Kirchner. Néstor llegó a cometer la herejía de hablar del diablo con sotana y del jefe de la oposición. En ese momento las que mejor diálogo tenían con Bergoglio eran Gabriela Michetti y Elisa Carrió. Hoy Guillermo Moreno, el Cuervo Larroque y Aníbal Fernández bromean con el Papa y se pasean como panchos por sus casas en el Vaticano. Por el contrario, Michetti y Carrió no han exhibido ni una foto con su viejo amigo de los tiempos de cólera.
Los hechos evidencian que el Papa no solamente ayudó a Cristina. Para algunos fue tanta la ayuda que se transformó en una plataforma de relanzamiento de su gobierno y de La Cámpora en el intento de aferrarse al poder en la Argentina por mucho tiempo.
Los kirchneristas sienten que el Papa le abrió la puerta del paraíso a Cristina. Los opositores pusieron el grito en el cielo: sienten que fueron tan prudentes que se quedaron dormidos. Ya se sabe: al que madruga, Dios lo ayuda".
Ayer, en La Nación, Carlos Pagni parecía consolar a sus colegas de relato: "El kirchnerismo recibe una ayuda inestimable con estas demostraciones de cariño. Sobre todo porque otorgan una excusa más o menos aceptable a un giro político que, de otro modo, sería una manifestación de mero oportunismo. Hace un año y medio, cuando fue elegido jefe de la Iglesia, la señora de Kirchner apenas consiguió alegrarse porque había un "papa latinoamericano". Dentro de poco habrá que aclararle que no es un papa kirchnerista".
Sin embargo, la Vaca del Campo no anduvo con medias tintas: "Muchos, ya en público, se preguntan por qué Francisco es tan pródigo en audiencias a delegaciones argentinas, de cualquier tipo e integrantes e intereses. Por qué deja que su imagen sea usada de tal forma y por cualquiera. Desconcierta.
Cristina y sus acólitos tienen derecho a tener los ídolos que se les ocurra. Lo que desagrada es su gatopardismo (bueno, eso es populismo) y la obscenidad con que se pasa del odio al amor, de la manera más ostentosa (como han hecho con Bergoglio y Francisco ha permitido). De los 70 a los 90, de los 90 a la década ganada".
Mientras, en el massismo llorisquean por la postergada foto de Francisco con su líder...
martes, 23 de septiembre de 2014
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