El dueño de La Voz del Interior, Carlos Jornet, también presidente de ADEPA, y el gobernador De la Sota
Contra los ciudadanos que en el país rechazan su radicación. En este caso, un clásico: los integrantes del acampe contra la multinacional en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas.
En marzo, también había habido un ataque de la empresa contaminante a través de Longobardi, en radio Mitre, y Longoni, en una de las señales de cable del Grupo, Metro.
Ahora, en coordinación con el discurso estigamtizante del gobernador De la Sota -que el miércoles tildó de violentos y de no ser cordobeses a aquellos que protestaron fuera de la Legislatura provincial en contra de la nueva ley de Ambiente cordobesa-, ayer, el diario de Clarín en la provincia salió violentamente con una nota de un tenor que hacía mucho tiempo no se veía.
"El reino de la anarquía.
Bonaerenses, santafesinos y locales abandonaron las carpas. Incidentes y detenciones por los graves sucesos frente a la Legislatura fueron determinantes" es la titulación de la misma.
En ella, el periodista Miguel Durán "escribe": "¿Qué pasa en el campamento ubicado en los accesos a la paralizada obra de la empresa Monsanto, 14 kilómetros al este del centro de la ciudad de Córdoba? ¿Quiénes son esas personas que no viven en la pequeña localidad de Malvinas Argentinas y acampan desde hace meses en el lugar? ¿De qué viven? ¿Alguien les paga? ¿Alguien los mandó a hostigar porque protestan?
En ambos extremos de los ingresos a la paralizada planta se erigen las dos carpas principales y entre ambas hay otras cuatro o cinco más pequeñas.
Un hombre de unos 55 años que estacionó un Renault Clio al costado de la ruta habla con un encapuchado que reside en el lugar. Ya a dos metros de la carpa, un muchacho rubio, alto y desgarbado, con manchas rojas en la cara y bigotes finos, sale al cruce del periodista.
“Estamos como ocupados en este momento, no vamos a hablar”, se excusa el rubio, que luce un saco sport muy corto y desaparece.
Casi en simultáneo, aparece otro hombre. Viste polera negra y un pantalón capri (de los que llegan hasta la rodilla) del mismo color. Las medias con rayas multicolores tapan sus piernas. Visiblemente molesto, dice: “No son bienvenidos acá”. Y completa: “Ese diario ( La Voz del Interior ) no es bienvenido acá”.
Cuando el cronista se dirige a la carpa del primer portón, el recibimiento no fue tampoco demasiado afortunado. “Usted es del diario oficialista de Monsanto y (el gobernador José Manuel) De la Sota, ustedes son genocidas, asesinos de chicos”, se despacha el único que está a cara descubierta.
Es un rubio corpulento, de no menos de 1,90 metros de estatura. con un gorro de lana marrón en la cabeza. Lleva puestos unos pantalones cortos y sostiene una guitarra con la mano izquierda. Una mujer, también encapuchada, pasa como ignorando la presencia del visitante. Otra persona, con el rostro oculto, clava la vista en el periodista, con mirada desafiante y desconfiada.
“No vamos a hablar con ese diario imperialista”, se despacha el grandote.
–¿De dónde son ustedes? ¿No son vecinos de Malvinas, no?
–No importa de dónde somos, no somos de ningún partido político. Somos una organización horizontal, acá no hay líderes.
–¿De qué viven?
–Tengo dos títulos universitarios (se jacta uno, de gorro marrón).
–¿Cuántas personas viven acá?
–(Uno de los enmascarados salta como un resorte). Eso es secreto, acá vienen topos (espías) y ustedes son un diario de mierda, son cómplices de genocidio. Vos y tu diario son nuestros enemigos (vocifera amenazante).
–¿Es verdad que a cada uno de ustedes una fuerza política les paga entre 200 y 300 pesos por día?
–A nosotros no nos paga un partido político.
–El diario de ustedes sacó un comunicado de repudio de Monsanto porque agredimos a la gente de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra), que defiende a quienes trabajaban en el montaje de la planta, cuando ellos mismos los habían mandado a patotearnos. Nos robaron las computadoras, los alimentos, rompieron todo y nos cagaron a palos.
Un funcionario de la Municipalidad de Malvinas Argentinas reconoció que lo que denunciaba el acampante era cierto: “La verdad es que sí fueron patoteados”, aseguró luego, al ser consultado.
Esta fue la despedida. Un día después, al fotógrafo de este diario Ramiro Pereyra no le fue mejor. Fue al acampe a sacar fotos para ilustrar esta nota. Tres de los hombres que allí estaban, uno esgrimiendo un garrote, le hicieron borrar las fotografías que había sacado. “Si no, no salís de acá”, le advirtieron.
Una recorrida por el pueblo demostró que los del acampe no eran bien vistos por los vecinos de Malvinas.
Una almacenera, que por temor a represalias pidió reserva de su identidad, dijo que entró en confianza con dos mujeres que protestaban, procedentes de la provincia de Buenos Aires. “Una de ellas me dijo que era de Rojas, donde hay una planta de Monsanto. Y yo le pregunté por qué venía a Malvinas y no se quedaba a pelear allá. ¿Sabe qué me respondió? Que dejó a su familia y a los hijos allá porque acá le pagaban un sueldo. Cuando quise saber quién la contrataba, comentó que era alguien de Buenos Aires, pero no sabía su nombre”.
Aunque no lo dicen oficialmente, algunos integrantes de Malvinas Lucha por su Vida comentan en off cosas fuertes.
Cuentan que los del acampe “se dicen anarquistas, son antisistema y participan de cualquier protesta callejera. Son los que pintaron la Catedral cuando se hizo la marcha de la gorra”.
El jueves al atardecer, los acampantes abandonaron las carpas y desaparecieron. Por esas horas, permanecían detenidas seis personas de Buenos Aires y Capital Federal y otra de Tucumán, todas por los delitos de agresión activa, daño y resistencia a la autoridad.
Curiosamente, ayer, entre las carpas abandonadas apareció una de tamaño pequeño, tipo iglú, ocupada por dos chicas y un muchacho, quienes al parecer se conducían en un viejo Ford Taunus celeste. De los supuestos anarquistas, ni rastros".
La empresa periodística aprovechó el incidente con uno de sus fotógrafos para escribir en su editorial, también ayer: "Este acto repudiable –que ataca de manera brutal la libertad de prensa– fue motorizado, incluso, bajo amenazas: “Si no borrás las fotos, no salís”, le advirtieron al reportero los encapuchados y supuestos defensores del medio ambiente.
El derecho a informar a la sociedad está garantizado por normas internacionales de estricta vigencia y no puede ser vulnerado, aun frente a protestas de razones atendibles.
El caso Monsanto ha disparado polémicas en cuanto a la legitimidad, o no, de las manifestaciones contrarias a la radicación de la empresa multinacional, pero no puede consentirse la intromisión de grupos violentos que amedrentan a periodistas o que provocan desmanes en edificios públicos y privados, como ocurrió el pasado miércoles en la zona de la Legislatura provincial.
La libertad de prensa no debe ser objeto de restricciones por parte de ciudadanos que dicen levantar una bandera en defensa de los derechos humanos y de una mejor calidad de vida para los vecinos.
La irrupción de encapuchados en actitudes amenazantes, reñidas con el derecho que da la democracia a la protesta pacífica, amerita una investigación de la Justicia y abre interrogantes que las agrupaciones políticas y ambientalistas involucradas deberían aclarar: ¿a quién responden estos personajes? ¿Se trata sólo de los clásicos “infiltrados”, de los que nadie se hace cargo?".
En una nota complementaria, Durán inicia: "Algunas de las personas que hasta el jueves por la tarde estuvieron en el campamento frente a la clausurada obra de Monsanto eran consumidores de marihuana".
No vale la pena seguir reproduciéndola.
La que sí salió a contestar semejante movida empresaria fue Sofía Gatica, símbolo mundial de la lucha contra Monsanto y una de las referentes del acampe: "¿Por qué publican hoy que vendemos droga en el acampe?
Yo estoy allí, María está allí, Eli está allí. Estamos en el acampe con los chicos. ¡No venden droga! Allí nos cagamos de hambre, de frío, pasamos muchas necesidades porque estamos defendiendo la vida. El sol morirá con nosotros si intentan sacarnos.
Monsanto busca despretigiarnos para poder continuar con la construcción. No se lo permitiremos. Infundieron el terror y el miedo.
Si están seguros de lo que dicen, hagan sus demandas. ¡Este es el acampe de la vida!
No se instalará Monsanto en Malvinas. ¡Simplemente porque el pueblo así lo decidió!".
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