Las personas llegan pensando que las van a maltratar (como casi siempre las maltratan en todo organismo) y, cuando ven que hay buena onda, agradecen como si hubieran recibido un bono extra. Casi toda la fila está compuesta por embarazadas, mujeres con niñes muy pequeñitos y mujeres con niñes discapacitados. A las que están en situación extrema (por ejemplo, con los puntos de la cesárea) les cuesta mucho pedir el privilegio de pasar sin hacer fila. Ninguna se siente con más derecho que otra, y tenemos que convencerlas de saltear la fila.
La gente llega temprano o manda familia pensando que va a demorarse horas y horas, algunos llevan sillitas o bancos que por suerte en Avellaneda no llegan a usar. En esto, la felicitación es para el Observatorio Social de Políticas Públicas, de la Municipalidad de Avellaneda, que preside Magdalena Sierra, organismo que pensó todo con mirada profundamente humana, además de profesional.
Todes les beneficiaries tienen miedo de que les anulen la tarjeta por cualquier, así sea intentar comprar un jabón y que no esté incluido en los productos de consumo. Ante cualquier inconveniente, esperan el "castigo" y la expulsión y debemos sacarles ese miedo conversando con cada uno.
También creen que perdieron su derecho quienes no pudieron buscar su tarjeta el día establecido. Otro castigo por no haberse fijado a tiempo. Y también nos toca explicarles que no, que su tarjeta les espera.
Ojalá que la tarjeta alimentaria sea sólo un penoso recuerdo dentro de la reconstrucción que merecemos. Las críticas nunca van a terminar pero quienes miran con desprecio a les pobres (sobre todo al montón de madres pobres tan jovencitas que tiene Argentina) acérquense, vengan a conocerles, para cerrar la bocota de una buena vez".
Fuente
"Hacía meses que no compraba leche; a mi nena la tenía a té"
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