El gobierno de Cambiemos ama las máquinas y lleva adelante su fe tecno-optimista desde su asunción. El credo es que siempre a más tecnología se consigue más progreso y que, por eso, siempre primero hay que aplicarla y luego medir los resultados. Si no, se pierde el tren del futuro. Con esa biblia en mano el Estado puede defender la apertura de todos los datos de los ciudadanos para “targetizar” mejor sus mensajes, tercerizar el manejo del Estado en grandes corporaciones y hasta cambiar la forma de votación por un sistema electrónico que ya fue descartado por los países más desarrollados del mundo.
El sistema electrónico no es necesario para garantizar la paridad electoral de los partidos. Sí lo sería la boleta única en papel, que se usa en la gran mayoría de los países del mundo, y en las provincias argentinas de Santa Fe y Córdoba. La boleta partidaria, que aún utiliza nuestro país (y Uruguay) es, efectivamente, un sistema en desuso y sería sano también cambiarla. Pero el PRO quiere ir más allá, con lo que no iría a un mejor sistema sino a uno más inseguro. “Parece que al gobierno la boleta única papel no le parece suficientemente moderna, ni del siglo XXI. Sin embargo, ese es el sistema utilizado por la gran mayoría de los países del mundo, entre ellos Alemania, el Reino Unido, la mayoría de los estados en Estados Unidos, Holanda y los Países Escandinavos, entre otros”, sostiene la especialista en sistemas electorales y transparencia Delia Ferreira Rubio.
El oficialismo también alega que vivimos en un sistema fraudulento, que tendrá en la tecnología un factor de transparencia. Sin embargo, desde el retorno de la democracia en 1983, no hay evidencia de fraudes en Argentina. Tampoco se observan reportes de desconfianza en la votación. Según estudios cuantitativos que realizó Cippec en las últimas elecciones de 2015, la presencia de fiscales también es alta: los partidos mayoritarios tuvieron un 100, un 94 y un 91 por ciento de fiscalización (FPV, PRO y UNA, respectivamente).
En la Argentina, las advertencias de los especialistas en seguridad informática también fueron ignoradas. La mayor parte de los técnicos coincidieron: el sistema de voto electrónico es vulnerable. Y no sólo eso, sino que el sistema de boleta única electrónica (que se usó en la Ciudad de Buenos Aires y en Salta) tenía, antes de implementarse, fallas graves de seguridad. Esto lo confirmó la misma Justicia cuando, en agosto, sobreseyó al informático Joaquín Sorianello, quien había sufrido un allanamiento y un proceso judicial tras revelar que el sistema de votación en la CABA tenía una falla en la transmisión de los datos de la boleta electrónica. En su fallo absolutorio la Justicia no sólo lo declaró inocente sino que confirmó que el sistema “era vago y podía ser vulnerado con facilidad”.
Fuente
Julian Assange: "Es un suicidio"
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