martes, 26 de noviembre de 2019

El hilo sobre la mentira de la meritocracia que se hizo viral

El español Eduardo Manchón se hizo famoso hace 12 años. Él y Joaquín Cuenca Abela (a la izquierda, en la foto), amigos desde el instituto, vendieron su 'startup' Panoramio a Google, convirtiéndose en los primeros españoles que realizaban una venta a un gigante tecnológico de ese tamaño. Con el tiempo, Manchón ha fundado varias 'startups' y actualmente es el CEO de Mailtrack.
Para Manchón, nacido en una ciudad de menos de 20 mil habitantes e hijo de un albañil y una empleada de fábrica textil, conquistar Google podría haberle habilitado para hacer alarde de una historia superación personal, meritocracia y cultura del esfuerzo. Pero no lo hace. De hecho, está en contra de todos estos lugares comunes y los rechaza sin miramientos cada vez que puede, como en este hilo en su cuenta de Twitter, días atrás.
"¿Cuál es el significado real de la suerte aplicado a nuestra experiencia personal? ¿Éxito y capacidad van juntos? ¿Cuánto hay de brillantez en un track record guapo? ¿Es la meritocracia real o un espejismo?
Siempre se asocia la capacidad al éxito, pero yo creo que la correlación entre capacidad y éxito es extremadamente baja. No me parece que los exitosos sean más capaces que el resto de la población, no puedo validar esta hipótesis, ni la contraria, pero contaré mi experiencia.
En mi experiencia personal, una persona exitosa, capaz o no, sufre una concatenación de eventos positivos que le llevan al éxito. Un mero efecto probabilístico idéntico a la concatenación de eventos negativos que lleva una persona, capaz o no, al suicidio o las adicciones.
Sin embargo, tendemos a pensar que la gente que ha tenido éxito es más capaz, más inteligente y que de algún modo se merece el éxito, suponemos que algo habrá hecho bien o mejor que el resto, de lo contrario no habría llegado al éxito.
No estoy de acuerdo. La gente de éxito no ha hecho nada mejor que el resto, pero cabalgan a lomos de una mezcla de profecía autocumplida y círculo virtuoso a todo trapo porque los eventos casuales positivos aumentan la probabilidad de más eventos positivos y viceversa.
En mi caso, la concatenación de eventos fue conocer al genio de Joaquín Cuenca Abela, a los 14 años, estudiar con él en Valencia, conocer a Ubaldo Huerta y su Loquo, montar Panoramio y venderlo a Google en 2007. ¿Tuvo mérito? Pues ni sí, ni no, ni lo contrario. Es que esa no es la cuestión.
Podríamos haber trabajado en Panoramio igual de bien o de mal que lo hicimos, ser igual de capaces o incapaces y que en lugar de una sonada venta a Google, Panoramio hubiera pasado por el mundo sin pena ni gloria.
A la concatenación de eventos fortuitos previa que sentó las bases, hay que sumar coincidencias temporales tales como el lanzamiento de la API de Google apenas unas semanas antes, sin la cual el proyecto simplemente no se hubiera concebido.
Por no hablar del rol de John Hanke, actual CEO de Pokemon Go, que en aquella época acababa de vender Keyhole (luego llamado Google Earth) a Google. John se enamoró de Panoramio y convenció a todos en Google para comprarnos. ¿Mérito de quién?
Pero John jamás habría sabido nada de nosotros si no hubiera seguido a uno de los primeros blogs sobre Google Earth. Su autor nos pidió crear un archivo KML para ver las fotos de Panoramio en Google Earth a cambio de mencionarnos. Nosotros cumplimos, él cumplió.
Y cuando tras un año de colaboración con Google se les ocurrió ponernos como capa por defecto en Google Earth ni ellos mismos esperaban hacernos multiplicar el tráfico por 30 al día siguiente y darles a un equipo de tres tipos más tráfico que el sitio del diario El País.
Y podría seguir y seguir contando batallitas y más batallitas, eventos de baja probabilidad y alto impacto que se concatenaron. Pero ni fuimos los tipos más suertudos del universo, ni lo contrario, porque no se trata de eso.
La cuestión es que, conforme pasaban cosas fortuitas positivas, aumentaba la probabilidad de que pasaran nuevas cosas fortuitas positivas. Y aún mejor, la buena suerte, encima de buena suerte, tiene un efecto multiplicador bestial.
Subir el primer escalón de la fortuna es muy difícil, pero no sólo el segundo es más fácil y el tercero aún más, sino que el efecto multiplicador hace que cada nuevo paso te catapulte y te haga subir varios escalones de golpe.
Y el círculo virtuoso comienza a trabajar. La fortuna te lleva a una situación privilegiada donde tienes acceso a más información y posibilidades que el resto, esto te permite aprender más y hacerlo mejor, lo que te vuelve más capaz independientemente de que fueras un inútil o no.
Esa capacidad aprendida es innegable, pero lo que es perfectamente negable es el mérito. La fortuna ha permitido mejorar la capacidad y una con la otra han llevado al éxito, pero no ha sido la capacidad inicial la que llama a la suerte, ni provoca el éxito. No es merecido.
Y el círculo virtuoso sigue operando. Tras un éxito, tienes buenas ofertas, lo que aumenta exponencialmente la probabilidad de reencuentro con la diosa fortuna. Como vendí Panoramio, luego Nacho González me traspasó el maravilloso Mailtrack. Oye, así cualquiera.
Mailtrack es un proyecto que siempre ha sido arrastrado por la demanda del mercado. La de gente de capacidad muy discutible que me he encontrado surfeando un tsunami de demanda del mercado, haciéndolo todo mal y todo viento en popa. Yo me veo bien, pero a lo mejor soy un patán.
Hay muchas conclusiones de esta visión. Para mí, la más relevante es que se puede favorecer el acceso a la suerte y por tanto al éxito, independientemente de la capacidad y por tanto del mérito. Que el acceso a la suerte sea universal es clave para aprovechar el potencial del país.
Sin embargo, la exposición a posibles eventos positivos no es igual en la población. Quienes puedan ser más expuestos a la buena suerte (por ejemplo, en un colegio exclusivo) tendrán más éxito, se lo merezcan o no, sean más capaces o no.
Y el círculo virtuoso que da la impresión de "inteligencia heredada". Los padres o familiares con éxito tienen información privilegiada sobre el mundo, que transmitirán a sus hijos que, más capaces o no, inevitablemente comienzan con mejores cartas. Enchufes aparte.
Es curioso que hayan sagas familiares en tantas áreas, incluso en el deporte o las artes. No es sólo genética, ni práctica, ni capacidad. Si alguien con información privilegiada, porque tuvo suerte, te explica las claves del cotarro, tienes una ventaja brutal.
Si tu padre era albañil sin estudios, pues difícilmente te va a dejar colocadito en el track donde se reparte la buena suerte, bastante fortuna tendrás si consigue pagarte los estudios. Ese fue mi caso, así que fueron requeridas cantidades industriales de siempre inmerecida suerte.
Y veo normal y genial que todo el mundo busque lo mejor para los suyos, pero creo que es importante comprender el rol de la suerte que nos marca desde el mismo momento del nacimiento (país, familia, ciudad) con todas sus consecuencias posteriores y desligarlo del mérito.
A la distribución equitativa de la suerte se le llama "ascensor social" y es lo que permite a un país aprovechar todo su talento. Al igual que el gobierno, las élites y la riqueza de un país deberían ir rotando, lo contrario produce mediocridad".
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