La redención

"La expectativa se notó a eso de las siete y media de la tarde-noche, cuando toda la gente emergió por las calles, a los kioscos, a las estaciones de servicio, a los almacenes, a los supermercados, para comprar, rápido, justo eso que faltaba antes de que empezara el partido. Argentina, a lo largo y ancho de la grieta, volvía a depositar la resolución artificial de todas sus frustraciones en la Selección. ¿Qué podía salir mal? (...)

Cuando el árbitro decretó el final, Messi se arrodilló, emocionado. Acto seguido, todos los jugadores del plantel brotaron como flechas para abrazarlo. Algunos pasaron su adolescencia mirándolo jugar en Barcelona, fantaseando con llegar a conocerlo o que les devuelva una pared. La Copa no equivale a barrer bajo la alfombra los partidos irregulares, donde se alternaron buenas y malas, pero significa a largo plazo una tranquilidad que la Selección olvidó en algún punto alejado del espacio-tiempo, por errores propios (la era Martino/Bauza/Sampaoli implicó un quiebre) y una histeria creciente, alimentada por la simbiosis del periodismo deportivo con el discurso sin filtro de las redes sociales. De la misma manera que no se debieron subestimar irónicamente a los jugadores del ciclo anterior, tampoco se deberían sacralizar los actuales, no porque no merezcan reconocimiento, sino porque ese tipo de posturas extremas suele llevar a una soberbia que a la Selección le costó algunos baldazos de agua fría.   

El híbrido entre los históricos y los nuevos convocados, hizo buena combustión a nivel grupal. Se notó en la cancha y en la conexión con una parte importante del público de fútbol, la franja etaria más joven tal vez, que suele conocer las ligas europeas mejor que la argentina y está familiarizado con varios jugadores, que además comparten usos y costumbres de evidente sello sub-30.  

Las postales de Messi ameritarían una edición en papel de El Gráfico. Abrazado junto a Di María y Otamendi, alzando a Scaloni, sentado con Neymar y Paredes, hablando con su familia por video llamada, foto con su ídolo Pablo Aimar. Cada tanto se reía, como si no pudiera creerlo o ya lo supiese desde antes. No fue su mejor partido, como tampoco lo fue el de Maradona contra Alemania en 1986, pero nada de lo que sucedió tendría sentido sin ellos dos. 

Después del partido, Rodrigo De Paul aludió a quienes creían que Argentina no tenía “plantel” para ganar la Copa. Aunque los “periodistas” apuntados por los cánticos han sido señalados en las redes, esta otra crítica tenía cierto consenso, y los jugadores, acaso heridos en su orgullo, la usaron a su favor. Ahora pueden llegar al Mundial liberados de la mirada inquisidora, y con el hito de una Copa América ganada ante Brasil y en el Maracaná. Scaloni, por su parte, se circunscribió a lograr lo que otros técnicos de renombre, en los últimos 28 años, no pudieron conseguir. Tuvo grandes aciertos en la elección de jugadores, como Emiliano Martínez y Romero, e inconsistencias puntuales que, por su poca experiencia, fueron analizadas con lupa. De paso, afianzó un plantel cuya etapa de formación parece avanzada. En la zona de prensa, se lo vio distendido por primera vez. A esa hora, la gente, olvidada del virus, empezaba a salir a las calles, convertía el triunfo en un desahogo de orden social, un paréntesis de alegría en medio de un invierno largo".

Por Martín Zariello

Narrador y bloguero. Autor de “Sobre el rock”, “En realidad quería hablar de otra cosa”,

“No bombardeen barrio norte” y “1988. El fin de la ilusión”. Su blog es Il Corvino.

hice esto mientras lloraba pic.twitter.com/P8BlCL1VXh

— celes🇦🇷🧉⚽️🔟🇦🇷 (@sodastyles2) July 11, 2021

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