"¿Por qué la clase media hizo lo que hizo en los setenta? ¿Por qué
reaccionó de manera diferente en el golpe del 55 al del 76? ¿Cómo vivió
la violencia política? ¿Qué recuerda de aquélla época? "Buscaba
memorias menos razonadas", dice el sociólogo Sebastián Carassai, que en
su libro "Los años setenta de la gente común" responde algunas de estas preguntas con un método poco
ortodoxo. El suyo es un trabajo de rescate enfocado en un sujeto
social, la clase media apolítica. (Los) entrevistados (son) anónimos. Gente que no ocupó
cargos relevantes, que no estuvo cerca del poder ni se volcó a la
militancia política entre 1969 y 1982, tiempos de ascenso de la
violencia y luego del terrorismo de estado. La mayoría silenciosa o
silenciada, según se los mire, en ellos se enfoca Carassai. "Traté de
despertar su memoria emotiva", dice acerca de esos testimonios, tomados
en Buenos Aires, Correa (Santa Fe) y San Miguel de Tucumán. Largas
entrevistas, que incluyeron el uso y análisis de material gráfico y
audiovisual de consumo masivo en los setenta. Documentales,
telenovelas, publicaciones, imágenes y audios que ellos pudieran haber
visto en aquél momento y que, de algún modo, eran la explicitación de
la naturalización de la violencia. De la revista Humor a Tato Bores, de
Rolando Rivas taxista a la revista Gente. Testimonios de la vida
cotidiana en un tiempo en el que hasta la publicidad "usaba las armas"
para seducir a los consumidores.
-Analiza el rol de la clase media en
los golpes del 55 y del 76, muy activa en el primero y pasiva en el
último. ¿Qué más surge a partir de esa comparación?
Las
reacciones fueron diferentes, sí. Las plazas desbordantes y la
celebración masiva que significó el golpe del 55, contrasta con ese
paisaje desértico que ofreció al golpe del 76. Y explica, de alguna
manera, la actitud previa a ambos golpes. La celebración daba cuenta de
que esos sectores sociales de clase media no peronista habían tenido
una posición de resistencia anterior. Esa clase media antiperonista se
había sentido resistiendo al "régimen del tirano", y por eso festejó.
Ahora, la imagen de indiferencia ante el golpe del 24 de marzo de 1976,
algo que estos sectores consideraban inevitable, da cuenta de una
actitud de resignación. En marzo del 73 cuando el peronismo vuelve a
triunfar de manera masiva, los sectores de la clase media no peronista
sintieron resignación. Dijeron, este país está condenado a gobiernos
peronistas o como sucedió luego en el 76 a gobiernos militares que se
opongan de manera feroz a gobiernos peronistas.
-¿Esa resignación se vuelve irreversible?
No.
Yo introduzco ese concepto para tratar de explicar la actitud de estos
sectores frente al 24 de marzo. Pero esa resignación no será
definitiva. El triunfo de Alfonsín en 1983 es una prueba de que las
clases medias no peronistas lograron ganar una elección limpia después
de décadas.
-Cuando hablamos de clase media en
la Argentina no podemos dejar de lado rol de la universidad, como
herramienta de ascenso, allí mismo había disputas sobre si politizar o
no la universidad...
Durante los años peronistas ser
universitario era casi sinónimo de ser antiperonista. Tras el golpe del
55 se abre una discusión que va a llevar a ciertos sectores de esa
universidad formada en el antiperonismo a repensar qué había sido el
antiperonismo. Allí hay varios grupos interesantes, como Contorno, de
los hermanos Viñas, en el que participaron Rozitchner y Sebreli, entre
otros. Ese grupo distingue por un lado al peronismo como experiencia
popular de la clase trabajadora y por otro ataca los rasgos
autoritarios o demagógicos del propio Perón. En el 55 se inicia esa
revisión, que va a llevar a lo que algunos autores llaman conciencia
culpable de una clase media que no pudo comprender el fenómeno
peronista.
-¿La clase media se peronizó o se achicó?
Las
clases medias se han vuelto más heterogéneas. A finales de los 80 ya
eran mucho más heterogéneas que en los 70. Y en los 90, con el fenómeno
de lo que la sociología llamó la nueva pobreza, tenemos gente que
culturalmente pertenece a la clase media pero que económicamente ha
caído. Está también el fenómeno de los nuevos ricos, que culturalmente
siguen teniendo hábitos de clase media. Además, en estos últimos años la
clase media se ha ampliado. Hoy es mucho más difícil asignarle una
ideología a la clase media.
-¿Tenían una lectura de la realidad política estos sectores medios no militantes, un discurso crítico?
En
los monólogos de Tato Bores uno puede ver reflejada cierta manera de
mirar la política que está muy cerca de la manera en que una mayoría de
esta clase media pensaba la política. Un ámbito opaco, corrupto, que
privilegia el juicio moral sobre el político. La lectura de la realidad
que hacían estos sectores era esta, al inverso de lo que pasaba en la
militancia, donde los problemas de familia se resolvían cambiando la
sociedad. Estas clases medias no militantes pensaban que hasta los
problemas políticos tenían una solución moral. Hacían falta buenas
personas haciendo política. A grandes rasgos, esa era su lectura de la
realidad política.
-Tal vez una de las tesis del libro
sea que esta clase media funciona por oposición, es antiperonista,
anticomunista, pero no necesariamente pro militar...
Independientemente
de cuán lejos hayan estado de los militares, los golpes militares
venían a solucionar sus problemas con determinados gobiernos. En el 55,
frente un gobierno peronista que juzgaban dictatorial, en el 76 frente
un gobierno peronista que juzgaban decadente. Pero enfatizo más su
preocupación acerca de lo que significaban los gobiernos peronistas que
una adhesión a los militares. Lo que los puso en la vereda militar
tanto en el 55 como en el 76 no fue tanto su deseo de ver a las Fuerzas
Armadas en el poder sino su rechazo a lo que juzgaban gobiernos
corruptos, demagogos, y en el caso del 76, un gobierno que ya no podía
garantizar el más mínimo orden social, político y económico.
-Para
muchas de estas personas, haber sido ingenuas, no saber, es visto como
un valor y no como un pecado, como una justificación frente a su
inacción ante el terrorismo de Estado...
Hay que correr
el eje del interrogante. No preguntarnos si sabían o no. Es evidente
que algo se sabía, se oía, se veía. Distorsionada, parcializada, había
información. Pero también es cierto que lo que sucedía, no lo
conocíamos como lo conocemos ahora. Yo quise preguntar cómo procesaron
lo que sabían. Y hay varios elementos a tener en cuenta. Por un lado,
que buena parte de lo que sabían no constituía una absoluta novedad. Si
uno lee la prensa del 74, 75, hay denuncias de torturas, aparición de
cadáveres, desapariciones, hay mucho de lo que después se va a
masificar, lo que se va a convertir en una industria de la muerte. Ahí
vemos un cierto acostumbramiento, una naturalización de la violencia.
Otro elemento es que en el 76 no fue el primer golpe militar, había
memoria de otros golpes, y esos golpes, en la memoria, no significaban
terrorismo de Estado. Significaban gobiernos autoritarios, cierre de
partidos políticos, pero no terrorismo de Estado. Otro elemento es que
los pares democracia dictadura y civiles militares no se oponían como
lo bueno y lo malo. Hoy hay un consenso mayoritario de que la peor de
las democracias es preferible a la mejor de las dictaduras. No era así
en los 70. Y allí hay un cuarto elemento, que es lo que yo llamo el Estado supuesto saber. Buena parte de estos sectores medios no
comprometidos con la lucha política, sobre todo aquéllos que estaban mal
informados, que eran muchos, atribuyó un saber al Estado, un saber
absoluto que yo llamo supuesto saber porque traigo el concepto de Lacan,
del sujeto de supuesto saber. Su idea es que no hay análisis posible
si el analizado no supone un saber mágico, secreto en el analista. Ese
concepto me sirvió para pensar muchos de los testimonios que para ellos
el Estado no podía estar haciendo lo que hacía sin ninguna razón.
Alguna razón oculta o inalcanzable para nosotros debe tener. Ese
elemento jugo un rol al menos en los primeros años. El Estado como
fetiche, cierta superstición civil de depositar en el Estado un saber
al que no se le exige prueba o evidencia de lo que hace, sino que está
basado en la necesidad de creer".
Fuente
“¡No juzgues!”.
Hace 24 minutos
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