viernes, 24 de enero de 2020

Tarjeta AlimentAR: "A nadie le gusta "ser planero" ni "vivir del Estado""

"Esta semana estuvimos repartiendo la Tarjeta AlimentAR en Avellaneda (Buenos Aires) y tengo algunas reflexiones para compartir.
Las personas llegan pensando que las van a maltratar (como casi siempre las maltratan en todo organismo) y, cuando ven que hay buena onda, agradecen como si hubieran recibido un bono extra. Casi toda la fila está compuesta por embarazadas, mujeres con niñes muy pequeñitos y mujeres con niñes discapacitados. A las que están en situación extrema (por ejemplo, con los puntos de la cesárea) les cuesta mucho pedir el privilegio de pasar sin hacer fila. Ninguna se siente con más derecho que otra, y tenemos que convencerlas de saltear la fila.
La gente llega temprano o manda familia pensando que va a demorarse horas y horas, algunos llevan sillitas o bancos que por suerte en Avellaneda no llegan a usar. En esto, la felicitación es para el Observatorio Social de Políticas Públicas, de la Municipalidad de Avellaneda, que preside Magdalena Sierra, organismo que pensó todo con mirada profundamente humana, además de profesional.
A los (pocos) hombres que van les da mucha vergüenza hacer el trámite, como que quisieran explicar que esa no fue siempre su situación o que pronto no la van a necesitar. Muchos de los que se acercan, a pesar de que no les llegó el aviso de Anses, suponen que no les debe tocar la tarjeta por algo, cuando en general sólo es que en Anses deben tener los datos desactualizados. Por las dudas, se sienten "fuera" y hay que convencerlos de buscar su caso para ver qué pasó (trámite que demanda un click en el teléfono)
Todes les beneficiaries tienen miedo de que les anulen la tarjeta por cualquier, así sea intentar comprar un jabón y que no esté incluido en los productos de consumo. Ante cualquier inconveniente, esperan el "castigo" y la expulsión y debemos sacarles ese miedo conversando con cada uno.
También creen que perdieron su derecho quienes no pudieron buscar su tarjeta el día establecido. Otro castigo por no haberse fijado a tiempo. Y también nos toca explicarles que no, que su tarjeta les espera.
De todo esto se desprende que: a nadie de las 4.000 personas que ya pasaron les gusta "ser planero" ni "vivir del Estado". Que sólo sueñan en poder decirle una vez que sí a algo que les piden sus niñes en el supermercado o comer algún día en su casa en lugar de hacerlo en un comedor comunitario. Que todes esperan que el Estado los maltrate y celebran con risas y abrazos que eso no suceda. Que repartir tarjetas para que la gente coma no es el sueño de los que creemos en la inclusión, pero se acerca mucho a la dignidad mínima que necesita una persona para no desear su muerte y la de quienes le rodean.
Ojalá que la tarjeta alimentaria sea sólo un penoso recuerdo dentro de la reconstrucción que merecemos. Las críticas nunca van a terminar pero quienes miran con desprecio a les pobres (sobre todo al montón de madres pobres tan jovencitas que tiene Argentina) acérquense, vengan a conocerles, para cerrar la bocota de una buena vez".
Fuente
Más:
"Hacía meses que no compraba leche; a mi nena la tenía a té"

0 comentarios:

Publicar un comentario