El 70 por ciento de los cordobeses reprueba la gestión de la Policía de Córdoba, mientras que casi un 50% cree que la fuerza policial está en peores condiciones que el año pasado. Un 32% opina que está igual de mal.
El 80% dice que la misma policía es responsable por los escándalos que azotan a la institución y un 90% considera que es necesario un profundo cambio en esta materia. El 95% cree que los policías deberían recibir una mejor capacitación.
Estos resultados se desprenden de una encuesta que realizó la consultora del analista político Gustavo Córdoba entre el 16 y el 23 de septiembre a 1.000 casos de toda la provincia, domiciliaria y con cuestionario estructurado.
Lucas Crisafulli, coordinador del Área de Seguridad del Observatorio de Prácticas en Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Córdoba, enmarca estos números: "La institucionalidad en riesgo estalló por el escándalo de policías
acusados de tener vínculos con narcotraficantes, o peor aún, altos jefes
policiales sospechados de estar implicados en casos de narcotráfico,
secuestros, robos comandos y procedimientos en los que “plantaban” droga
para hacer falsos positivos.
Por más que cierto sector del periodismo intente separar ambos
problemas –detenciones sistemáticas y narcoescándo– ambos son parte de
un problema mayor: la gestión política de la seguridad, que en Córdoba,
así como en otras provincias, se ha traducido en un pacto entre
policías y políticos de autonomía policial. Son dos caras de la misma
moneda: disciplinamiento de los sectores racializados mediante
detenciones masivas por el Código de Faltas, apremios ilegales, tortura,
gatillo fácil y reclutamiento para el delito por un lado; y por el
otro, la regulación del delito complejo como el narcotráfico o
autopartes robadas que producen el autofinanciamiento proveniente de
esas actividades protegidas por la propia policía.
Esto no puede suceder sin la existencia de mecanismos políticos,
judiciales, mediáticos y sociales que aseguren la impunidad. La política
que acuerda autogobierno con la policía a cambio de niveles tolerables
de delito; el Poder Judicial que asegura la legalidad de los
procedimientos “truchos”, en la mayoría de las veces mediante la
creencia ciega de la versión policial; ciertos medios de comunicación
que repiten el parte de prensa de la policía en sus páginas, radios o
programas televisivos. Pero la impunidad también se asegura mediante
engranajes sociales –la llamada violencia cultural que define Galtung–
que legitiman la violencia contra los racializados. Si la tortura sigue
existiendo a doscientos años de la prohibición de la Asamblea del año
XIII, es también porque la sociedad la tolera".
RABIA Y RESENTIMIENTO: LAS CLAVES DEL NUEVO MUNDO/2
Hace 8 minutos
0 comentarios:
Publicar un comentario