Joaquín Morales Solá (La Nación): "El cristinismo radicalizado toma distancia. Ni el discurso ni la acción
del Gobierno lo conforman. No se envolvió en la bandera de la revolución
para terminar aplaudiendo un acuerdo con Repsol
ni, mucho menos, con el Fondo Monetario, con el Club de París, con los
tribunales internacionales del Ciadi ni con los fondos buitre. Cristina Kirchner está en un territorio desconocido: la aplauden opositores y empresarios, pero calla el núcleo duro del populismo kirchnerista.
Jorge Capitanich insinuó la posibilidad de buscar financiamiento en el
exterior; esto es, créditos nuevos. ¿Qué le dirá Cristina ahora a la
militancia eufórica que durante años aplaudió el desendeudamiento?".
Jorge Fernández Díaz (La Nación): "Pasadas las elecciones de octubre y la convalecencia presidencial, había
que hacer de tripas y corazón, y meterle parches al buque, porque el
agua salada empezaba a entrar por todos lados. Zafarrancho de combate y
vuelta de 180 grados a toda máquina que nos hundimos. Se puede deducir
qué dimensión tiene esa perforación midiendo la enorme magnitud del giro
ideológico que debió efectuar un grupo cristalizado y lleno de
prejuicios. Esa fue precisamente la palabra que utilizó Cristina en su
primer mensaje a la militancia: "Nos vamos a asociar con quienes
tengamos que asociarnos, porque no tenemos prejuicios". Les estaba
articulando, en lenguaje cifrado, la consigna del momento: a tragar
sapos, chicos, que viene la mala, y, por favor, no hagan olas".
Néstor Scibona (La Nación): "Aunque la hiperactividad de ambos funcionarios (Capitanich y Kicillof) le permitió al
oficialismo recuperar la iniciativa política tras la derrota electoral,
supone todo un problema para la militancia cristinista. En especial,
para los periodistas y medios dedicados fervorosamente a amplificar el
relato, que hoy deben defender con el mismo énfasis lo que hasta hace
poco no dudaban en cuestionar".
Nelson Castro (Perfil): "El giro copernicano dado por el Gobierno en el caso YPF ha dejado
boquiabiertos a más de uno dentro del oficialismo, sobre todo en el
kirchnerismo duro. Dentro de aquella militancia que se llena la boca con
la palabra liberación, hay sorpresa, azoro y una incipiente decepción".
Jorge Fontevecchia (Perfil): "Mientras el relato parece real, tiene una fortaleza única. Cuando se
intuye que es ficción, se desintegra patéticamente. Y quizás el reality
kirchnerista clásico hoy ya sólo pueda ser visto como una factualidad
desde la tierna inocencia, y a la vez admirable pasión, de los “pibes
para la liberación” que se entregan a Cristina".
Javier Calvo (Perfil): "En el Gobierno se habla de más cambios. Nuevas caras en el Gabinete,
mayor apertura hacia la oposición, cambios en la cúpula del Indec,
negociaciones reservadas con el FMI y fondos buitre... El lifting
kirchnerista se aplica al envase y al contenido, por más que los relatos
ultra K o anti K digan otra cosa. Semejante concepción de que sólo es
verdadero aquello que funciona (“la única verdad es la realidad”)
incomodará a los militantes ideológicos, pero es el remedio al que
recurrió la Presidenta para mantener el poder y recargarlo. Habrá que
ver la efectividad de la dosis".
domingo, 1 de diciembre de 2013
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