Por Juan Manuel Alessandro
Máster en Defensa y Estrategia
Por definición, ser opositor presupone una reacción de carácter tardío o supeditado a una acción que la antecede. A la oposición hay que reservarle la espera ya que responde, de forma automática, siempre de la misma manera y como consecuencia de un discurso anterior. De esta forma, si la oposición es preexistente a la propuesta se convierte en necedad y si es sistemáticamente posterior se transforma en brutalidad. Tal es así que el opositor sólo tiene como contrapropuesta su imagen, hueca, vacía, apenas un slogan.
Frente a la acción, las políticas de Estado, las medidas concretas, la oposición tiene su apresurado NO como toda posibilidad. En algún momento, de mayor altura política, la mecánica era diferente: había un debate, un trabajo intelectual, una coherencia partidaria, una intención de construir hacia el futuro y posiblemente un interés nacional por sobre al individual. En la actualidad, se ha modificado esa maquinaria en desmedro de la población y en favor de la mediocridad opositora.
El ignorante, el oportunista, el improvisado se constituye como alternativa con el sencillo slogan de “estar en contra de...”, por eso es que una sencilla descripción de algunos puntos a tener en cuenta sirven como decálogo del buen opositor argentino, a saber:
*Para ser opositor es recomendable anular la memoria negando todo aquello que forma parte del pasado injusto y comprometedor.
*Es necesario también desterrar el argumento en favor del monosílabo ambiguo y balbuceante.
*Es de buen opositor sonreír socarronamente a falta de respuestas, negar lo dicho segundos antes si a fuerza de ser torpes hemos pronunciado alguna sentencia inconveniente pero sincera.
*Se hace imprescindible esconder las intenciones íntimas y desdibujar los lazos que lo conectan convenientemente con los poderes económicos que lo incentivan con la promesa de devolver las atenciones y las concesiones.
*Para ser opositor hay que tener flexible la cintura ya que serán muchas las agachadas y los quiebres necesarios para llegar a destino.
*Se torna imprescindible centrar el discurso en la malevolencia del otro ya que las virtudes propias son inexistentes.
*Se deberá utilizar frecuentemente el latiguillo de “LA GENTE” presuponiendo un profundo conocimiento del sentir popular aunque se frecuenten siempre los mismos cuatro lugares y se hable siempre con las mismas cuatro personas.
Hay que echar mano de la desvergüenza para poder enfrentar una cámara proponiendo soluciones para los problemas de los que se es causante, total “LA GENTE” olvida de inmediato y, puesta a odiar, puede llegar a escuchar a Cavallo proponiendo soluciones económicas, por ejemplo. Y si el rival a vencer, contra todos los pronósticos, cuenta con capital político sólido y con el aval de buena parte de la población, entonces se deberá constituir una fuerza que adhiera a todo tipo de acciones para debilitar, socavar, corromper e instalar un estado permanente de desánimo exagerando o inventando los errores y negando los progresos, para que tal estado de cosas se le adjudiquen al gobierno al que, necesariamente, deberá castigarse votando a la oposición.
La ecuación parece infalible.
Sólo tiene un obstáculo: la realidad.
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1 comentarios:
No descartes ser opositor desde el 10 de Diciembre de 2015. Quién sabe?
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