Aquellos bellos días de financiamiento mediático al ruido de las cacerolas, necesario para demorar lo que luego vino a ratificar por goleada la Corte Suprema.
Parar la supuesta reelección de CFK para garantizar la impunidad ante la ley de Medios luego del 2015.
Ahora sienten que no les basta meter presos a todos lo chorros K (como le exige la tía Bety a la Oposición), angustia agravada por la hiperausencia de su gurú, que se prepara para su trasplante.
Del "Clarín no Miente" al "Vacío de Cacerola".
Este pasaje de la entrevista de Fontevecchia de ayer al lavagnista Roberto Lavagna hace acordar a ése que te confiesa: "Está bien. Yo no la quiero a la Yegua. Pero me pongo a pensar ¿y a quién voto?". La enumeración posterior hiere los atentos oídos.
Les dejo el tramo de la entrevista mientras piensan si no conocen a algun@...
"—¿El menemismo de los 90 y el kirchnerismo del siglo XXI son dos anomalías del peronismo?
—Sí.
—¿El peronismo murió con Perón?
—Lo que está conspirando en este caso, contra lo que yo creo que debería ser, es el defecto mayor del peronismo: la extrema verticalidad respecto de quien ejerce el poder. Algunos creen que esto es una virtud; yo creo que no. La discusión interna, el espíritu crítico, la capacidad de disentir aun dentro del partido es fundamental. Si el que está arriba va hacia la derecha, ahí van todos… todos no, una gran mayoría, se dice, en un intento de socorrer al ganador. Y de pertenecer y permanecer en la estructura del Estado. Hay que recomponer la política en el país, hay que discutir no sólo adónde uno quiere llegar, sino también cuáles son los caminos. Si esa discusión se da, probablemente, los extremos queden como minorías, sin posibilidad de gobernar en nombre del peronismo.
—¿Ubica al peronismo y al radicalismo en el centro?
—Sí. Los dos grandes partidos nacionales, con todas estas aclaraciones que acabamos de hacer, son el radicalismo y el peronismo.
—Cuando se refiere a la derecha, ¿habla del PRO?
—No se trata de poner demasiadas etiquetas. No hace mucho tiempo estuve conversando con el PRO con la idea de formar un centro grande para lo que era estratégico y central en ese momento: evitar la posibilidad de una reforma constitucional y una perpetuidad en el poder del actual gobierno. Todo lo demás, lo económico, lo institucional, terminaba derivando de eso. Si eso no se resolvía, las cosas iban a ir mal. En ese centro grande, en ese contexto y con ese objetivo, desde el socialismo hasta el PRO estaban dentro. ¿Qué pasa después de que ese objetivo fundamental se logró? Hay quienes empiezan casi a autoexcluirse. La dirigencia del PRO viene siendo muy agresiva con el justicialismo y con el radicalismo. Entonces uno se dice: “Es evidente que han decidido retomar su papel de derecha y no formar parte de un centro más grande”.
—¿Realmente había riesgo en las elecciones de octubre de que el kirchnerismo obtuviese una mayoría tan aplastante como para que pudiera reformar la Constitución?
—Absolutamente. En Mendoza se preveía el triunfo radical; en Córdoba, el de un sector del justicialismo y de De la Sota, opuesto a la reelección; el socialismo con su coalición, en Santa Fe; el PRO, en Capital. Pero todo ese armado no alcanzaba sin la provincia de Buenos Aires porque es el 40% del electorado, y si el Gobierno triunfaba allí, hoy estábamos discutiendo los pasos previos a la reforma constitucional.
—¿Cuántos diputados tendrían que haber obtenido para que eso fuera posible?
—Eso se obtiene. Hubo gente importante de algunos partidos que sostuvo que eso no iba a ocurrir, y usaban el argumento del número. ¿Pero se olvidan de que el ex presidente Menem tampoco tenía mayoría para la reforma?
—Con un clima social creado, ¿consiguen la mayoría a posteriori?
—Exactamente. Y una voluntad de ejercicio del poder muy fuerte, que termina conduciendo a eso. Cuando usted ve el no reconocimiento del resultado electoral por el Gobierno, dice: “Si después de esa derrota todavía ejercen el poder sin cambios, ¿qué hubiera sido con un triunfo en la provincia de Buenos Aires?”. Uno de los defectos del peronismo es el exceso de verticalismo. Pero también hay virtudes, como la de cuando la situación del país llega a situaciones extremas, ayuda a corregirlas, como en 1989, en 2001, donde el justicialismo se pone al hombro la solución de los problemas".
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