Por Lucas Crisafulli
Abogado. Docente. Miembro del Observatorio en DDHH de la UNCórdoba
Desde nuestro margen del poder mundial, con las características propias de la Argentina, podemos aventurar que lo que está en el centro del debate –o debiera estarlo– es la amalgama entre algunas características fenotípicas construidas como peyorativas y que legitiman la inferiorización –pigmentación de la piel por ejemplo–, con la clase social baja, y algunos elementos de la cultura vinculados con la música, la vestimenta, el look del cabello y, quizás con mayor importancia, los barrios que habitan los grupos estigmatizados como peligrosos desde los discursos securitarios o directamente racializados. Nuestro racismo vernáculo mixtura esos elementos para guiar prácticas estatales, discursos y representaciones sociales. Podemos hablar de un neorracismo latinoamericano que comparte características con el racismo diferencialista o cultural que definen Balibar o Wieviorka, pero que tiene especificidades propias del contexto.
Margullis y Belvedere (2003:79) constatan que a “medida que se desciende en la escala social, se oscurece el color de la piel”, entablando una relación entre clase y raza; más específicamente escudriñan la categoría de “racialización de las relaciones de clase” para referirse a la configuración simbólica, política y social donde la “raza” funciona como disvalor o estigma que acompaña a la clase. Es imposible negar el componente de clase para complejizar el nuevo racismo, pues no es el mestizo de clase media o alta el sujeto racializado y destinatario del prejuicio o de la violencia estatal.
También es importante mencionar lo que Reguillo (2012:77) denomina como socioestética, es decir la “relación entre componentes estéticos y su proceso de simbolización, a partir de la adscripción de los jóvenes a los distintos grupos identitarios”. Calzado, ropa, accesorios, formas de tatuajes, cortes y colores de cabello operan en el mundo simbólico en tres direcciones: identifica/diferencia/reconoce. En primer término, funcionan como emblemas para identificar-se entre los iguales, una marca de reconocimiento y adscripción a un grupo de pertenencia. En segundo término, actúan como una diferenciación de la Otredad, como parte de reconocer al otro como distinto. Por último, y el más relevante para nuestro análisis, funcionan para los miembros de las fuerzas de seguridad como una marca cultural con la cual reconocer al enemigo a combatir. En este sentido, y así como no cualquier característica fenotípica, ni toda clase social conlleva el estigma, no toda socioestética es portadora de prejuicio. La socioestética es particularmente regional y depende de la ciudad; por ejemplo, en Córdoba la socioestética racializada es la vinculada con la cultura del cuarteto4, o con la de la cumbia villera en el caso de Buenos Aires. La socioestética en particular, y la pertenencia identitaria en general de los jóvenes, se fusiona –y se completa siempre– con la música, funcionando en los mismos sentidos simbólicos que la ropa o el corte de cabello: identifica/diferencia/reconoce.
Si existe una clase que no puede elegir los lugares donde habita es la de los pobres. No sólo en el sentido de que la falta de recursos le imposibilita elegir el barrio donde vivir, sino también porque son parte de las manipulaciones geográficas de relocalización de las políticas sociales. Incluso, en un tercer sentido, los sujetos racializados tampoco pueden usufructuar con total libertad el espacio público, pues son asediados por el control policial que determina cuales son los pasaportes simbólicos aptos para determinados lugares, y qué credenciales fenotípicas-socioestéticas transforman al sujeto en un extraño, o directamente en objeto de castigo. No elegir el lugar donde vivir los hace presa fácil de los estigmas sociales de los territorios como “inseguros” o “tierra de nadie”. Se produce así el círculo vicioso sincrético, donde se es peligroso por habitar esos lugares, o esos territorios se transforman en peligrosos por ser habitados por dichos sujetos".
Seguir leyendo: Del racismo a la seguridad a los derechos humanos
jueves, 13 de febrero de 2014
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2 comentarios:
Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.
Mamita, cuanto delirio... de lo que no quedan dudas es acerca del daño que le hizo la negrada a este país ¿para qué sirven? ¿quién los trajo'
No quedan dudas que las "clases" populares son incapaces de realiza actividad laboral rentada alguna y son la columna vertebral del peronismo.
Que vuelva el General Roca.
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