jueves, 25 de noviembre de 2021

#Hilo La nueva derecha extrema: el por qué de su éxito

"¿Por qué el discurso de la nueva derecha logra tanta escucha? Más allá de sorprendernos o indignarnos, cabe intentar una reflexión sociológica que permita entender qué otros actores (entre ellos, nosotros) facilitan la situación. 
El primer elemento es comprender que, en la disputa por el sentido, se juegan, también y fundamentalmente, expectativas y emociones. Una pregunta que no nos hacemos demasiado es: ¿qué emociones y expectativas están despertando el resto de las propuestas políticas hoy?
En gran parte de Occidente (y en especial en Argentina), el debate político parece estancado en la resignación. La idea es que estamos mal y seguiremos mal. Entonces, toda la discusión apenas se refiere a quién tiene la culpa de que estemos así.
El dinero del FMI se utilizó para la fuga de capitales pero no avanza causa judicial alguna contra los responsables, "no queda otra que pagar", la pobreza crece pero "no puede pasar otra cosa" y así al infinito... la alternativa a la nueva derecha no parece muy motivadora.
Pero hay algo más grave. La nueva derecha denuncia que esta injusta situación en la que vivimos sería "la izquierda" o "el peronismo", y cuando dichas identidades gobiernan y dicen "somos la izquierda" o "el peronismo" pero no proponen cambios reales... ratifican ese engaño.
Es en ese contexto que la nueva derecha puede apelar con efectividad al recurso proyectivo, proponiendo que la forma de estar mejor es que otros sufran (políticos, empleados públicos, inmigrantes, "planeros"), esos otros serían los responsables de nuestro sufrimiento.
A su vez, a la resignación posibilista se opone una izquierda dura que, sin embargo, nunca se anima a jugar en la correlación de fuerzas y, aunque sí propone otro proyecto, termina absteniéndose en cada conflicto, incluso ante un proyecto de gravamen a las grandes fortunas.
Es así que la nueva derecha logra lo que ningún otro: tiene proyecto, incide con él en la correlación de fuerzas, corriendo el debate hacia su campo, construye un enemigo sobre el cual proyectar las frustraciones y promete un futuro promisorio para "la gente como uno".
Esta nueva derecha no solo logra escucha en relación a esta cuestión central (la existencia de un proyecto movilizador), sino también ante la falta de matices del resto de los actores frente a otros dos temas sensibles: la inseguridad y la transformación de las identidades.
El discurso punitivo en relación a la inseguridad es simplista y peligroso (lo demuestra por enésima vez el asesinato de Lucas González) pero asume un problema real: el crecimiento de la violencia en las últimas décadas en el país, muy en especial en los barrios populares.
La denuncia de la violencia policial es necesaria pero insuficiente como respuesta a un fenómeno creciente que no puede ser ignorado. El punitivismo no tiene ningún discurso fuerte que proponga otra salida al problema real y se le enfrente desde allí.
Las lógicas garantistas solo logran comprender que el "meta bala" aumenta la violencia (o sea, que no resuelve el problema, lo cual es correcto), pero en modo alguno implican una propuesta alternativa en situaciones que generan mucho sufrimiento en el conjunto de la población.
Es así que la respuesta fácil punitivista (que apela a transformar el sufrimiento en venganza) no encuentra una alternativa que le dispute sentido, y así puede campear a sus anchas. Otra vez la actitud de resignación con declaraciones como "esto pasa en todos lados".
Por último, la nueva derecha también encuentra escucha en relación a las profundas transformaciones identitarias (en especial de la masculinidad), lo que explica por qué su crecimiento se ve amplificado en hombres jóvenes de todas las clases sociales.
Mientras se balbucean adjetivos -cada cual más extremo- para acusar de todos los males a una entidad abstracta ("el patriarcado"), la nueva derecha ha sido mucho más eficaz para comprender los desafíos y sufrimientos generados por las crisis económica y de subjetividad.
Ese hombre construido milenariamente como padre a partir del cuidado de sus crías (proceso de hominización que puso en cuestión o matizó su carácter de macho) se encuentra en crisis a partir de la desocupación, la destrucción salarial y el desafío a su función proveedora.
Mientras el discurso progre le termina sumando ser responsable abstracto e histórico de todos los males con acusaciones simplistas, la nueva derecha busca apelar (otra vez!) a su frustración reconectándolo a su rol de "macho".
No es casual, en ese sentido, que circule como material de culto en dichos núcleos el film "El club de la pelea" o que narcos, hinchadas de fútbol o rugbiers compartan la apelación a la recuperación del uso de la fuerza física, la violencia o la cultura del "aguante".
Y entonces otra vez pregunto: ¿qué proyecto de futuro le ofrece a esos hombres jóvenes de distintos sectores sociales el discurso de la nueva derecha y qué proyecto le ofrece el amplio campo del progresismo culturalmente correcto?
Seguramente es más fácil consolarse pensando que el problema de esta nueva derecha solo radica en sus minutos de aire, en que la población es estúpida, en que "así es el mundo hoy" u otras quejas, pero eso poco nos sirve en las disputas por la construcción de sentido.
Asumir los desafíos sociológicos de la coyuntura actual y la comprensión del por qué de la amplificación en la escucha de la nueva derecha nos podrá aportar herramientas para intentar contener aquello que va naciendo, espantosamente, del huevo de esta serpiente".
Doctor en Ciencias Sociales, investigador CONICET,
profesor UNTREF y UBA en estudios sobre genocidio
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