domingo, 17 de febrero de 2013

Las Plumas se la cobran a Timerman

 
Van der Kooy: "Cristina fue también determinante para la incorporación de Timerman al sistema kirchnerista. Tan determinante que bloqueó las resistencias de Kirchner.
“Pavo real”, lo llamaba, caústico, el ex presidente.
Timerman recaló primero como cónsul en Nueva York. Luego sustituyó a José Octavio Bordón en la embajada en Washington. Terminó de canciller cuando Jorge Taiana renunció disconforme con el maltrato presidencial. La trepada de Timerman tuvo siempre para el paladar de Cristina un ingrediente esencial: su supuesta influencia en la comunidad judía".
Morales Solá: "La Presidenta ni siquiera repara ya en la dramática necesidad de callar a su canciller. Timerman acusó ahora a la dirigencia de la comunidad judía de obstaculizar todo en nombre de intereses locales y externos. ¿Cómo? ¿Acaso la sospecha se abatió ahora sobre las víctimas, mientras se defiende una alianza con los acusados? ¿Dónde terminó la sensibilidad de la Presidenta y de su canciller con los derechos humanos?
El caso Timerman es extraño. El canciller fue ciudadano norteamericano hasta que el kirchnerismo lo mandó como diplomático a los Estados Unidos. Su padre, Jacobo Timerman, recibió la ciudadanía de Israel cuando los implacables militares argentinos le quitaron la ciudadanía argentina. Ahora, el hijo es un cruzado discursivo contra Washington y Jerusalén. Es cierto que Jacobo Timerman era muy crítico con la dirigencia de la comunidad judía argentina, pero con la dirigencia que había cuando él fue secuestrado y torturado por los militares. Lo habían dejado solo, acusaba. Héctor Timerman cree que heredó los pergaminos y la historia de su padre. No hay herencia posible de esas cosas intangibles.
De todos modos, Timerman sólo empeora las cosas; él es nada más que un peón en el ajedrez de la Presidenta. La mentira se mezcla con el cinismo en este caso misterioso y enigmático".
Castro: "La defensa del memorándum de entendimiento que hizo Timerman en la Comisión del Senado fue, sencillamente, lastimosa. “Hay que terminar rápido”, fue la orden que bajó Cristina Fernández de Kirchner al jefe del bloque de senadores del Frente para la Victoria, Miguel Angel Pichetto, tal como la captaron los micrófonos desplegados en la sala donde se realizaba esa, por momentos, tumultuosa reunión. Pura obediencia debida. Seguramente, la Presidenta estaba al tanto del penoso papel que estaba haciendo su canciller que, con algunas de sus respuestas, no hacía más que confirmar los peores presagios existentes sobre el alcance y real significado del acuerdo".
Eliaschev: "El pacto con Irán no sólo es una calamidad desde el punto de vista de la jurisdicción legal, tema en el que la Argentina admite una gravísima lesión a sus facultades soberanas. Estoy dispuesto a admitir que hasta ese prurito podría ser obviado en aras de un interés superior. Lo más truculento, empero, es que Cristina Kirchner se rindió ante un Irán que desde siempre viene diciendo lo mismo: “Nos sentamos a conversar si nos garantizan que no nos pase nada”.
Esto es lo que compró la Presidenta, de la mano del ministro Timerman. Es un golpe de escena monumental, demostración de que la ideología y el formato de la conducta argentina tienen la marca registrada de Luis D’Elía. Por eso, ya en el nivel más abismal de su actuación, Timerman dice ahora que la conexión local del atentado no sólo no reportaba a algún gobierno islamista. Peor aún, la pesadilla es completa: para el gobierno de Cristina Kirchner el eslabón estratégico en la matanza de 85 argentinos en la AMIA hay que buscarlo ¡en la AMIA y en Israel! Timerman es una anécdota irrelevante, pero Cristina Kirchner ¿tendrá esta vez idea de los alcances de esta enormidad?".

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