martes, 11 de agosto de 2015

Al final, el clivaje (ay!) será peronismo/antiperonismo

Decían que era continuidad o cambio.
La massita se hundió con su ancha avenida del medio vs. los extremos K o anti K.
Lilita metió una semana de República vs. narcotráfico.
Todo permitido luego de que la economía no le jugó a favor a la Oposición con los estallidos deseados que no sucedieron; todo permitido luego de que los buitres (no sólo externos) no pudieron quebrar a La Shewua y su chiquito marxista; todo permitido luego de que "las grandes operaciones mediáticas fueron derrotadas".
Hasta el macrismo duránbarbarizado estará pensando en un nuevo instructivo para presentar a su candidato telepromterizado más peronista que el poco creíble kirchnerizado de las últimas semanas.
Ya lo intentó Mauricio hace meses atrás -y el domingo a la noche- cuando balbuceó "justicia social", quizás como nunca en su vida. Aquélla vez como un precalentamiento para el tosco momento seudo-K durante la victoria de El Guasón.
Rosendo Fraga, ayer, decía en varios medios del Grupo Clarín que Scioli está a sólo 6.5 puntos de ganar en primera vuelta. Lo repetía anoche Cayetano, con Fantino, en América.
¿A dónde va ir a buscar Scioli esos puntos?
Macri primero tiene que fidelizar a los radicales enojosos con Canaleta, que logró lo que nadie: que la UCR no esté presente en una elección presidencial. Un esmerado, el compañero de fórmula del cansador de guanacos.
La amenaza Margarita dando vueltas sobre esos radicales desencajados y descentrados hace que Mauricio esté más cerca de su propio 24% que del 30% de Cambiemos (que sobrevive a pesar de Lilita. Hasta hoy).
Quedan los votos de la massita y el cordobesismo. Todos peronistas. ¿Cuántos anti K?
¿A dónde va ir a buscar Macri los puntos que necesita para evitar que Scioli gane en primera vuelta?
Pagni escribió ayer en El País de España y repitió anoche en TN que el hijo de Franco deberá despersonalizarse. No ser Macri, ya que su apellido remite a lo peor de los 90's, en términos de los empresarios que hicieron  negocios a costa del Estado.
Hasta le pidió un relato, por enésima vez, luego de criticar al kirchnerismo por haber construido el suyo.
60 años después (o más) la división de aguas, la grieta, es la misma.
El hecho maldito contra el país burgués.
El aluvión zoológico contra la gente de bien y honesta.
Algunos serán menos drásticos y preferirán nac&pop vs. liberales.
Otros recordarán a NK asegurando que "nos llaman kirchneristas porque nos quieren bajar el precio. Nosotros somos peronistas".
Mientras, los que el domingo se apuraron a titular que el balotaje era un hecho, ahora ruegan que se unan todos en contra de Scioli, a quien intentan enfrentar con Anímal, para partir la PBA.
El problema es que, entre todos esos que deberían unirse, y mayoritariamente, hay peronistas...
Poderti, en su "Peronismo/Antiperonismo y el diccionario de los argentinos (1945-1976)", recuerda: "La comparación de Perón y Evita con el caudillo Juan Manuel de Rosas y su esposa Encarnación Ezcurra reflejó, durante los años peronistas, una de las tantas perspectivas de la oposición, en la que Perón representaba la versión moderna del pasado bárbaro argentino.
(...) El término peyorativo “peronato” fue otra de las maneras de definir el fenómeno desde la oposición. También el vocablo “peruca” –de uso actual- representa la forma descalificatoria del peronista.
(...) Aparece el término “descamisado” derivado del léxico de la revolución francesa: “sans culottes”, un vocablo adoptado por Perón y Eva en gran cantidad de sus discursos. En el contexto peronista el “descamisado”, literalmente “sin camisa”, era la figura de los hombres y mujeres pobres a los que el peronismo les otorga protagonismo dentro de la revolución social.
(...) Esta estrategia peronista fue criticada por sus acérrimos enemigos y también por los historiadores antiperonistas, como Enrique de Gandía, quien escribe su historia de la argentina contemporánea inserta en la Historia de H. G. Wells. De Gandía realiza el diagnóstico de la gestión de la dictadura de Perón, destilando su típico estilo moralizante: “Hubo y hay políticos, en la Argentina y en América, que para conseguir votos y triunfar en las elecciones, adulan a la peor parte del pueblo, la menos culta, a la más resentida contra su propio destino o sus propios defectos. Estos políticos aprenden siempre demasiado tarde lo que significa poner en manos inconscientes, irresponsables, los intereses de la Nación, el fin supremo de ese pueblo del cual ellos forman parte. El caso argentino… es un ejemplo de esta inmensa verdad. Los antiguos bien sabían los peligros que encierra el postrarse ante la parte más desdichada del pueblo”.
Otro término asociado semánticamente al de “descamisados” es el de “grasitas”,  nombre cariñoso con el que Evita y Perón llamaban a la clase social más carenciada… Evita solía decir: “Yo doy mi vida por Perón… y estoy dispuesta a arrastrarme ante quien sea para protegerlo a él y a mis grasitas” (Cafiero, 2002: 60). En el contexto del discurso peronista, “grasita” pasa a ser sinónimo de “descamisado”, “obrero”, “cabecita negra” y “trabajador”, configurando el sector oprimido de la sociedad que toma protagonismo en este período histórico, encendiendo la ira de la clase principal.
Por su parte, los peronistas también desarrollarán un vocabulario destinado a identificar a sus enemigos y defenderse de ellos.
En el marco del enfrentamiento con las fuerzas clericales del momento, la palabra “chupacirios” era el nombre dado en la lengua coloquial a los católicos, dentro del marco de la enemistad abierta manifestada hacia la Iglesia en ciertos tramos del gobierno de Perón. Recuérdese que el líder reformuló, en su cuerpo doctrinario, la influencia de la Iglesia Católica y le otorgó al peronismo los rasgos de una religión sustitutiva de aquélla (Segovia, 2001: 17).
En el vocabulario de Eva Perón también se los identifica como “fariseos clericales” (Cafiero: 2002: 59).
(...) Por otra parte, la confrontación ideológica que se opera en el seno del justicialismo puede explicarse a partir de la conocida frase “Ni yanquis, ni marxistas, peronistas”. En este sentido, Perón declara: “El mundo está dividido entre comunismo y capitalismo.. Nosotros nos decidimos por el justicialismo, y se nos ponen en contra los dos, porque ellos no buscan la solución para el pueblo, sino que buscan la solución para ellos (Perón, 1997: 151).
(...) Con el término “cipayo” el peronismo designaba al “vendepatria” (con su variante “antipatria”), es decir, a aquel que sirve a intereses extranjeros.  En este campo semántico, los “traidores” son definidos como los oligarcas, los vendepatrias, los explotadores de la clase trabajadora (Discurso de Eva Perón, en Viola, 2000: 89). También se engloba dentro de la categoría de los traidores a los sectores militares que se oponían a Perón y que serán quienes en 1955 lo derrocan. Según el General Perón es traidor quien, dentro del mismo movimiento, lucha contra otro grupo peronista para defender intereses personales. Perón instiga a que ese traidor sea identificado y arrojado de las filas del partido (20 de mayo de 1947, Perón 1997: 201). Es recordada la expresión: “Los vendepatrias, prueba de una traición”, pronunciada por Perón, en 1956, durante su exilio en Caracas. Así, la presión de estos traidores tanto “de adentro” como “de afuera”, es una constante amenaza que se cierne sobre el general Perón y que es advertida por su esposa Eva Duarte en variadas oportunidades, cuando se refiere a los “contreras”.
Con el nombre de “gorilas”, los peronistas designaron a los miembros de las Fuerzas Armadas que encabezaron la oposición férrea al gobierno de Perón, hasta lograr su derrocamiento en 1955. En un relato de Osvaldo Soriano, titulado “Gorilas”, aparecen caracterizados estos personajes como los “milicos que destrozaron a martillazos la estatua de Evita” (en Olguín, 2000: 106-107). Recuérdese que, cuando Perón expulsó a Montoneros de la plaza aquel 1º de Mayo de 1974, las columnas de la Juventud Peronista se retiraban cantando: “Qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”. Este reto verbal con el líder anticipaba el escenario de violencia que signaría los años del binomio Isabel Martínez-López Rega y los más escalofriantes de la dictadura Militar.
Finalmente, este recorrido a través de las pugnas léxicas de aquellos años de peronismo y antiperonismo, desemboca obligadamente en un sitio: La Plaza de Mayo, que fue testigo de las mayores batallas verbales de la historia. Éste fue el punto de encuentro obligado entre el líder y las masas populares, el lugar en el que estos interlocutores mostraban sus deseos e ideas, el espacio en el que el pueblo se expresaba y en el que se programaban futuras acciones. Es el lugar “maldito” para los antiperonistas, que desaprobaban la presencia de las masas, a las que llamaban: “la barbarie”, “el naziperonismo”, “horda de descalzados”, “lumpen-proletariado”, “malón peronista”, “el candombe”, e identificaban como “los que se lavaban las patas en las fuentes”. Estas son algunas de las tantas figuras del pueblo en la Plaza desde la mirada del Partido Comunista, del Partido Socialista o los sectores tradicionales de la oposición peronista.
Arturo Jauretche también consigna el término “placeros”, que se crea dentro del ambiente opositor para aludir directamente a los peronistas. Esta palabra entraba en colisión semántica con la palabra “rotarianos”, los integrantes del Jockey Club, los profesionales y los comerciantes acomodados (Jauretche, 1984: 248).
Recordemos la plaza enardecida e indignada ante la idea del renunciamiento de Evita en 1951. Y las últimas palabras de Perón, que sacralizan aquel espacio de la Plaza, en la que el líder dialogaba con el pueblo. Cuando ya vislumbra su muerte, el 12 de junio de 1974, en el corolario de su discurso a los trabajadores congregados en la Plaza de Mayo (Graham-Yooll, 2000: 82), Perón se despide de su pueblo:
“Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre Ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen (aplausos) Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música para mí, es la palabra del pueblo argentino”".

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