domingo, 30 de marzo de 2014

El cambio de régimen de la tía Bety

La tía había amenazado a la sociedad argentina con que la DiKtadura iba a trastocar el orden democrático argentino con tal de quedarse luego del 2015. Todo, obvio, antes de las elecciones legislativas del 2013.
Imagínense cómo se puso Doña Rosa (bah, si la escuchó).
Rememoremos...
La Nación, 25 de enero de 2013: "La escritora y ensayista Beatriz Sarlo volvió a mostrarse crítica al referirse al mandato de Cristina Kirchner y opinó que si fuera cristinista "estaría pensando en un cambio de régimen, una gran campaña que establezca nuevas bases".
En diálogo con Código Político, por TN, Sarlo opinó: "Lo que yo presumo que está en alguna de las usinas políticas del cristinismo, que todavía no ha sido presentado, es un cambio de régimen político, que no es una mera reforma de la Constitución". Y continuó: "Si no pueden cambiar la Constitución lo que yo haría si fuera cristinista es un cambio de régimen, es decir una gran campaña ideológica política, incluida con plebiscito, que establezca nuevas bases para la institucionalidad argentina".
Sarlo a modo de ejemplo se refirió a lo que ocurrió en Bolivia y señaló: "Es lo que hizo Evo Morales con una gran mayoría en Bolivia. Estableció una nueva relación entre las comunidades y las instituciones políticas, relación que no existía antes". Y luego aseveró: "El tópico que yo presumo que tendría si fuera cristinista es el cambio de régimen, porque [Cristina Kirchner] no tiene sucesión y no va a haber reforma [de la Constitución]". "En la Constitución que Perón hizo también había un deseo de cambio de régimen que no se animó a llevar a cabo totalmente", completó".
Clarín, 20 de febrero de 2013: "En declaraciones al periodista Jorge Lanata en radio Mitre, la intelectual crítica del kirchnerismo, Beatriz Sarlo, dijo que desde el Gobierno se buscará la forma de cambiar el régimen político argentino para que haya “una Cristina eterna”.
La idea se me apareció remotamente por primera vez cuando renacionalizaron YPF y venían con una serie de medidas con corte nacionalista, digamos. Algunas de ellas que incluso yo apruebo. Y dije que no es solamente esta perspectiva económica: van a un cambio de régimen político, que va más allá cambiar la Constitución, que no van a poder”, comenzó.
“Sin embargo, voces autorizadas insisten con que Cristina va a ser eterna. ¿Qué pueden hacer ellos?, pensé. Pueden razonar que en el mundo no todas las repúblicas son liberal-democráticas. Y hay muchas que respetadas, que tienen otro tipo de institucionalidad política”, siguió.
Sarlo explicó que también pueden sumar a que “el modelo argentino no es único modelo de relación entre poderes”. “Eso implica no un cambio de un detalle de la Constitución, sino totalmente un cambio de régimen político”, dijo. A modo de ejemplo, la ensayista nombró a lo ocurrido en Bolivia, Ecuador y Venezuela. “¿Por qué no en la Argentina? ¿Por qué la Argentina tiene que parecerse a Uruguay o Chile?, razonarían los kirchneristas”, dijo.
“Después empecé a encontrar las pistas”, sostuvo, y ejemplificó con una entrevista a Forster en la que el filósofo K dijo: “El espacio Latinoamericano no está contemplado en nuestra Constitución”.  “Tercero: empiezan a llegarme noticias de una tendencia de neo-constitucionalismo. Y después ya llega el chimento de que podrían haber pasado por la Argentina. Esos fueron los pedacitos que se fueron juntando después de que enuncié la hipótesis”. Sarlo dijo que un plebiscito podría ser la herramienta para este cambio. “Se caracterizaría por tener un gran apoyo popular que lo sostenga”".
Ante la evidencia que la realidad le jugó una mala pasada a su eximia capacidad analítica (quizás un poco forzada por querer competirle a su admirada Lilita en el campo de la profecía), la tía Bety, hoy, en Perfil, se resigna, refunfuñando: "Simplemente hay un gobierno que se retira de mala gana (porque le habría gustado quedarse)".
Hace 2 meses, intentaba otra. Culpar al gobierno K de no haberse avivado como ella: "Al observar los caminos que, con diferente profundidad filosófica pero igual convicción militante, indicaban Forster y Zannini, quien esto escribe creyó que el kirchnerismo iba a encarar seriamente la cuestión de un cambio de régimen político. Y que, hace un año, no era descabellado pensar que una convención constituyente fuera convocada para (sic Forster) “una revisión y una apertura del texto constitucional”. Era el último plazo pero el estado mayor del kirchnerismo lo dejó pasar. Más propicio para esos planes habría sido comenzar la reforma antes, después del 54% obtenido en las elecciones de 2011, cuando la fortuna favorecía al Gobierno. Poco después, los astros comenzaban a moverse en otras órbitas, y también la opinión pública. Se desaprovechó la oportunidad porque no todos recordaron el consejo de alguien que supo mucho de política: a los gobernantes les va bien mientras sintonicen el aire de los tiempos y mal cuando pierden esa sensibilidad. En 2011, la Presidenta tenía viento a favor pero nadie desplegó las velas. Y cuando empezaron a hablar de reforma de la Constitución, ya era tarde".
"Puede fallar", dice el relator de fútbol.
Sin embargo, la fundadora de Plataforma 2012 (¿en qué andarán?), en 2001, sí pedía un cambio de régimen: "Las fuerzas sociales reclaman ser escuchadas. Que se las escuche será una verdadera novedad porque, en los últimos diez años, tanto Menem como De la Rúa fueron ejecutores de un régimen político que tuvo en cuenta exclusivamente los intereses del capitalismo financiero más concentrado y, en los márgenes, de un grupo formado por los más poderosos del capitalismo local.
La Argentina necesita cambiar de régimen político. Y digo esto en un sentido fuerte: es necesario que las instituciones dejen de ser una red de transmisión de órdenes de ese sector capitalista completamente minoritario, que no ha vacilado en castigar a la sociedad con los sacrificios más crueles, presentados como la única salida posible.
Escribo esto y no dejo de percibir que la tarea es gigantesca y que los protagonistas hasta hoy sólo han discutido mínimas porciones de poder. Sin embargo, la cuestión se plantea en términos nítidos: cambio de régimen o decadencia nacional que, además, comporta sufrimientos que incluso hoy no imaginamos".

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