lunes, 15 de diciembre de 2014

La hija de Pinochet y el ataque opositor a la política de DD.HH

Jacqueline Pinochet Hiriart, una de las hijas del fallecido dictador chileno Augusto Pinochet, acusó al gobierno de Michelle Bachelet de perseguir a su familia, se quejó porque siente que la sociedad chilena está dividida y exigió el final de los juicios contra los militares acusados de cometer delitos de lesa humanidad durante la dictadura que encabezó su padre.
“No sé si es la señora Bachelet o su entorno los que se encargan de mantener viva esta odiosidad hacia nosotros, pero fue en su anterior mandato cuando se armó una historia para meternos presos con mis hermanos y con mi madre (2007), acusándonos de malversación de fondos fiscales, ¡cuando nunca fuimos funcionarios estatales! Fue una pasada de cuenta”, se quejó.
—¿Acusa persecución?
—¡Absolutamente!
—¿De parte de quién?
—De algunos comunistas, socialistas, pero no es nuevo, viene hace 41 años; esto tiene tiempo, trabajo y publicidad. A mi padre lo tienen entre ceja y ceja, y por mala pata nos tocó a nosotros. Y por supuesto la gente de derecha ‘si te he visto, no me acuerdo’; se desentienden. No los critico, los comprendo... Para mi familia no ha sido fácil, nos han dado duro, no nos han dejado vivir. A mi mamá, de casi 91 años, no la dejan en paz. Por lo visto están aplicando eso de ‘ni perdón ni olvido’; injusto para uno que no ha tenido nada que ver.
Conocida como la hija rebelde del genocida, Pinochet Hiriart aseguró que buscó escapar de “lo que ha significado no ser yo, sino la hija de..., de esta cosa tan politizada, porque a los Pinochet nos han metido en el mismo saco, a pesar de que jamás participé en política. Quise ser una NN, que quien me conociera no tuviera el prejuicio de: ‘Ah, es la hija loca de..., la que se casó no sé cuántas veces’”.
Pinochet Hiriart regresó a Chile luego de vivir en Estados Unidos, a donde había viajo en 2012. Cuando volvió a su país, dice haber sentido “como si el tiempo se hubiera estancado, que volvía a la década de los ’80: la misma polarización, el mismo odio, la misma rabia... Antes el ambiente estaba más apaciguado, los ánimos tranquilos; podía encontrarme en un restorán con alguien que no quería a mi padre, y me lo decía, pero no me insultaban. No existía esa odiosidad de ahora en que una cajera es capaz de tirarme el carné encima cuando ve mi apellido”.
—¿Por qué habría revivido esa rabia?
—Hay un grupo de socialistas que mantiene el tema porque viven de esto; si se acaba, se quedan sin trabajo. Han tratado de destruir la imagen de Pinochet por todos lados. Mucha gente que trabajó con él decía que no sabía de los abusos; ¡perdón!, seguramente él tampoco, como tal vez la señora Bachelet, Lagos, Frei o Aylwin desconocen muchas cosas que ocurrieron en sus gobiernos, imposible tener el control de todo... Mi padre murió el 2006, sin embargo, necesitan mantenerlo vivo, y la TV ha contribuido en eso. Los programas sobre los 40 años (del golpe militar contra Salvador Allende encabezado por Pinochet) fueron aberrantes... la televisión en Chile es lo peor.
—Para muchos mostró hechos hasta entonces desconocidos.
—Fomentó el odio. Una verdadera historia hay que contarla desde el principio, con opiniones de lado y lado, pero no haciendo aparecer a los del MIR y a los de izquierda como mártires, porque si moría un carabinero o militar, ¡daba lo mismo! El tema de los detenidos desaparecidos es delicado, no soy quién para tocarlo. Empatizo con el dolor de esas familias, al igual que con las del otro lado que también perdieron a seres queridos. ¿Acaso alguien se ha preguntado cuántas mujeres de carabineros están viudas y sin un peso?, ¿cuántos uniformados murieron? Hubo mucho sesgo; todo lo malo ha sido de un solo sector. La mayoría de los artistas chilenos son de izquierda y vende más dejar como mártir a los suyos que a los militares.
—¿Y por qué nadie de los que apoyaron el Golpe sale en defensa de éstos?
—Porque la otra parte (derecha) tiene que seguir lidiando con un país manejado por los socialistas, si no, pierden la pega; necesitan subsistir. Mi conclusión es que nunca debimos llegar a eso, como tampoco al gobierno de Allende. Hubo razones para el golpe militar, no fue ocurrencia de una persona. El país creció en lo económico, no así en lo cultural; muchos se quedaron pegados en el pasado. Y hoy mi familia está en el ojo del huracán sólo para lo malo. Es algo persistente.
Pinochet Hiriart, en diálogo con la revista chilena Caras, también se atrevió a sembrar dudas sobre las razones de la muerte del padre de la presidenta Michelle Bachelet: “Gente de la Fuerza Aérea que conoció al general Bachelet cuenta que a él le habría dado un infarto luego de jugar a la pelota. Eso estaría en un informe escrito en el hospital de la Fach (Fuerza Aérea de Chile); a mí no me consta.
—Hay un fallo judicial donde se señala que la muerte del general Alberto Bachelet tuvo relación con su último interrogatorio, en que habría sufrido apremios físicos y sicológicos que desencadenaron el infarto.
—En eso no puedo meterme... Lo raro es que cada vez que sale una encuesta mala sobre la Presidenta, aparece una situación que sensibiliza a la gente. Ocurrió también hace unas semanas cuando frente a una baja en el apoyo, salió hablando de cuando había sido torturada; un tema en que se ha contradicho, porque después de asegurar varias veces que había sido víctima, en una última entrevista aclaró que no se trataba de torturas físicas, sino sicológicas...
—Que no deja de ser grave...
—¡A mí me han torturado sicológicamente 41 años por ser hija de Pinochet! Y eso que nunca me he metido en política. Insisto, se cargan para un solo lado. Al que mató a Jaime Guzmán (abogado constitucionalista, asesor de Pinochet), nadie lo toca; lo mismo el tipo que no tuvo empacho en contar que participó en el atentado contra mi padre, porque el delito está prescrito. Te aseguro que si hubiera sido militar, en cinco minutos está preso.  
—¿Desconfía de la justicia entonces?
—No creo mucho; fui perseguida y encarcelada sin cometer delito. Hay presiones, si no, actuarían distinto; ninguno quiere meterse. Y que sigan enjuiciando militares es espantoso. Por último, que hagan un plebiscito y les pregunten a los chilenos si quieren que sigan metiendo preso a cuanto militar existe, a viejos muriéndose. No digo que eran santos, pero los del otro lado, tampoco. Se desconoció la Ley de Amnistía... Lo único que nadie ha podido desconocer es que mi papá dejó Chile a otro nivel, que le cambió el pelo, y eso a muchos les duele, ¡les hierve la sangre!
Luego de desmentir que el padre le haya dejado una herencia multimillonaria (que en su momento fue motivo de investigación por parte de la justicia internacional), aventuró que “en algún minuto reconocerán la obra de mi padre. Quizá no estaré viva para verlo. Ojalá que en esa transición llegue una persona que no engendre odio, porque cuando lo inyectas en una sociedad, la gente termina polarizada, enrabiada y después anda tirando el auto encima o rompiendo todo en las protestas, como ocurre ahora. Tiene que haber un punto final, es la única manera de que este país surja, para que nuestros nietos crezcan sanos y puedan sentarse a la mesa el hijo de un mirista (integrante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria) con el de un militar sin que se odien”.
—Difícil dar vuelta la página cuando hay personas que aún buscan a sus familiares.
—Tendrá que ocurrir si queremos surgir como país. Con Bachelet será difícil, nunca la he visto conciliadora. En esta vuelta la noto distinta, absolutamente izquierdizada. Y a la gente más estresada, en un país cada vez más caro y con menos plata en los bolsillos. Entonces te pintan una historia de colores, que la educación gratis, ¡mentira! Eso no ocurrirá. Si quieren arreglar el tema, que partan por levantar el nivel de los estudiantes de pedagogía y pagarles más a los profesores.
—¿Cómo ha visto a la derecha?
—Hay dos derechas: la empresaria, que piensa, que se preocupa de sus trabajadores y que trata de tirar el país para arriba —la cual me representa—; y la derecha conservadora, con un discurso humano absolutamente falso. No se diferencia en nada de los socialistas renovados que por un lado predican y, por el otro, andan con corbata Hermés de cinco millones en el cuello. Es la derecha que va a todas las misas, pero en vez de escuchar al cura, los hombres conversan y las mujeres están pendientes de la que se operó o de la que está más flaca. La conozco de cerca, mi hijo acaba de salir del colegio Apoquindo que vendieron de un día para otro sin aviso, dejando a sus alumnos a la deriva. Hay mucho doble estándar, por eso no comulgo ni con la izquierda ni con esa derecha católica, que sólo permite en sus colegios a hijos de padres casados aunque se odien y el tipo tenga otra mina.

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