martes, 26 de abril de 2016

Sobre escraches a secretarios de Legal y Técnica

Carlos Zannini y Pablo Clusellas no la pasaron bien durante las últimas horas.
El primero, ex secretario legal y técnico del kirchnerismo, fue escrachado por antikirchneristas furiosos en la Bombonera, durante el último Boca-River, y ayer a bordo de un avión de American Airlines. "Son diabólicos", le llegó a espetar uno de los pasajeros exaltados, mientras era grabado por el resto, que pedía a los gritos "bajar" al ex candidato a vicepresidente por el Frente para la Victoria.
El segundo, actual secretario legal y técnico de Cambiemos, y amigo de la infancia y socio del presidente Mauricio Macri, fue escrachado por los #PanamaPapers: durante 10 años, ofició de representante de Mossack Fonseca, el estudio de abogados panameño especializado en facilitar la evasión fiscal y el lavado de dinero a través de la creación compulsiva de sociedades offshore. No se le conoce a Clusellas incidentes públicos como los que le tocó sufrir a Zannini el domingo y ayer lunes.
El cubano Raúl Garcés Corra, en su artículo "La construcción simbólica de la opinión pública", nos recuerda que las grandes empresas de comunicación cumplen con las siguientes funciones:
"a) Generan una ilusión de consenso, utilizando, entre otras vías, la invocación de la opinión pública como muestra del acuerdo social alcanzado en torno a temas cercanos a los intereses del poder.  La opinión pública es entonces una de las metáforas más recurrentes de esa organicidad social (NoelleNeumann, 1995; Price 1992; Bourdieu, 2006) en tanto fenómeno cuya sola mención sugiere la eliminación de las discrepancias entre los grupos y la ponderación de sus acuerdos.
El efecto espiral del silencio, comprobado empíricamente por Elizabeth Noelle-Neumann, confirma la centralidad de los medios en la generación de ese consenso, a partir de su socialización de corrientes de opinión predominantes a las que se sumarían, por miedo al aislamiento, nuevos adeptos.
De esta manera la comunicación de masas haría una significativa contribución al control social, amplificando “climas”, “corrientes de opinión”, “estereotipos” o “ficciones” de opinión pública que, en la misma medida que se anuncian como mayoritarias, se sugieren como triunfantes y correctas.
 b) Definen los temas de la discusión pública, disfrazando como demandas de los receptores o “preocupaciones de la opinión pública”, algunos asuntos que en realidad han sido impuestos por la agenda política.
Como han demostrado elocuentemente las investigaciones sobre agenda setting (McCombs, 1996; Iyengar y Kinder, 1987; Funkhouser, 1973), suele pasar que el público comente, debata, converse en torno a temas impuestos por los medios, haciéndolos suyos como cómplices de un ejercicio más o menos camuflado de violencia simbólica.
c) Encuadran el debate político dentro de límites “cómodos” para la reproducción ideológica. La propia investigación sobre el efecto agenda setting demuestra que los medios no sólo imponen como relevantes determinados temas dentro de la agenda pública, sino que también contribuyen en gran medida a la elaboración de “nuestras imágenes del mundo” (McCombs, 1996: 17).
En este sentido resultan promisorias las investigaciones sobre el efecto framing, iniciadas en los Estados Unidos y extendidas luego a otras partes del mundo (Iyengar, 1991; Scheufele, 1999; Jacoby, 2000). A pesar de las controversias y discrepancias que giran todavía en torno a este concepto, es posible encontrar en la literatura sobre opinión pública frecuentes referencias en torno a cómo los medios encuadran (frame) la realidad de acuerdo con determinados patrones culturales, políticos e ideológicos dominantes (McQuail, 1994; Tuchman, 1978; Gamson y Modigliani, 1989).
d) Por último, es obvio que tanto el poder como los propios medios garantizan su reproducción siempre que se declaren portavoces de los mandatos y designios de la opinión pública. Al menos en teoría, las empresas periodísticas están obligadas a guardar fidelidad a sus mercados y a buscar un equilibrio entre los intereses del poder y los de sus receptores. La opinión pública se convierte así en una fuente de legitimidad indiscutible para los periodistas, si éstos son capaces de presentarse a sí mismos como sus fervientes defensores. Lo mismo sucede con los políticos.
John Corner (1995) asegura que tan importante como las preguntas quién-dice qué-por qué canal-y con qué efectos formuladas por Harold Lasswell y retomadas en múltiples variantes por la investigación en comunicación, es la pregunta de cómo los medios construyen la realidad y qué inferencias pueden obtenerse de esas construcciones respecto a los intereses económicos, políticos, culturales e ideológicos que condicionan el discurso mediático".

1 comentarios:

Unknown dijo...

Cualquiera puede criticar el escrache como metodología (en el caso de Zanini es más espontáneo, parece) menos un kirchnerista. Los K hicieron del escrache justamente eso: un método de combatir al enemigo. Ahora, a aguantar...

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