Llamosas escucha a Alberto F., secundado por Natalia de la Sota (de rojo) y Santiago Cafiero
Llegó la unidad. A las cachetadas, especialmente por el coronavirus. Todavía a armar, con más de uno refunfuñando por las imágenes de anoche, cuando el presidente Alberto Fernández y sus principales ministros intervinieron el triunfo de Juan Manuel Llamosas con un poder de repentización asombroso: en cuestión de horas, cuando la victoria se aclaraba y en viaje fugaz, llegaron a Río Cuarto, Cafiero, De Pedro, Katopodis, además de los que juegan de local en el Imperio del Sur: Natalia de la Sota, Adriana Nazario (la última pareja del fallecido ex gobernador), Carlos Gutiérrez (jefe de bancada de los diputados nacionales schiarettistas que coordina con Máximo K y Sergio Massa el apoyo del cordobesismo a iniciativas que le importan al kirchnerismo), y en el medio, Manuel Calvo, actual vicegobernador y sindicado como el heredero de Schiaretti, si no tiene que pasar antes por una interna con alguno de los nombrados, a los que habría que sumar a Martín Gill, ex intendente de Villa María y actual segundo de Katopodis en Obras Públicas, y con serias intenciones de construir su candidatura a gobernador para 2023.
Serán cuatro años muy complicados para Llamosas: tendrá un Concejo Deliberante más repartido (puede ingresar una cuarta fuerza política), sólo llegó a los 10 concejales que la Carta Orgánica le asegura al ganador (de un total de 19 bancas); deberá mejorar su gestión del coronavirus, cuando ya se anuncia una segunda ola para marzo/abril, a la vez que tendrá que hacerse cargo de la coordinación de la logística y la instrumentación de la vacunación a principios de año; pero por estas horas su misión será contener a Schiaretti, quizás sorprendido por esta unidad del PJ que anoche se escenificó casi en su ausencia (prefirió no salir por Zoom como Fernández para evitar la foto. Quizás más adelante, cuando le madure más tener que ir con el kirchnerismo el año que viene en la boleta legislativa; le tiene miedo a su propio electorado y su marcado antikirchnerismo. Al Gringo no le gustan los apuros; Llamosas hoy viajaba a Córdoba capital para explicarle mucho de lo de anoche). El intendente ahora reelecto necesitó de todos (hasta La Cámpora, mala palabra en Río Cuarto, que metió una concejala por primera vez) para poder ganarle al radicalismo de la ciudad, enfrentado con los radicales de la capital y refractario al ala dura de Juntos por el Cambio, al punto que los popes del centenario partido tuvieron que parar la locura que periodistas porteños intentaron instalar con la venia de Patricia Bullrich (y los trolls de Banquemos) de un fraude que nunca existió.
En este marco, en el que hay mucho más para analizar, especialmente hacia adelante, no deja de llamar la atención la sorpresiva advertencia del colega Fabián García, en el sitio web En Redacción. La típica sensación de que lo cercano obtura una mirada más amplia, en medio de la pandemia, la apatía que ayer se materializó en un escaso 50% de participación electoral; desánimo, y tristeza sólo rota ayer por el mismo Llamosas, que decidió por una vez ser genuino en lo público y dejar el cassette de lado para confesar que en medio del asedio del coronavirus (Río Cuarto llegó a tener casi 300 casos diarios en septiembre y su sistema sanitario estuvo al borde del colapso, emergencia de la que se tuvieron que hacer cargo Schiaretti y el mismo Alberto Fernández a través del Ministerio de Salud de la Nación) tuvo ganas de renunciar porque se sentía derrotado; García tiene una admonición para hacernos, no necesariamente certera en la indagación, pero sí respaldada por números (que es necesario recontextualizar, por la pandemia en la ciudad, por ejemplo) que podrían asistirle en la verdad. ¿Sobre qué se le ocurrió al colega llamar la atención, despabilarnos?
"Estaban habilitados para participar de esta elección municipal en Río Cuarto 136.001 ciudadanos, pero sólo lo hicieron, cuando restaban dos mesas por escrutar 67.866 (49,9%). Implica que no tomaron parte del comicio, el 50,1% de los riocuartenses. No se recuerda un ausentismo tan grande desde 1983 y representa 13 puntos por debajo de 2016 (63%) y 16 menos que en 2012 (66%).
Semejante nivel de abstención y la enorme pérdida de votos de las fuerzas mayoritarias indican que la sociedad de Río Cuarto decidió pasarle factura al sistema político y a los dos bloques mayoritarios, el oficialista y opositor, pero sin patearlo. ¿Qué quiere decir? Que no encontró otra opción para canalizar su hartazgo y descontento.
Revela, en ese sentido, que la doble crisis, sanitaria (producida por el COVID-19) y económica, derivada de ella, ha minado las bases de sustentación de los programas y representaciones de los dos bloques de poder. Sin alternativas u opciones políticas y sociales, los electores tomaron dos caminos: no fueron a votar (la mayoría) y de los que lo hicieron, castigaron tanto a Hacemos por Córdoba como a Juntos por el Cambio.
Por la magnitud de la ciudad de Río Cuarto, 136 mil empadronados, una potente capital regional, agro-industrial y de servicios, y capital alterna de la provincia y el país, esta fotografía electoral puede extrapolarse al resto del país. Es una luz de alerta a todo el sistema.
Es un escalón por debajo del que “se vayan todos”, pero es una luz amarilla encendida en el tablero de comando, que muestra que el curso político, social y económico del país quedó al borde de la implosión".
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