Ayer posteábamos sobre la matriz mal educada del kirchnerismo bárbaro, que ha violentado las bases civiles de una sociedad argentina acostumbrada a los civilizados ilustrantes de los buenos modales.
Aquí, tenemos un par de ellos: el padre del cansador de guanacos, y el marido de Esmeralda, ex Sushi, que tan bien dejó al país.
Veamos su pensamiento desbordante de las mejoras maneras y el respeto de tono bajo, casi de locutor, en diálogo con el antro por excelencia de los educados, La Nación.
Llach: "La decadencia argentina empezó cuando las clases ilustradas abandonaron la política. Eso comenzó en 1930. Ese abandono nos costó sangre, sudor y lágrima, por eso lo de mi hijo Lucas (candidato a vicepresidente por la UCR de Ernesto Sanz) me alegra mucho".
Lopérfido: "No permito en el Colón que toque una banda de rock. Lo prohíbe la ley, que dice que el Colón es para el ballet, las formas sinfónicas y la ópera".
Mientras tanto, el papá de Alvarito, desde el diario de los conquistadores modernos, se lamentaba esta semana: "¿Cómo es posible que todavía la sociedad argentina siga cautiva de la hipnosis suicida con que la sedujo hace sesenta o setenta años un coronel inculto y fascistón y que ha llevado al país que fue el más avanzado del continente americano y uno de los más prósperos y modernos del mundo a la decadencia, la ruina económica y la miseria moral que representa la presidenta Kirchner?".
Este sector siente que los guarangos se van a salir nuevamente con la suya. Algo deberán hacer: dólar, Justicia, algo. Para seguir corriendo y matar de cansancio a los salvajes.
miércoles, 15 de julio de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
De Llach y Lopérfido, apenas se puede decir algo. Tienen tan poco que ver con la cultura, el pensamiento y las ideas que no vale la pena. Llach hablando de clases ilustradas y Lopérfido del concepto de cultura (sin ni siquiera indicar cuál es la acepción que pone en juego).
Lo del papá de Alvarito es más comprensible: pobre, su karma fue, es y será no ser Julio Cortázar. Por más que le hayan dado un premio Nobel y que ande por el mundo haciendo las cosas que Julio esquivaba, no tendrá jamás la lucidez de Cortázar y mucho menos la frescura de su pluma. Tiene más palabras que ideas y se le nota. Y él, esto es lo peor, lo sabe. Por eso se vengó de Cortázar veladamente en el prólogo a los cuentos completos en donde intentó hacer pasar como cortedad de miras el compromiso que asumió Cortázar con la revolución cubana entre otras cosas.
Esa conciencia de ser solo y a lo sumo Vargas Llosa lo perseguirá hasta su muerte. Los libros de Vargas Llosa, vaticino, se venderán en breve en los mesones de oferta. Cosa que con los libros de Cortázar no ha pasado nunca, para desesperación de sus lectores más secos, entre los que me cuento.
Publicar un comentario