¡¿Hasta cuándo se van a bancar las constantes afrentas de este cura?!
Que además se negó a encabezar la cruzada anti K por el bien de la República.
Y anda de para bienes con La Yegua.
Como si todo esto de la carta hubiera sido armado sólo para desnudar aún más a aquellos que se esmeran -con un esfuerzo mayúsculo y no debidamente reconocido, día tras día- en "sacar agua de la tierra árida para generar conflictos sin tener el rigor de informar con la verdad a la sociedad".
¿Cómo es posible dejar en ridículo a los que hasta ayer eran especialistas en protocolo y caligrafía papal sin tener un costo?
Hoy, el pobre #RelatoAntiK se las arregla, en medio de semejante papelón, para tener que bajarle el tenor de los elogios (¿?) de Pancho a CFK de la carta cuando era verdadera, a reírse del gobierno cuando alguien dijo que era trucha, a volver a acomodar todo para parecer serios cuando la carta se transformó en telegrama, y los errores de tipeo, simples vicios de la autenticidad de un papel insignificante.
Gajes de colgarse de cualquier cosa con tal de erosionar al enemigo. No siempre sale bien. Puede fallar, diría el relator.
¿Por qué Bergoglio no se pone a ordenar un poco la Iglesia católica argentina, que buen despelot* tiene, antes de molestar a esta gente arrojada, objetiva e independiente? ¡Eh!
¡Miren lo que tienen que hacer hoy, sino!
Por ejemplo, el pobre de Rubin (Clarín), que apenas puede echarle la culpa a Karcher (el de la mala leche).
Rubin, ayer: "Las palabras de Karcher fueron elocuentes acerca de lo mal que había caído el equívoco. “Con el Papa no se juega”, se quejó amargamente. Pero no pudo descifrar el origen del fraude. Con todo, se descontaba que ya anoche la Nunciatura Apostólica (embajada papal) en la Argentina se había abocado a investigar el sorprendente caso. Y que, con el correr de las horas, o de los días, se podría al menos empezar a develar el misterio que llevó a la Casa Rosada a cometer un papelón de trascendencia internacional.
Por otra parte, cualquier persona conocedora de la Iglesia se hubiera percatado -como dijo Karcher- que una carta del Papa no podría llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano, salvo que la embajada papal transmitiera un mensaje del Pontífice. Pero el de marras llevaba la firma del Papa. Esto, más allá del tuteo a la Presidenta y los errores ortográficos. También era llamativo que la carta tuviera fecha del 15, aunque no sería la primera vez que la Casa Rosada demora la difusión de una carta papal.
Durante el segundo mandato de Carlos Menem hubo un escandalete cuando el Gobierno presionó y logró bajarle el tono a un discurso de Juan Pablo II sobre la corrupción y la impunidad en el país. Aquella maniobra fue penosa, pero real. Ahora, bien podría decirse que la ficción superó a la realidad. Alguien le debe una disculpa al Papa".
Rubin, hoy: "El Gobierno seguramente respiró aliviado. No quedó como el autor de un gran papelón. Obviamente, todas las miradas se posaron en Karcher. La explicación de que fue un telegrama y no una carta no despeja la esencia de la cuestión: el texto papal existió. Y menos aún que inicialmente haya dicho que el Papa estaba muy enfadado por la presunta carta apócrifa, que supuestamente tenía defectos de forma que la hacían inverosímil. Al día siguiente, también el embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero, reveló que el Papa lo había llamado a primera hora para decirle que también estaba enojado, pero por todo lo contrario: porque se haya dudado de la autenticidad del texto, que ratificó en un todo, según dijo el diplomático.
Las especulaciones que disparó el episodio sobre los motivos de las marchas y contramarchas del caso son para todos los gustos. E incluso el lector, con su imaginación, podrá agregar nuevas hipótesis. Pero lo cierto es que fue un hecho lamentable que fastidió al Papa, en el mejor de los casos, una confusión lastimosa (algunos dicen que Karcher interpretó mal un comentario que escuchó en el Vaticano sobre la carta). Acaso el paso de los días permitirá completar un rompecabezas al que claramente le faltan todavía algunas piezas. O quizá sea uno de esos enigmas que nunca se aclaran totalmente.
Y que, a tono con el ámbito vaticano, evocan las imaginarias intrigas que le hicieron ganar millones a Dan Brown. Mientras tanto, lo conveniente parece ser no sumar más confusión".
Del pedido de disculpas al Papa que debía hacer el gobierno, a refugiarse en Dan Brown. Rubin se ha recibido de digno integrante del #RelatoAntiK.
Pasemos a La Nación, que ayer se negaba a informar que en el Vaticano le habían ca*ado la mala nueva (tardó 5 horas en publicar la desmentida papal).
Laborda, ayer, titulaba, saltando en una pata: "El más misterioso de los papelones presidenciales". Y escribía: "Nada borrará el papelón que representa para el Gobierno haber difundido durante siete horas en el sitio web de la Presidencia de la Nación la falsa misiva del Sumo Pontífice, hasta que se produjera la rotunda desmentida por parte del responsable de protocolo del Vaticano, el sacerdote argentino Guillermo Karcher.
No podrá dejar de llamar por bastante tiempo la atención que la administración kirchnerista cuente con un regimiento de colaboradores que pueden contar la cantidad de horas, minutos y segundos que los medios de comunicación masivos dedican diariamente a los hechos delictivos, como ha dado cuenta recientemente el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y con un jugoso presupuesto para tareas de inteligencia, al tiempo que carezca de un empleado capaz de confirmar la autenticidad o falsedad de una carta del Papa a la Presidenta.
Tanto el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, como el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, insistieron anoche en que la supuesta misiva papal llegó a la cancillería argentina de la misma forma en que llegan todas las cartas de la Nunciatura Apostólica y a través de la misma persona que habitualmente entrega ese tipo de correspondencia, por lo cual "no había motivos para dudar de su veracidad".
Faltó seguramente una mirada más atenta a la carta, que presentaba varias diferencias con al menos una anterior carta del Papa a la jefa del Estado argentino. La carta que Karcher calificó como "trucha" tenía un membrete de la Nunciatura, pero no sello; exhibía errores de tipeo poco frecuentes en esta clase de documentos, en la firma de Francisco y en la expresión "todos los argentino" en lugar de "todos los argentinos".
El estilo de redacción tampoco parecía el habitual, en tanto se tuteaba a Cristina Kirchner, algo que Francisco no acostumbra a hacer, al menos en sus cartas.
Quedará también para la discusión el sentido del mensaje del texto. Si bien Karcher señaló que "el contenido no es que esté fuera de lugar", en tanto se refiere a "los deseos que todos los argentinos tenemos para las fiestas patrias", la carta descalificada hablaba del deseo de que los argentinos encontremos "caminos de convivencia pacífica, de diálogo constructivo y de mutua colaboración" y planteaba la necesidad de que "crezca por doquier la solidaridad, la concordia y la justicia". Cualquier malpensado, o no tanto, podría entender ese mensaje como una manera diplomática de cuestionar los problemas que tiene la justicia argentina y la falta de diálogo que, desde distintos sectores, se le ha criticado al gobierno kirchnerista.
Quedará por develar el misterio acerca de cómo y por qué llegó esa carta a las manos de la Presidenta. También, si algún funcionario de la Nunciatura no pudo haberse tomado alguna prerrogativa para la cual no estaba debidamente autorizado, como se intentaría insinuar desde el gobierno argentino. Finalmente, una hipótesis mucho más arriesgada sería que, sobre la marcha, alguien en la Santa Sede -o hasta el mismo Francisco- hubiera advertido que el texto de la misiva oficial con la cual el Papa saludaría a los argentinos en su fecha patria no era el más apropiado. Pero esto último equivaldría a desconfiar de la palabra del propio responsable de protocolo del Vaticano: implicaría que no hubo "un artista que hizo un collage", sino un redactor aficionado en la Nunciatura que no interpretó cabalmente lo que el Papa hubiera querido decirles a sus compatriotas".
Laborda, hoy, también le echa la culpa a Karcher (el de la mala leche): "Hay que reconocerlo. Las idas y venidas que provocó la supuesta carta trucha del papa Francisco a la presidenta Cristina Kirchner derivaron en un escándalo, pero el papelón no fue del gobierno argentino.
Fue un verdadero papelón diplomático, cuya responsabilidad le compete a un funcionario de la Santa Sede que habría actuado irresponsablemente al apresurarse a descalificar y desmentir una epístola papal que era auténtica, más allá de cualquier sospecha. Constituyó también una lección para este periodista, que -dejándose llevar por la contundencia de los primeros dichos del secretario de protocolo del Vaticano, Guillermo Karcher- cometió un serio error al adjudicar el papelón a la Presidencia de la Nación, en la columna publicada ayer en la edición impresa, por el que le corresponde disculparse ante lectores y funcionarios.
Aunque la intención de la Nunciatura es dar vuelta la página y dar por cerrada la polémica, ésta sigue alimentando varios enigmas y no pocas sospechas sobre la existencia de alguna pugna interna en el Vaticano sobre las relaciones con el gobierno argentino.
El mayor interrogante es qué motivos tuvo realmente Karcher para desmentir, con términos tan rotundos como inapropiados en un responsable de protocolo del Vaticano, la existencia de la carta, tildarla de "trucha", de haber sido hecha con "mala leche" y adjudicarla a "un artista que hizo un collage". No menos extraño es que Karcher dijera posteriormente, en diálogo con la corresponsal de LA NACION en Italia, que confirmó que se trataba de una misiva falsa con el secretario personal de Francisco, el padre Fabián Pedacchio, y que éste consultó al Papa. Por si esto fuera poco, señaló que el Pontífice se quedó "atónito" al enterarse de esta cuestión y aseguró en su cuenta de Facebook: "Carta trucha! Con el Papa no se juega!!!"".
Descorazonador, ¿no?
El abatido Laborda, por lo menos, es arropado por el cacerolo golpeador de puertas Obarrio (especialista en ser desmentido por el Papa), las bromas bolud*s del Opus Dei y el católico militante De Vedia, además de un intento de explicación de la empresa paraperiodística que resulta entrañable. Simulando que le preocupa su credibilidad, La Nación pide desviar la atención a temas mucho más importantes: "El episodio deja varias conclusiones: nunca para un diario como LA NACION es grato haber informado desde su portada un hecho que, a la postre, resultó inexistente, pese a haber sido vehículo involuntario de esta confusión gestada en Roma.
Veinticuatro horas después, el equívoco parece un insólito malentendido en la sofisticada diplomacia vaticana, enfocada en estos días en temas más trascendentales, como la visita de Francisco a Tierra Santa".
Mientras tanto, los de Perfil los dejaron solos a sus secuaces. Apenas si reflejan la repercusión del incidente en medios italianos y un artículo en contra de Karcher, pero ninguna de sus plumas ilustres se anima a reírse de sus compañeros de tropelías...
Es que los de Perfil esos sí que están en temas más importantes: "EDITORIAL PERFIL INFORMÓ A LA AFSCA SU VOLUNTAD DE ADQUIRIR SIETE SEÑALES DEL GRUPO CLARÍN".
Ajá, mírenlo a Fonte, el nuevo testaferro de Magnetto.
¿Quién hubiera dicho, no?
Más:
Una clase de periodismo
La Nación sabía que la carta del Papa a Cristina era verdadera
sábado, 24 de mayo de 2014
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1 comentarios:
falta lo que dijo un novato Wald en C5N con el intolerante Feinmann, deben quedar todos escrachados, después se la dan de gente seria y responsable, son unos ladri que andan rascando en la página de Presidencia para ver como pueden hacer mierda un país, mafiosos que no les importa nada ni respetan como dijo Bergoglio la UNCioN DEL PUEBLO HACIA UN PRESIDENTE, VAMOS CRISTINA !
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