domingo, 12 de mayo de 2019

#CórdobaVota El regreso del desánimo

"¿A quién vas a votar?", es la molesta pregunta que comenzó a repetirse en las últimas horas, cuando la flemática jornada de hoy inexorablemente se acercaba y del tema había que hablar, unos minutos, sin ganas, muchos, sin información, como años atrás, en los vilipendiados 90, cuando socialmente se premiaba la apatía política, cuna de esa zonza idea que aún vive en los corazones de millones: el orgullo de ser apolítico; como si se pudiera.
El desánimo es el refugio ante la falta de oferta electoral que entusiasme, como la había hasta en las últimas elecciones, aún sabiendo de la ausencia de chances reales de victoria, pero sí la existencia de un representante del deshilachado proyecto que tanto nos enamoró (2015) o de una lista que intentaba retomar lo mejor de las múltiples luchas sociales que el macrismo enervó (2017).
Ni eso hay hoy.
Sólo la mirada y la palabra de los acomodadizos que ordenan votar por la nueva marca del PJ, con la falsa promesa de una unidad que nunca llegará. Son los que extorsionan: "Si no, gana Macri", como si no hubieran aportado todos los votos y todas las indolencias para este presente. Sólo desean garantizarse la continuidad de sus negocios con el Estado, más chicos, más grandes; inteligentemente salpicados por mares de silencio no sólo mediático (desde la expansiva mancha narco, hasta el escondido odebrechtismo, pasando por la denuncia obviada contra el vice joven, y el dolo radical de callarse bien la boca y el bolsillo en resguardo de los suyos).
Hasta este desahogo se siente sin sentido, incapaz ya no sólo de interpelar un estado de cosas que hoy será respaldado rotundamente y utilizado a conveniencia por diversos intereses: desde los que vomitan "la unidad" para justificar el abandono, como los que lanzan puntos de consenso para evitar que el Gringo esta noche rompa el cascarón del cordobesismo.
Que no suene a queja republicana, ni mucho menos a desapego ideológico o superación falsoprogresista. Pero tampoco la ingenuidad de creer que octubre es la verdadera revolución de la alegría y el amor. Y que para su concreción es necesario taparse la nariz ante el taimado de ayer, y el puñal escondido de hoy. Sólo el peor miedo: el de votar para nada. Para que todo siga igual, cuando poco de ello nos hace sentir protagonistas, aunque las batallas aún las estemos dando (perdiendo).
Después de todo, quizá ése sea el problema: ya no hay lugar para protagonismos, sólo para humillantes bolos. De una dinámica que no para ante nuestros lamentos, y nos va prometiendo octubre, incluso agosto, como una fruta del pecado que se aleja, y la ñata choca contra el vidrio. Serán otros los que se acomodarán a los festejos de esta noche. Serán otros los que se conformarán con que todo siga igual (dentro y fuera de "La Isla").
La sórdida idea de la ratificación del status quo molesta desde hace rato. En cada nodo del país, mayormente, los argentinos están eligiendo que todo siga igual. "En medio de la debacle, quedémonos así". ¿Qué margen tiene octubre para romper con este guión predefinido? Los que apuestan por la división, para ese entonces, ya habrán asegurado su permanencia. ¿Qué los empujará a jugar a ganador? Parece que nada, aún. Las listas de diputados y senadores parecen muy poco.
Del otro lado, la elección de hoy es sólo una interna dentro de Cambiemos: si ganan los radicales mansos, con Negri a la cabeza y Lilita a los pies; o se imponen los que quieren un reacomodo societario de la maltrecha alianza gobernante. La ñata contra el vidrio, otra vez. Esa disputa por nada, quizás, provoque el mayor desequilibrio de poder en la provincia desde el regreso de la democracia: Hacemos por Córdoba tendrá una mayoría calificada en la Unicameral; hasta se podría llevar la Capital, el último reducto radical de valía.
Mientras, ni entregar el voto a un partido menor vale la pena (por estas tierras, se ausentaron luego de la derrota verde en el Senado, el año pasado). Aunque apenas fuera un inútil acto reflejo ante el apriete de los complacientes, cuyos rostros altaneros nublan la paciencia y redoblan la bronca: de lo mucho que se hizo para perder; de lo poco que hoy se hace para ganar mañana. 4 años después.
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