Hasta la semana pasada, diríamos hasta el domingo, la estrategia fue tratar de erosionar la unión electoral entre el kirchnerismo y Daniel Scioli. El heterogéneo frente opositor creía que ganaba Tucumán (uno de los 9 gobernadores que el aún presidente de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, les prometió a los radicales ávidos de triunfos). Ante la derrota, vino el ataque sobre el sistema electoral en general, cooptado por el kirchnerismo mediante fraude y clientelismo (rara combinación, por no decir, contradictoria). Como buena táctica, corta, porque ya fue desnudada por la mejor herramienta quizás que tenga Scioli: la de asumir rápidamente una posición inferior para denunciar al victimario. Ya Macri no podrá denunciar fraude en Chaco (además, porque la ventaja a favor del FpV se espera aún mayor que en Tucumán). Pero que sirve como excusa para la conferencia de prensa de la Unión que se resistía a formarse por exclusivo esfuerzo de los actores (egos mediante). Hubo que darles un empujoncito republicano, como todas las Uniones de la historia contemporánea argentina. Darles un relato, decirles que deben salvar a la República. Hoy se sentarán Macri, Massa, Sanz, Cano y Stolbizer ante la prensa. Nunca tan bien elegido el auditorio. Es una conferencia de la nueva Unión ante el brazo mediático de los poderes que hace rato querían que se amontonaran para ver si le pueden ganar al kirchnerismo. Ya no hay más tiempo para pruritos ni para pensar que pueden fallar como vienen haciéndolo en el 90% del territorio nacional. Anunciarán medidas para el 2017 (¿se escandalizarán los que critican la elección de los miembros del Parlasur, que son para el 2019?), y satisfacerán las ansias del sector antikirchnerista de la sociedad que -más allá del escándalo y la represión en Tucumán- vio que el kirchnerismo volvió a ganar y por mucha diferencia. Y que sabe que volverá a hacerlo el 20 de septiembre en Chaco, última parada antes del 25 de octubre. Y que Scioli, en las PASO, quedó a sólo 1 punto de llegar a los 40 puntos con 10 de diferencia. O a sólo 6 de ganar con el 45%. Y ahí entra la tercer pata de esta nueva intentona anti K: kirchnerizar lo que más se pueda a Scioli. Paradójicamente ese era el principal reclamo de los sectores más kirchneristas hacia la figura de Scioli. Hasta lo fue luego de las PASO ante la pobre performance sciolista en la provincia de Buenos Aires que abortó la posibilidad de mostrar un escenario aún más triunfante. La intención opositora será emparentar a Scioli con lo peor del kirchnerismo para podarle la posibilidad que supuestamente acercaba Scioli a la mesa chica: su capacidad de sumar el voto "independiente", el romper el círculo de los convencidos. Se podrá mezclar con mostrarlo miedoso de romper con CFK y su "ideario", pero principalmente comenzarán a llover comparaciones con "dictadores" de otras latitudes, figuras emblemáticas del relato anti K de todos estos años, y pedidos de intervención de organismos internacionales. En este sentido, la "dilmanización" es una etapa posterior, por si esta jugada falla en octubre, como les falló a los caceroleros anti PT en Brasil, cuando creían que Dilma ni entraba en la segunda vuelta. Por supuesto que ya hay elementos como los que se ven en los países latinoamericanos de signo progresista desde hace años, incluida la Argentina. Pero la calle y la proliferación de denuncias de corrupción (¿cuándo le va a tocar a Scioli?) pueden esperar, en la medida en que se crea que la nueva Unión pueda ser el instrumento electoral que pueda cooptar los votos "independientes" que buscarán que suelte un Scioli construido cada vez más kirchnerista. Como nunca. Si antes el bonaerense les servía para mostrar el sadismo K que no perdonaba ni a los suyos, ahora será para asustar al votante que veía en DOS a un tipo que "no es como los K".
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