Lo contábamos el miércoles, tempranito, haciéndonos eco de lo posteado por el mismo Borón en su cuenta de Facebook: Atilio había tenido un trance aéreo al cruzarse en un vuelo de Aerolíneas Argentinas con Joaquín Morales Solá, Graciela Fernández Meijide, Julio Bárbaro, Javier González Fraga y Miguel Ángel Broda. Todos juntos. Todavía es un enigma a dónde iba y en qué anda semejante junta...
Horas después, se hizo eco Infobae, con una edición típica del #RelatoAntiK: "Un académico dijo que fue "desagradable" viajar en avión con gente que piensa distinto".
Luego de hacer una férrea defensa de la ex funcionaria de la fallida Alianza (que por estos días ha presentado un documental sobre montoneros arrepentidos que ha sido excelentemente recibido por La Nación y Clarín), el sitio web de Hadad terminaba describiendo a Borón de esta forma: "Borón, quien ha recibido varios premios por su tarea académica y ha publicado numerosos libros, fue vicerrector de la Universidad de Buenos Aires durante el mandato de Oscar Shuberoff. Es conocido por ser un crítico del neoliberalismo y firme defensor del gobierno bolivariano de Venezuela, al punto de que en agosto del año pasado dijo que quiere "integrar el pelotón de fusilamiento" de quien haya asesinado al ex presidente del país caribeño, Hugo Chávez".
La respuesta del prestigioso sociólogo argentino no se hizo esperar.
El jueves la posteó también en su muro de Facebook: "¿Intolerancia? Un posteo de anteayer en mi página de Facebook ha despertado la indignación de algunos que, ante su lectura, me acusan de intolerante por manifestar mi disgusto al tener que viajar en compañía de –según nota del Infobae- personajes “que piensan distinto.”
En realidad, no me molesta tanto eso como que se trata de personas asociadas a algunos de los períodos más nefastos de la historia argentina contemporánea (caso Miguel Ángel Broda o Joaquín Morales Solá con la dictadura cívico-militar); o a los gobiernos de Carlos Saúl Menem (Julio Bárbaro, Javier González Fraga y nuevamente Broda) y la Alianza (otra vez González Fraga y Graciela Fernández Meijide). Dado que ninguna de estas tres experiencias de gobierno le hizo bien al país sino todo lo contrario, y habida cuenta de que mis ocasionales acompañantes estaban en ese avión no pude evitar sentirme invadido por una sensación de profundo desagrado al evocar su triste protagonismo bajo esos gobiernos. No podría haber sido de otro modo salvo, claro está, que hubiese perdido por completo la memoria, cosa que hasta ahora no ha ocurrido. Sensación que se acrecentó al también recordar que en estos días casi todos ellos forman parte del elenco estable de TN y la multitud de canales de aire y de cable, amén de radios am y fm, afiliados al Multimedio Clarín, desfilando semana tras semana en programas de propaganda política (autoproclamados como “periodismo independiente”) y siendo presentados por sus anfitriones como elevadas expresiones de la “política seria” y venerables custodios de la institucionalidad republicana, por contraposición al “populismo irresponsable” del gobierno.
Infobae edita el posteo y me hace aparecer como diciendo que Graciela Fernández Meijide fue cómplice de la dictadura, cuando es público y notorio que no ha sido así. Pero si está incluida entre los personajes que causaron mi malestar es porque, al igual que los demás, avaló la farsa de la Convertibilidad y las políticas neoliberales de la Alianza y su funesto ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo. Y porque en medio del apogeo del neoliberalismo menemista fue una fervorosa defensora de la consigna “alternancia sin alternativas” (que quería decir “menemismo sin Menem”) durante la campaña electoral de 1999 que culminaría con la victoria de la Alianza.
Por otra parte, la nota de Infobae recuerda mi condición de ex vicerrector de la Universidad de Buenos Aires entre 1990 y 1994. Hubiera sido apropiado que también dijera que accedí a esa función por haber sido el candidato más votado de la lista de izquierda en representación del claustro de profesores al Consejo Superior de la UBA, y que disputé ese cargo en contraposición a diversos nucleamientos del peronismo y el radicalismo. Y que durante esa gestión acompañé al rector Oscar Shuberoff en su exitosa lucha para desbaratar los planes del menemismo tendientes a producir una privatización de hecho de la UBA y liquidarla como universidad pública y gratuita, tal como desgraciadamente ocurriera en Chile y en otros países de Nuestra América.
Y en relación al “pelotón de fusilamiento” del asesino de Chávez creo que Infobae tendría que ser más cuidadoso para transmitir con exactitud las expresiones que pone en boca de los protagonistas de sus noticias. Lo que sí escribí pocos minutos después de retirarme del mausoleo que guarda los restos de Chávez, y lo ratifico ahora, fue que si “se descubriese quién fue el autor material de la muerte de Chávez (porque cada día estoy más convencido de que lo mataron), me presentaría como voluntario para cumplir con la pena capital que cualquier Corte seguramente impondría para integrar el pelotón de fusilamiento que pusiera término a la vida del canalla que asesinó a nuestro amigo. Declaro que no soy partidario de la pena de muerte, pero un magnicidio de tan enorme trascendencia para las luchas de nuestros pueblos puso en crisis la solidez de aquella convicción.”
Para concluir: el desagrado que me produjeron estos personajes en ese inolvidable vuelo no eran por ser “gente que piensa distinto.” Por mi actividad académica y periodística vivo rodeado de personas que piensan distinto. Lo que me perturbaba de mis acompañantes no era que pensaran distinto sino que “actuaron distinto”. Y que al obrar de ese modo ocasionaron graves males que la Argentina viene arrastrando por décadas, y que hoy se hace presente con perfiles apocalípticos como producto de la “justicia” estadounidense. El olvido es mal consejero, tanto para la vida personal como en la esfera pública. Dante decía que no hay ciencia donde no hay recuerdo, y por eso dedico buena parte de mi tarea como cultor de la ciencia política a investigar y recordar hechos y situaciones, las más de las veces desagradables. Pese a ello no tengo problemas en compartir algunos momentos con gente que piensa distinto y expresa públicamente sus opiniones. Pero una cosa es el pensar y otra bien distinta el actuar. Ya desde el primer año cualquier estudiante de Sociología sabe que una cosa son las ideas y otra los comportamientos. El problema es con los segundos, no con las primeras. Los que estaban en ese avión no sólo pensaban distinto; obraron, y obraron mal, y eso fue lo que motivó mi disgusto.
Y por último, ¿qué tiene de censurable que, a posteriori del viaje, haya manifestado públicamente mi malestar? No tuve ni un solo desplante para con ellos, ni abandoné el avión a los gritos denunciando su presencia, ni lancé una sonora acusación en contra de esos viajeros. Todo lo contrario: ocupé mi asiento y me enfrasqué en una reflexión sobre la historia argentina reciente y el papel que en ella jugaron mis ocasionales acompañantes. ¿De cuál intolerancia me hablan?
Por último, habría sido interesante que Infobae y el resto de los medios hegemónicos hubieran manifestado un repudio al menos similar al suscitado por mis palabras ante el “escrache” y acoso al que fue sometido el actual ministro de Economía, Axel Kicillof, junto con su mujer y pequeños hijos en el Buquebús que los traía de regreso a la Argentina. Me parece que comparada con mis palabras, por hirientes que hayan sido, la actitud de los energúmenos que lo agredieron habría merecido una condena mucho más rotunda que la que me están prodigando ciertos medios y algunos fanatizados activistas en las redes sociales".
domingo, 22 de junio de 2014
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