Mediante su pluma empresarial, Marcelo Bonelli, el Grupo había llamado a los empresarios a solidarizarse con él luego del fallo de la Corte sobre la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y su inevitable plan de adecuación a la nueva normativa.
En esos días, ni un empresario había salido a apoyar al desvalido multimedio. Ahora, Bonelli los convocaba a una reunión secreta (sic) desde el diario.
Escribía Bonelli el domingo: "Una cumbre de los máximos dirigentes del movimiento empresario argentino se concretará mañana con la intención de evaluar la situación económica y política de la Argentina.
El encuentro se realizará en el más estricto secreto y fueron invitados los caciques de la industria, la banca, el campo y el comercio. El hermetismo se mantiene para evitar las internas empresarias e interferencias de funcionarios sobre algunas figuras emblemáticas del mundo de los negocios.
La reunión –de común acuerdo– fue coordinada por la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y será su titular Jaime Campos el encargado de definir horario y lugar del encuentro.
Pero Clarín confirmó que ya aceptaron participar Héctor Mendez, de la Unión Industrial Argentina; Claudio Cesario, en representación de la banca extranjera; Eduardo Eurnekián, de la Cámara de Comercio; Jorge Brito en nombre de los bancos nacionales: Luis Etchevehere, de la Sociedad Rural y Gustavo Weiss, de la Cámara de la Construcción".
Y luego desplegaba lo que intentaba ser un nuevo pliego de condiciones a imponer al gobierno nacional, como el que Néstor Kirchner le rechazó en la cara al ex subdirector de La Nación, José Claudio Escribano, en 2003.
Sin embargo, hoy el diario de Bartolo dice que la cumbre fracasó y Clarín quedó tan solo como cuando se conoció el fallo que lo obliga a dividirse y a abandonar las prácticas hostiles hacia sus colegas y competidores, que ahora ven cómo pueden pasarle viejas facturas.
El símil de Bonelli en La Nación, Francisco Olivera, relata hoy: "Molesto, Carlos de la Vega, máximo ejecutivo de la Cámara de Comercio, hizo ayer a la mañana dos llamadas prácticamente iguales. "No vamos, parece una conspiración", les explicó a Jaime Campos, presidente de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), y a Héctor Méndez, líder de la Unión Industrial (UIA). Acababa de decidir que dejaría plantados a sus pares. Campos había hecho la convocatoria, que en rigor venían pidiendo varios: un almuerzo en el Palacio Duhau para unir, de una buena vez, a los sectores empresariales más relevantes y sentar una postura común de aquí a 2015.
"Vení, siempre es inevitable que alguien termine hablando...", lo atajó Méndez. No hubo caso. De la Vega no estaba de acuerdo con que se hubiera filtrado el encuentro y, peor aún, que algunos invitados hubieran adelantado en los diarios qué temas se iban a tratar.
Juan Carlos Lascurain, uno de los directivos de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Adimra), y Juan Carlos Sacco, de la Federación Argentina de la Industria Gráfica (Faiga), se quejaron de la temática y de no haber sido invitados. El malestar podría plasmarse hoy, en un planteo formal en la reunión de junta directiva de la UIA.
Esta llamativa coincidencia entre dos dirigentes de buena relación con la Casa Rosada desencadenó sospechas entre los ejecutivos: ¿estaba el Gobierno saboteando la idea? ¿Lo había hecho desde un principio o sólo aprovechaba la grieta?
En realidad, iniciativas como ésta se topan desde hace años con dos escollos recurrentes: no hay coincidencia sobre los temas y, más aún, desde algunas cámaras se resisten en silencio a que AEA asuma el liderazgo del establishment. Una vieja disputa entre la entidad que conducen Héctor Magnetto (Clarín) y Paolo Rocca (Techint) con el Grupo de los Seis, que dejó de reunirse harto de las embestidas del Gobierno".
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