En 2004, el periodista del Grupo Clarín, Daniel Santoro publicó el libro "Técnicas de Investigación. Métodos desarrollados en diarios y revistas de América Latina", en el que se presenta como un experto con la autoridad suficiente como para definir qué es el periodismo de investigación y cuáles, las mejores técnicas para realizar un trabajo de excelencia.
Luego de haber firmado la fallida nota contra Máximo Kirchner (tema que desapareció del diario Clarín inmediatamente después de la desmentida del hijo presidencial), Santoro podría haber vuelto sobre algunos de sus propios consejos, plasmados en ese manual:
"La ausencia de una tradición de este género en América Latina crea confusiones entre los contenidos de una investigación periodística seria y profunda y las meras primicias. Un primer indicio para establecer si se está frente a un ejemplo del primer caso consiste en observar si el autor fundamenta lo que sostiene en entrevistas, documentos, fuentes o citas bibliográficas.
A finales de 2000, el equipo de investigación de Clarín debatió si se debía o no citar las fuentes. Los periodistas más jóvenes sostenían que al hacerlo se perdía espacio, se sumaba ruido al relato y se volvía aburrido el texto. Los más veteranos -entre los que me incluyo- defendimos la necesidad de hacerlo para darle al lector indicios sobre el origen de la información, sin romper los pactos de anonimato cuando existieran, aunque ello conspirase contra el ritmo del relato. La atribución de fuentes permite que el lector conozca de dónde proviene la información y no deba creer en algo sólo porque lo dice un periodista, por más prestigioso que sea. En todo caso, si la tensión dramática del relato lo exige, es posible citar las fuentes en un recuadro que acompañe al texto.
Otro indicio para reconocer una investigación periodística se encuentra en que nunca sigue los parámetros de lo que con ironía se denomina la teoría conspirativa de la historia. A los periodistas que ven tramas de corrupción donde no las hay o sacan conclusiones sin fundamentos, en Argentina los bautizamos "cazadores de platos voladores". Ni ellos ni los que llamamos denunciólogos producen trabajos serios y profundos como los del género del que trata este libro. Quienes todos los días tienen una historia negra para contar, en
realidad ofrecen conjeturas sobre los sospechosos de siempre sin datos verificables. Su táctica de marketing se reduce a dar golpes de efecto sobre un tema a partir de sospechas pero sin pruebas. Una semana después lo sepultan y buscan otro asunto sensacional, y de nuevo generan mucho ruido sin descubrir resultados concretos.
Tampoco realizan investigación periodística aquellos periodistas serios pero impacientes que sólo cazan los rumores o las versiones de pasillo de un caso de corrupción y lo publican inmediatamente, sin intentar conseguir el más mínimo indicio o prueba documental de lo que sostienen.
En Defensa de la utopía, Tomás Eloy Martínez explica: "El lector no se sacia con el escándalo sino con la investigación honesta, no se aplaca con golpes de efecto sino con la narración de cada hecho dentro de su contexto y de sus antecedentes. Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con denuncias estrepitosas que se desvanecen al día siguiente, sino que se lo respeta con la información precisa. Cada vez que un periodista arroja leña en el fuego fatuo del escándalo está apagando con cenizas el fuego genuino de la información. El periodismo no es un circo para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta"".
Fuente
domingo, 5 de abril de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario