Por Florencia Braga Menéndez
"Los amigos amigos de la vida real, los cercanos, saben que yo nunca tuve una relación fácil con mi papíu, con mi querido Ferdinando. Nunca, queriéndonos muchísimo, hemos estado cómodos juntos, nunca desde alguna vez. Alguna pelea, algún entuerto en la mesa de la casa familiar, o una acumulación de incomodidades no resueltas a fondo, determinaron que nos tuviéramos amor, admiración y miedo mutuo.
Pero estaba lavando los platos pensando en él, y seguí barriendo el patio pensando en él y ahora acá sentada ante una pila de trabajo para hacer en la compu sigo pensando en él. Mi papá.
Y siento, con mi papá grande y con el pelo blanquito, que mi papá es un tipo tremendo.
Jamás fue chismoso, eso siempre me gustó mucho de él, nunca tuvo morbo por la intimidad de nadie, siempre fue respetuoso de verdad de la intimidad llena de debilidades y flaquezas de los propios y ajenos. A mí me respetó y me hizo feminista, él me hizo feminista, y yo, su hija, me hice feminista con su mirada amiga de mi feminismo.
Hay locos imprescindibles.
Cuando mi papá empezó a defender al gobierno nacional en los medios de comunicación nadie lo hacía. Fernandito empezó a enfurecerse con Lilitas en voz alta y a defender -con amor- el proyecto nacional mejor de lo que lo hacían los propios funcionarios. Él que nunca estuvo en la función, empezó a ganarse enemigos por todos lados porque saltaba a hablar bien de un gobierno popular que irritaba intereses de nuestros pares de clase social.
Yo ya tenía una galería reconocida y powerfull cuando él empezó a defender al kirchnerismo en la tele. Hasta ese entonces siempre me habían preguntado con una sonrisa de cómplice pertenencia "¿qué sos de Fernando?", "¿Qué sos del de la agencia", "¿Qué sos del publicista?". Y yo contestaba orgullosa y cómoda, "la hija".
La hija de un tipo talentoso que había hecho cosas novedosas en la publicidad, algunas que yo admiraba, otras que no. Pero siempre súper eficaz. Mi papá me enseñó a no poner el narcisismo en cualquier lado; el objetivo de la publicidad es comunicar con claridad, didácticamente en relación a un objetivo determinado, se vende al cliente, al producto, no se debe vender al creativo publicitario; las manifestaciones de creatividad no vinculadas de manera directa con el objetivo son perversas, por eso el setenta por ciento de la inversión publicitaria no sirve para una mierda, porque la gente que es insegura necesita neuróticamente mostrarse creativa, loquita, erótica, trendy, y usan al producto del cliente de pretexto para hacer un discurso publicitario ensimismado, sin recordación de marca ni objetivos evaluados. Eso me enseñó mi papá. Él tiró a la mierda todos los premios que ganó en su vida, los Lápices de Oro, todo.
Durante un tiempo, yo guardé docenas de diplomas y esculturitas que saqué de la basura porque me apenaba que él tirara todo. Un día entendí que tenía mucho más valor para mí acompañar esa desición y mandar todo a la mierda. Papá detestaba esas premiaciones. Y es un campeón en eso de excitarse en el momento corajudo previo a patear el tablero. Eso también me enseñó. A obligarme a saltar y abrir la boca sin medir siempre las consecuencias. Yo ahora de grande desaprendí un poquito de esto último, me gusta medir un poco más y trato de no saltar sin red.
Mil veces no comparto con él sus argumentaciones.
Pero el punto es que cuando Ferdinand apareció en la tele era como un ingenuo estrolándose gustoso contra el rechazo de un auditorio aparentemente total.
Entonces en la galería yo empecé a vivir los coletazos de su peronismo. Ya no me preguntaban "vos que sos...?" con una sonrisa, ahora ya con cara de mierda me advertían que mi viejo se iba de mambo, como una especie de amenaza de exclusión de mi bien ganada topetitud me comentaban que mi viejo era un setentista patotero insoportable.
A veces fui cagona y no lo defendí. A veces hice intentos pequeños de explicación. No estuve a la altura de los acontecimientos. La verdad es que vivía de mi galería y me dio miedo perder, como perdí, todas mis credenciales snobs de un plumazo.
Un día en la puerta de la escuela del sol, una empleada de la escuela me dijo "mandale un beso a tu papá, decile que lo queremos y que dice lo que nadie dice y todos pensamos".
Me dio vergüenza haberlo defendido siempre menos de lo que ella estaba defendiéndolo en ese momento.
Yo siempre había sentido que él era un exabrupto enojado que no aportaba demasiado. Yo era, soy, bastante cobarde.
Lo cierto es que en ese momento entendí. Todo eso tuvo que ver en parte con que yo cerrara mi galería, no fue lo único, pero en ese tejido histórico, mi práctica en relación al mundo del arte se saturó, no me daba el cuero para más obediencia silenciosa a los coleccionistas, que sólo sostienen la práctica política sobremaquillada del artista neutralizado por la oficialidad de su extravagancia.
Y no digo del "mercado del arte", digo "del mundo" porque antes que ser galerista fui artista, curadora, docente, una intelectual productiva, y todos esos aspectos de mi vinculación con el arte se hartaron por igual de la falta de sangre en las venas de lo aledaño al arte. Si lo único que me importa del arte es el arte, seguiré teniendo con el arte una relación íntima, personal y a salvo de ratas.
Mi papá otra vez me arrojaba a la realidad y yo finalmente gustosa tomaba la herencia. Él podría haber hecho mucha guita y eligió consciente o inconscientemente correrse de ese lugar. Yo también.
Hoy, en un ataque de orgullo, quiero agradecerle a mi viejo haber abierto la puerta para que la brecha se viera por la pantalla y muchos pudiéramos patalear de júbilo cuando su sentido común y su sinceridad le puso el cartel visible de hijos de puta a muchos hipócritas correctitos que la venían piloteando con ambigüedad confortable, sin atacar ni defender nunca cuestiones de vida o muerte sin garantías de inmunidad diplomática. Gracias papá".
domingo, 16 de agosto de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Siempre que lo veía en televisión en aquellos años de sorprendente campaña mediática en contra (ahora uno está acostumbrado), me quería poner de su lado para que no se sienta tan solo frente a paneles mayoritariamente opositores. Pero siempre se las arreglaba muy bien. Yo también le doy las gracias.
No sabía quién era hasta que apareció en la tele, un tipo de dos apellidos bancando al Gobierno... nos empezamos a sentir un poco menos solos... éramos poquitos
Un fenómeno, siempre lo admire muchísimo, me gustaría que cuándo CFK deje el gobierno les haga un reconocimiento a él y a tantos otros que teniendo más que perder que ganar se jugaron.
Publicar un comentario