Domingo furioso de Jorge Fernández Díaz, que desde que es ladero de Lanata en la radio del Grupo Clarín, está embarcado en una espiral anti k que lo depositó este fin de semana en esta diatriba publicada por La Nación, disparada por el discurso de Máximo K en Argentinos Juniors (una verdadera obsesión del #RelatoAntiK estos días) y quizás por las fotos que llegaban del Vaticano: "Los militantes podrían enojarse porque en esa cancha repleta de empleados estatales quedó certificado que los soberanos no prepararon a ningún duque para sucederlos: como mamá no puede presentarse, la tía no mide y el pibe por ahora no da más que para pelear la intendencia de Río Gallegos, resulta que el movimiento patriótico debe poner pausa, entregarle la banda a la Antipatria y volverse un rato al llano.
(...) Deberían los kirchneristas cancelar los superpoderes con los que administran de manera arbitraria la cosa pública. Y abandonar el Estado y todas las cajas de las que se sirven para presionar a empresarios, provincias y municipios, y para hacer proselitismo con la plata de los contribuyentes. También deberían imitarlos las administraciones provinciales y las comunas que funcionan como principados. Y la Jefatura de Gabinete estaría, por cierto, obligada a cederles a profesionales probos e independientes los organismos de control, donde el oficialismo ha colocado centinelas bien rentados para lograr que los expedientes espinosos se desvanezcan en el aire. Si fuera un juego verdaderamente completo incluiría la prohibición de recibir dinero de negocios raros, como el tráfico de efedrina, y desarticularía de inmediato todas las licitaciones amañadas de la nueva Patria Contratista para que las campañas fueran legítimas y transparentes. Recién entonces se libraría quizás una batalla electoral equilibrada, y esta democracia fraudulenta que brilla en el sufragio y agoniza en la república podría eventualmente tener algunos visos de normalidad.
Cada día está más claro qué cosas debe cambiar el país para modernizarse y progresar, y cada día parece una tarea más difícil de llevar a cabo. Principalmente por culpa de este feudalismo aldeano, esta oligarquía peronista de clanes familiares que ha capturado el Estado y que mantiene de rehén al sistema entero de gobernabilidad".
Mientras tanto, Fontevecchia, en su diario Perfil, desempolvó el viejo prejuicio antiperonista de que, si no fuera por el peronismo, la Argentina sería un país promisorio, próspero y desarrollado: "Quienes acusaban a Kicillof de ser económicamente marxista no tuvieron en cuenta que se trata de una doctrina demasiado exigente para el peronismo, el kirchnerismo y, en general, la Argentina. Pero sí empatiza con nuestra indisciplina general la vulgata trotskista de “cuanto peor, mejor” (en realidad, la frase es de Lenin, antes de que tomara el poder).
En una foto –publicada hace dos semanas por la revista Noticias– aparece Kicillof luciendo en 2003 una barba candado y anteojos, una apariencia bastante diferente a la actual y con cierto parecido a la de Trotsky, cuya rebeldía perpetua pudo haberle sido inspiradora. El Che Guevara, aunque desilusionado con la ex Unión Soviética, rescataba a Trotsky.
Ser culturalmente trotskista “a la Argentina” es un sentimiento. La economía planificada es otra cosa. El Partido Comunista de China defiende el capitalismo competitivo que implantó porque, asumiéndose como marxistas ortodoxos, dicen que cumplen con los pasos de Marx, quien concebía el comunismo como una instancia posterior al capitalismo. Primero hay que generar la riqueza, y tienen claro que comunismo y pobreza son una contradicción (que hoy la TV hace evidente). En cambio, peronismo y pobreza no son una contradicción; ésa es la ventaja del peronismo y de Kicillof".
Por su lado, Pepe Eliaschev, en Perfil también, terminó en lo que su momento se denominó pensamiento gorila en su intento por defender, como sus colegas de Relato, a la Embajada norteamericana de los ataques del Régimen K: "Absurda protesta de
Timerman contra el encargado de negocios de los EE.UU., Kevin Sullivan,
que tuvo la osadía de recordar que la Argentina estaba en default y que
le convenía salir de él. Despotricó Timerman y de inmediato ése fue el
lenguaje del kirchnerismo: el gobierno de los Estados Unidos está aliado
a los buitres, en contra de la acosada Argentina. Así las cosas, en
1946 como en 2014, una Argentina antigua y paranoica regurgita un
patrioterismo penoso y, más importante, siniestramente perjudicial para
sus propios intereses".
Mientras, el #RelatoAntiK ya comienza a esperanzarse con que el kirchnerismo perderá en todos lados, el año próximo, igual que en los meses previos a las PASO del 2011. Pero, vivo, le añade otro ingrediente: el kirchnerismo quiere perder, para volver triunfal en 2019. Es decir: va a perder porque nadie ya lo quiere pero además porque él mismo quiere perder. Negocio redondo para las aspiraciones del antikirchnerismo.
lunes, 22 de septiembre de 2014
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