Así de fulminante es el balance que hace Claudia Albrecht del segundo mes que lleva comiendo solamente los productos de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) del Indec. Claudia es nutricionista y voluntaria del proyecto Czekalinski, por el cual un grupo de voluntarios cordobeses pone el cuerpo para mostrar los efectos de alimentarse con la principal herramienta con la que el Indec mide la pobreza en Argentina. La CBA es en realidad un indicador, con cantidades determinadas de 58 productos –deben ser los más baratos del mercado– y su valor mensual es de unos 4.234 pesos. Se supone que hay más de 11 millones de personas que se alimentan de esta manera, y casi 4 millones de indigentes que ni siquiera llegan a eso.
Hasta ahora, nunca nadie había investigado qué pasaría si alguien comiera esa canasta.
Martín Maldonado (Conicet-UNC) no sólo es coordinador del proyecto Czekalinski, sino también uno de los voluntarios. Su relato es contundente: “Bajé cinco kilos, me siento cansado todo el tiempo. Estoy harto, podrido, enojado y con hambre”, resume. Y explica que “el primer mes fue de sorpresa y de mucha movilización por la repercusión de este estudio. A los 22 días de ese mes se me había terminado la comida, y tuvimos que agregar un extra, no llegué a fin de mes. Pero ahora, que me organicé un poco mejor, llegué a los 30 días pero pasando hambre. Me cansé de tener hambre. El hambre es una sensación constante. Es como un ardor leve con ubicación precisa, justo en la boca del estómago”.
Como estrategia, Martín recurrió al pan, el producto más abundante de la canasta (7 kilos al mes). “Comencé a comer pan a toda hora, cuando tenía ganas, porque sí. Y el placer duró menos de una semana. Ya me siento peor que al principio”. Y reflexiona: “En Argentina, hay 15.908.712 personas que tienen esta relación cotidiana con el hambre. Y vos no lo sabías. Casi 16 millones de personas que te lo tratan de decir, pero vos no sabés escucharlos, perdiste la capacidad de escucharlos”, interpela.
Además de los seis voluntarios de la canasta básica, el proyecto incluye seis personas que comerán igual que siempre –es el denominado “grupo de control”– y otras seis que seguirán la Guía Alimentaria para la Población Argentina (Gapa), la recomendación oficial de la Secretaría de Salud para una alimentación saludable. O sea, lo que en realidad debería comer la población, que cuesta al menos 50 por ciento más que la canasta básica.
El proyecto Czekalinski busca demostrar los efectos de comer una canasta que se adivina obsoleta, pero también proponer una medición multidimensional de la pobreza, tal como sucede en otros países".
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