Ragendorfer (Tiempo Argentino): "Desde su llegada al poder en 1999, el gobernador se erigió adalid de la mano dura. Lo hizo mediante la saturación policial de las calles. Mucho patrullero nuevo, operativos al servicio de las cámaras y conferencias de prensa para anunciar el desbaratamiento de peligrosas bandas. Fuegos de artificios sin otro propósito que el de crear una ilusoria sensación de orden. De hecho, a partir de 2007, cuando Paredes obtuvo rango de ministro, la policía cordobesa triplicó los casos de gatillo fácil y –en virtud al medieval Código de Faltas que rige en la provincia– los arrestos de pibes en situación de riesgopasaron de 15 mil a 75 mil por año, mientras aumentaban en un 350% las denuncias por vejámenes y apremios ilegales. La fórmula es sencilla: demagogia punitiva para aquietar los miedos del espíritu público y vista gorda con los negocios policiales. Los resultados están a la vista".
Platía (Página 12): "Como en los años ’20 porteños, cuando los “pibes cajetillas” salían a patotear “cabecitas negras” por los suburbios, en la noche del 3 al 4 de diciembre y las que siguieron, en los barrios caros se armaron bandas que apalearon a cuanto pibe “portador de rostro o moto” pasaba por sus calles. Saqueara o no. A su vez, en los suburbios y en los barrios obreros, los desamparados de siempre quebraban códigos de solidaridad saqueando sin piedad a quien, tal vez, le había fiado durante años. Pero en los videos que se conocieron después hubo un elemento nuevo: costosas camionetas conducidas por “los blancos” de los que se lamentaba el vecino, que llegaban “haciendo la punta” y se llevaban lo que encontraran a su paso".
Muracciole (Tiempo Argentino): "En el mes de septiembre pasado, la policía provincial fue objeto del descabezamiento de una cúpula con mucho poder interno, acusada de connivencia con el narcotráfico.
Sus antecedentes y su perfil autoritario remiten a los años en que
Benjamín Menéndez era el hombre fuerte de la provincia, recién entrado
en desgracia en 2004 con la reactivación de los juicios de lesa
humanidad. Durante la transición democrática personajes como "El Tucán"
Carlos Yanicelli, ex miembro de la siniestra D-2 en el cargo de director
de Inteligencia en épocas dictatoriales fue protegido por distintos
gobiernos, como el del radical Ramón Mestre, y continuó siendo hombre de
confianza de otro reconocido político cordobés, Oscar Aguad.
Entre los altos oficiales relevados de la fuerza a mediados de
septiembre, se encuentra el comisario Rafael Sosa, jefe de la División
Drogas Peligrosas de la provincia mediterránea, hoy preso, y la renuncia
del responsable de Seguridad de la provincia de Córdoba, ex comisario
general Alejo Paredes. La relación del ex responsable de seguridad de
José Manuel de la Sota con el comprometido genocida Yanicelli se remonta
a los años '80, cuando El Tucán fue profesor de una fuerza de élite en
la que Paredes hizo toda su carrera policial".
Ciuffolini (Página 12): " Cabe reseñar la dinámica excluyente y segregadora de la mayor política
de vivienda en la última década, como el programa “Mi casa, mi vida”,
que ha desplazado a los bordes de la ciudad a buena parte de los
sectores populares que habitaban en villas y asentamientos. Incluso
relocalizó en un mismo barrio a poblaciones con enemistades históricas,
cuyo resultado ha sido la configuración de espacios inhabitables por la
violencia imperante. Tenemos además una práctica de seguridad, que se
asienta en el abusivo Código de Faltas como herramienta de control de la
vía pública, delimitando espacios de circulación y vida de los pobres;
leyes como la de narco-menudeo y contra la trata, que con sus figuras
escasamente tipificadas intensifican la persecución y el hostigamiento
hacia los sectores populares. Hay que sumar la inaccesibilidad a
cuestiones tan básicas como la tierra, la vivienda, por el
encarecimiento del suelo y por claras políticas de desarrollo urbano que
privilegian los emprendimientos privados. De fondo también aparece el
deterioro financiero de la provincia, que impacta en el diseño de
programas y políticas sociales, y especialmente en materia de empleo.
Estas cuestiones, entre otras, han generado un profundo malestar en las
barriadas populares, especialmente en los jóvenes".
Dearriba (Tiempo Argentino): "Son hijos de la marginalidad, que encuentran serias dificultades
para distinguir los límites entre el bien y el mal. No hay otra
explicación para la exhibición de sus delitos en las redes sociales y la
autoincriminación que ello implica. No hay delincuente que se precide
de tal que vaya por la vida con un cartel exhibiendo el producido de un
robo. Esa actitud que se multiplicó tras la noche oscura de Córdoba
refleja una pérdida absoluta del más mínimo encuadre que se requiere
para vivir en sociedad.
Ese actor social, integrado por jóvenes estigmatizados que
sufrieron en su niñez el impacto de las políticas neoliberales, es uno
de los desafíos más complejos que enfrenta la democracia argentina".
Wainfeld (Página 12): "La situación económica social varió, para mejor, en los años más
recientes. Bajó el desempleo, mejoraron los ingresos de sectores
populares, mermaron la pobreza y la indigencia. Pero persisten marcas
injustas, entre otras, la desigualdad y la opulencia ostentosa de los
sectores más ricos de la sociedad. Opulencia que se muestra a pocos
kilómetros de quienes “la ven pasar”.
Cuando la marea sube todo flota, pero las inequidades persisten e
incluso se tornan más chocantes para quienes recobran parte de su
autoestima superada la carencia aguda".
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