viernes, 26 de diciembre de 2014

Las chances de La Florería

Por Néstor Leone
Sociólogo y periodista

"Si sacamos el transporte público adelante, si le devolvemos el tren a la gente, voy a ser candidato", se animó a presagiar Florencio Randazzo en algún momento del segundo semestre de 2013 y a repetir con insistencia desde entonces. "A presidente", tuvo que explicitar en aquella oportunidad. "A presidente", sostiene hoy toda vez que algún analista intenta describir sus posibilidades en la provincia de Buenos Aires o que algún "trascendido" pretende ubicarlo como eventual postulante a gobernador. Parece convencido: el ministro del Interior y Transporte considera que está en condiciones de representar más cabalmente al kirchnerismo y, sobre todo, que tiene muchas chances de enfrentar con éxito en las primarias a Daniel Scioli, el contrincante que picó en punta en el universo de candidatos del Frente para la Victoria.
Por lo pronto, Randazzo logró lo que otros, con parecidas intenciones, hasta ahora no pudieron. Que se lo considere parte de la disputa. Que se lo ubique como contendiente del gobernador. Más rezagados, tanto Aníbal Fernández como Jorge Taiana o Agustín Rossi, por ejemplo, no fueron más allá de los meros deseos. E, incluso, al gobernador entrerriano Sergio Urribarri, quien aparecía tiempo atrás con más ruedo potencial, le está costando demasiado despegarse de ese lote. Débiles en conocimiento público, en algunos casos; de pobres saldos entre imagen positiva y negativa, en otros; con baja intención de voto, en general, siguen en carrera, pero con escaso margen. Randazzo estaba entre ellos a principio de año. Y pudo subir al ring, a poco de andar, con una gestión que tiene en la recuperación de los trenes su mayor atractivo y, en los últimos meses, con la decisión de confrontar más abiertamente con el sciolismo.
Rivales
Vicepresidente de Néstor Kirchner en 2003 y gobernador bonaerense desde 2007, Scioli acapara las miradas. Tiene un conocimiento público extendido y una relación tan persistente como zigzagueante con el oficialismo, del que forma parte, sin pertenecer a su núcleo duro en términos identitarios o ideológicos. Y, a su vez, sin soltar amarras. Entre sus atributos se le adjudica cierta facilidad para quedar escindido de las críticas que pudieran hacerle a la gestión que encabeza. Y eso lo potencia. Aun en los contextos adversos. Sentido de la oportunidad o manejo ubicuo de las cosas, señalan algunos. “Protección mediática”, dicen sus detractores. Entre ellos, el propio randazzismo, que pretende ser su contracara y lo sitúa como parte del tándem de presidenciables “protegidos” por el establishment. Por supuesto, junto a Macri y Massa.
Precisamente, con Macri y Massa, Scioli encabeza las más variadas encuestas de opinión. En primero o segundo lugar, según la medición de la que se trate. Aunque sin descollar en ninguna. Esto y aquella “persistencia” fue lo que le permitió a sus allegados vociferar que ya era el “candidato natural” del kirchnerismo. Algunos diálogos informales con ciertos gobernadores y algunos actos en el interior del país parecían confirmar el aserto. Pero no. El kirchnerismo no parece tan a gusto con “naturalizar” este tipo de cuestiones. Y, menos, que le apuren los tiempos. Sobre todo, a los de paladar negro, los más reacios a ver en Scioli una posible continuidad. Cierto vacío inesperado en un acto en Mendoza donde esperaba escenificar ese predominio, ciertas críticas luego de participar de un acto pejotista en La Matanza por no “defender” suficientemente a Cristina y alguna declaración de la Presidenta que fue entendida como reproche público forman parte de ese mensaje.
En ese sentido, ampliar (y capitalizar) esa hendidura es uno de los desafíos del randazzismo. La “intersección de votantes” que existe entre Scioli, Massa y Macri entusiasma puertas adentro. Plantea una competencia múltiple para el ex motonauta, que bien podría ser aprovechada en un mano a mano en donde la simultaneidad de las primarias tiene su peso. Acceder a la adhesión (convencida o por default) de esos sectores propios, más reacios a Scioli, aparece como condición necesaria. Tan necesaria como lograr que el resto de los contendientes con menores posibilidades dentro del kirchnerismo desistan de sus intenciones. “Tensar” hacia adentro, para forzar un clivaje más ideológico, seguramente, será parte de la estrategia del hombre de Chivilcoy.
La Electora
De lo que sí están convencidos en cercanías del ministro es que la Presidenta será la gran electora del Frente para la Victoria. Implícitamente, lo más probable. Con más de un gesto, tal vez. Además intuyen que la capacidad de Cristina para no resignar la iniciativa política, pese a los pronósticos en contrario, y la recuperada centralidad de su figura no sólo le generará mayores márgenes para no depender más que de la suerte de su gestión, sino que también le permitirá quitarse de encima el famoso “síndrome del pato rengo”. De ahí que el momento de las definiciones quizá también pueda prolongarse. Con cierto beneficio, arguyen, para las posibilidades de Randazzo, en tanto ministro con visibilidad creciente de su Gabinete y en tanto efecto decisivo sobre los otros actores del tablero (gobernadores y referentes territoriales de toda laya, por ejemplo) que tampoco apurarán las suyas.
Una reunión prolongada con Máximo Kirchner en Río Gallegos, la proliferación de afiches con Cristina o la ubicación privilegiada en algunos estrados (la conferencia de la UIA, sin ir más lejos) trajeron muchas especulaciones a cuestas. Lo mismo, las fotos que se tomó con Scioli en varios actos oficiales. Pero más allá de eso, Randazzo sabe que buena parte de lo que pueda crecer de aquí en más dependerá de los resultados que coseche en su gestión cotidiana. Sobre todo, aquella que lo tiene a cargo del sistema ferroviario. A sus avances concretos, por cierto. Y al horizonte de expectativas que pueda trasmitir (o generar) en un país en donde el tren forma parte de la memoria emotiva de mucha gente y en donde la desarticulación del sistema se cobró demasiadas víctimas.
El juego electoral, por estas y otras razones, parece abierto. Ajeno a las definiciones taxativas. Y reñido con los pronósticos apresurados. Para Randazzo, eso ya es un buen augurio".

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