"Estamos frente a un kirchnerismo de otra edad. Cumpliendo una década de
gobierno y en su tercer mandato consecutivo, se trata de una de las
experiencias políticas más estables de los últimos cien años. Un proceso
político de estas características tiende a querer regularizar y
rutinizar sus políticas públicas. Busca, en definitiva, una
institucionalización.
La administración kirchnerista no se caracterizó, en su impulso
inicial, por la institucionalización de sus políticas. Buena parte de su
gobernabilidad fue implementada a partir de un conjunto heterogéneo de
decisiones administrativas. Las incertidumbres de la sucesión
plantean una nueva agenda metodológica, con fuertes incentivos para
institucionalizar políticas. Si quiere perdurar, el kirchnerismo debe
dejar su impronta en leyes, regímenes, burocracias y mecanismos. Tal
vez, a eso estamos asistiendo a partir del 2012.
Los grandes debates vienen girando alrededor de reformas
institucionales que plantea el kirchnerismo, siendo la ley de medios
audiovisuales y la “democratización de la Justicia” las dos más
polémicas, y la resistencia, en formato populista, de la oposición
partidaria y la sociedad civil antipolítica. Los términos del conflicto
parecen haberse invertido".
Fuente
"Los cacerolazos expresan una insatisfacción con el Gobierno de la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner que es, al mismo tiempo,
profundo, potente e indefinido. En los cacerolazos se superponen
demandas de mayor seguridad, de defensa “de la Justicia” , de liberar la
compra de dólares y contrarias a la corrupción. Sin embargo, esta
multiplicidad de demandas no opera en contra de la convocatoria o la
potencia de la marcha. Antes bien, seguramente es uno de los factores de
su éxito, mientras que otras marchas convocadas alrededor de una única
consigna (por ejemplo, la marcha convocada para el aniversario del
choque de trenes en Once) no han alcanzado ese impacto. Por supuesto,
esto no es una novedad para aquellos mínimamente familiarizados con los
fundamentos teóricos de la movilización populista: la multiplicidad y
equivalencia de las demandas permite que en movilizaciones como ésta
todos se sientan partícipes y todos se sientan representados, más allá
de que no exista un programa ni una plataforma clara. Por eso, las
críticas a las movilizaciones que dicen “no están de acuerdo entre
ellos” ignoran el punto: justamente de ese “no estar de acuerdo” depende
su potencia.
La centroderecha es hoy la izquierda democrática de los ‘90. Es decir,
la centroderecha en Sudamérica se encuentra en una posición extrañamente
simétrica con lo que era la posición de los movimientos de izquierda de
hace 15 o 20 años: en la oposición, sin partidos políticos fuertes que
representen a esos sectores, enfrentada a una ideología que goza de
apoyo en las urnas y la que no podrán desplazar por métodos no
democráticos. Entonces, en la Argentina (como en Venezuela) hemos visto a
intelectuales liberales o de centroderecha enamorarse de las
posibilidades renovadoras de la política de la movilización espontánea;
defender el derecho de las marchas de ocupar el espacio público aunque
aquello moleste a algunos transeúntes y discutir los tradeoff inherentes
en la relación entre movilización y representación, espontaneidad y
liderazgo, es decir, debatir qué tipo de estrategia democrática es más
adecuada a sus fines. Esto es un dato muy positivo en un país en donde
la centroderecha nunca quiso (y tampoco necesitó) desarrollar un partido
de masas propio con capacidad de ganar elecciones".
Fuente
De profesión, relojera
Hace 11 minutos
1 comentarios:
Esto es autoritarismo. El modelo k va por los 3 poderes. No saben el significado de república y meten el sucio aparato político en todo....es el revólver en un asalto a la república profesada en nuestra constitución. Fuente: educación cívica de tercer año de un común perito mercantil.
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