"De chico recuerdo cuando me preguntaban si mi viejo era el montonero, mi respuesta era instantánea: "Sí, ¡y mi vieja también!"
Por lo general, la pregunta no siempre era de buena manera y por lo tanto mi respuesta era puramente provocativa, una forma de redoblar la acusación.
Con el tiempo la incorporé como natural y la fui resignificando, en el sentido de darle valor, de reivindicar la lucha de las mujeres, en un plano de igualdad de condición con el hombre.
Pero vamos a ser francos, en una sociedad masculina la igualdad no está dada por todos en las mismas condiciones ya que, para ser igual, la mujer tiene que ser igual al hombre.
Osvaldo Bayer cuenta cómo la guerra civil española trastocó el rol que tenían las mujeres anarquistas. Un ejemplo de esto es el grupo Di Giovanni de la década del veinte, en donde: “Los anarquistas no permitían que las mujeres se expusieran en el uso de las armas; ellos decían que la mujer traía la vida al mundo y que por eso no debía matar. Las mujeres tenían otra misión: eran las protectoras de los activistas, las que los escondían cuando estaban perseguidos. En una palabra, compartían con ellos la vida y el amor, eran sus protectoras, madres y amantes. El oasis donde calmar la sed y restañar las heridas”.
Pero muchas veces las condiciones y la intensidad de lucha las pone el enemigo y los crímenes cometidos en la guerra civil española al igual que en la Argentina colocaron a las mujeres al frente de batalla.
Mika fue una de ellas, la única mujer con grado de capitana que comandó una columna del POUM en las fuerzas republicanas, nacida en un pueblo de Santa Fe. Su relato de vida es apasionante y está narrado en el libro de Elsa Osorio.
En nuestra patria, nos podemos remontar a casos como el de Juana Azurduy, que acompañada por una tropa de amazonas, dirigía cargas de caballería, estando siempre en las primeras líneas de fuego. Así como Pepa la Federala, que se graduó de caballería en los ejércitos rosistas y estuvo al mando de veintiséis voluntarios, o Pascuala Meneses que intentó participar de la campaña de los Andes vistiendo ropas masculinas, bajo el nombre de Pascual Meneses, hasta que la descubrieron.
Son muchas las mujeres con altísima dignidad, como Victoria Romero de Peñaloza y tantas otras compañeras desconocidas gigantes, que como dice Silvio: "No hay libro que las aguante"".
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sábado, 20 de diciembre de 2014
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