Violentas también son las palabras del senador Aníbal Fernández, del diputado nacional Carlos Kunkel y del dirigente Luis D'Elía cuando suelen descalificar a quienes critican al Gobierno. Y las habitualmente oprobiosas de Hebe de Bonafini cuando llama a tomar el edificio de Tribunales o a someter a juicios populares a los miembros de la Corte Suprema.
Igualmente violenta es la forma en que el actor Federico Luppi le respondió a Darín tras su entredicho con la Presidenta y la de Enrique Pinti cuando la maltrató verbalmente, aunque después reconoció no haberlo hecho en forma consciente".
La Nación II: "No tiene mucho sentido pedir que no se corten calles o no se insulte a los funcionarios. Seguirá ocurriendo, mientras las razonables quejas públicas no encuentran atención, cobijo, reparo".
Clarín I: "Kicillof sintió en carne propia lo que propios militantes del oficialismo han hecho en estos años con aquellos que no piensan como ellos.
Ahora están tomando su propia medicina y evidentemente no les cae nada bien.
Los periodistas que no se han subordinado al oficialismo han sufrido este tipo de ataques desde los medios públicos y en manifestaciones en las que se hacían fila para escupir las fotografías de algunos de ellos.
No hubo entonces ninguna declaración oficial o de miembros del partido gobernante que condenara esta práctica fascista".
Clarín II: "El gobierno inventó el escrache en los medios oficiales y se dedicó a degradar a los que no obedecemos sus designios. Demasiados esbirros nos pegaron duro y bajo, desataron vientos sin asumir que están sembrando tempestades.
En “La batalla de Argel”, de Gillo Pontecorvo, los periodistas increpan al jefe del FLN sobre por qué utiliza bombas en lugares públicos. La respuesta que recuerdo era algo parecido a “si tuviera aviones como ustedes, las tiraría desde arriba”. Está mal que se escrache a los funcionarios en los lugares públicos, pero no es más grave que atacar opositores desde los medios públicos".
El Cronista: "Es necesario que estas situaciones del fin de semana ayuden a reflexionar a toda la dirigencia política. La violencia discursiva del Gobierno desciende con facilidad en la pirámide del poder. El kirchnerismo planeó, financió y celebró los escraches a empresas que tuvieron políticas contrarias a sus deseos, siendo el de Shell el primer caso en la década pasada. Boudou es un entusiasta de la violencia verbal contra la prensa, los dirigentes opositores y hasta de su mismo partido, como lo comprobó Daniel Scioli, al que acusó de cobardía. En octubre de 2010, durante un viaje a Washington, el vicepresidente llegó a descalificar a dos periodistas de origen judío de Clarín y La Nación comparándolos con aquellos que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo. Nunca hubo pedido de disculpas. Sólo una declaración admitiendo que fue una metáfora inapropiada.
Kicillof ha tenido también sus momentos de violencia verbal contra la prensa. El 1´ de junio del años pasado, dio una conferencia de prensa agitando un ejemplar de El Cronista que anunciaba en tapa el avance de iniciativas pesificadoras por parte del Gobierno. Invento, aberrante, estúpidos, fueron algunas de las palabras que utilizó para desmentir una información que previsiblemente se confirmó en los días siguientes. El escrache mediático se difundió con toda la potencia del aparato estatal. Televisión, radio, diarios afines, agencias de noticias, todos sumaron ese viernes para estigmatizar a este diario como impulsor interesado de debacles económicas. Afortunadamente, aquella agresión no surtió ningún efecto.
Pero la consecuencia de todo este comportamiento es el búmeran de la intolerancia que cada vez más se apodera de la Argentina".
2 comentarios:
Manfredi no avala esta actitud, pero dice que es "más que entendible por parte de los ciudadanos"...
Si yo fuera como estas bellas personas no diría que estas cosas son "entendibles" porque, también estoy diciendo que los del gobierno son nazis y estalinistas y es un problema serio, ¿qué hacían de "entendible" los nazis y los estalinistas con los opositores bulliciosos?. Ojito, o tengan un mínimo control de calidad sobre sus embustes y excusas repelentes.
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