Van der Kooy: "Cristina fue también determinante para la incorporación de Timerman
al sistema kirchnerista. Tan determinante que bloqueó las resistencias
de Kirchner.
“Pavo real”, lo llamaba, caústico, el ex presidente.
Timerman recaló primero como cónsul en Nueva York. Luego sustituyó a
José Octavio Bordón en la embajada en Washington. Terminó de canciller
cuando Jorge Taiana renunció disconforme con el maltrato presidencial.
La trepada de Timerman tuvo siempre para el paladar de Cristina un
ingrediente esencial: su supuesta influencia en la comunidad judía".
Morales Solá: "La Presidenta ni siquiera repara ya en la dramática necesidad de callar a
su canciller. Timerman acusó ahora a la dirigencia de la comunidad
judía de obstaculizar todo en nombre de intereses locales y externos.
¿Cómo? ¿Acaso la sospecha se abatió ahora sobre las víctimas, mientras
se defiende una alianza con los acusados? ¿Dónde terminó la sensibilidad
de la Presidenta y de su canciller con los derechos humanos?
El caso Timerman es extraño. El canciller fue ciudadano
norteamericano hasta que el kirchnerismo lo mandó como diplomático a los
Estados Unidos. Su padre, Jacobo Timerman, recibió la ciudadanía de
Israel cuando los implacables militares argentinos le quitaron la
ciudadanía argentina. Ahora, el hijo es un cruzado discursivo contra
Washington y Jerusalén. Es cierto que Jacobo Timerman era muy crítico
con la dirigencia de la comunidad judía argentina, pero con la
dirigencia que había cuando él fue secuestrado y torturado por los
militares. Lo habían dejado solo, acusaba. Héctor Timerman cree que
heredó los pergaminos y la historia de su padre. No hay herencia posible
de esas cosas intangibles.
De todos modos, Timerman sólo empeora las cosas; él es
nada más que un peón en el ajedrez de la Presidenta. La mentira se
mezcla con el cinismo en este caso misterioso y enigmático".
Castro: "La defensa del memorándum de entendimiento que hizo Timerman en la
Comisión del Senado fue, sencillamente, lastimosa. “Hay que terminar
rápido”, fue la orden que bajó Cristina Fernández de Kirchner al jefe
del bloque de senadores del Frente para la Victoria, Miguel Angel
Pichetto, tal como la captaron los micrófonos desplegados en la sala
donde se realizaba esa, por momentos, tumultuosa reunión. Pura
obediencia debida. Seguramente, la Presidenta estaba al tanto del penoso
papel que estaba haciendo su canciller que, con algunas de sus
respuestas, no hacía más que confirmar los peores presagios existentes
sobre el alcance y real significado del acuerdo".
Eliaschev: "El pacto con Irán no sólo es una calamidad desde el punto de vista de
la jurisdicción legal, tema en el que la Argentina admite una gravísima
lesión a sus facultades soberanas. Estoy dispuesto a admitir que hasta
ese prurito podría ser obviado en aras de un interés superior. Lo más
truculento, empero, es que Cristina Kirchner se rindió ante un Irán que
desde siempre viene diciendo lo mismo: “Nos sentamos a conversar si nos
garantizan que no nos pase nada”.
Esto es lo que compró la Presidenta, de la mano del ministro
Timerman. Es un golpe de escena monumental, demostración de que la
ideología y el formato de la conducta argentina tienen la marca
registrada de Luis D’Elía. Por eso, ya en el nivel más abismal de su
actuación, Timerman dice ahora que la conexión local del atentado no
sólo no reportaba a algún gobierno islamista. Peor aún, la pesadilla es
completa: para el gobierno de Cristina Kirchner el eslabón estratégico
en la matanza de 85 argentinos en la AMIA hay que buscarlo ¡en la AMIA y
en Israel! Timerman es una anécdota irrelevante, pero Cristina Kirchner
¿tendrá esta vez idea de los alcances de esta enormidad?".
domingo, 17 de febrero de 2013
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