miércoles, 23 de diciembre de 2020

Historias de abortos clandestinos

"Cada historia y cada experiencia de aborto es única y diferente a las demás, aun para quienes lo han vivido más de una vez. Lo dicen ellas y lo dicen quienes acompañan profesionalmente estos procesos. En los relatos hay palabras que se repiten, sensaciones y emociones. Sentimientos de soledad, de miedo y de angustia emergen una y otra vez en el relato. La culpa o la falta de culpa también están presentes en las vivencias.
Paula y Lila coinciden en que las redes de profesionales que se han tejido durante las últimas décadas hicieron que se sintieran más “seguras, respetadas y acompañadas”, pero que la estructura fuera de esa red es “violenta”, “cruel” y “amenazante”. El debate en el Congreso trajo nuevamente el tema a la agenda pública, donde se citan datos, leyes, tratados internacionales y organismos de todo tipo. Pero detrás de cada cifra hay una historia, hay una experiencia que atraviesa lo más íntimo. En esta nota, dos historias de mujeres que abortaron más de una vez.
Paula
Paula (su nombre verdadero fue preservado) tiene 35 años, es docente, tiene un hijo de cinco años y pasó por dos abortos: uno antes de ser madre y otro después. El último ocurrió este año, durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus. En ambos casos estuvo acompañada por su pareja.
La historia de Paula podría resumirse con sus palabras al finalizar el diálogo, cuando fue consultada sobre qué le diría a alguien que está atravesando ahora un aborto: “Le diría que por cada persona inhumana, insensible y cruel que se pueda cruzar en el proceso hay muchas más dispuestas a acompañarles y a hacer de esta experiencia tan terrible y espantosa una menos tremenda y menos solitaria. Las redes están llenas de amor. Esa fue mi experiencia. Me sentí muy contenida, a pesar del miedo y de la culpa. Todas las personas gestantes merecemos ser tratadas con respeto porque atravesamos mil infiernos, antes y durante”.
Habla de la importancia del buen trato y contención a quien esté atravesando por esa situación La primera vez que abortó, Paula tenía 29 años. “Fue un embarazo no deseado, no me cuidé. En ese momento (seis años atrás) me contacté con las socorristas. Fui a uno de los talleres que dan, que son charlas grupales para personas que queremos interrumpir nuestros embarazos. Nos dieron folletería y nos explicaron el proceso para hacerlo con pastillas”, explicó.
“Nunca voy a olvidar que entre las mujeres que fuimos había una que tenía siete hijos, fue acompañada por una de sus hijas. Su marido no le dejaba tomar las pastillas anticonceptivas y se las escondía. Ella no quería tener más hijos. Recuerdo que no tenía cómo pagar el misoprostol; y entre las mismas socorristas y las personas que estaban ahí pusieron plata para ayudarla”, contó. Aún hoy se pregunta qué habrá sido de esa mujer.
La segunda experiencia de Paula fue hace pocos meses. “Esta vez me encontré con una red de profesionales que atienden en los dispensarios y en el marco normativo de la ley vigente: me explicaron, me hice la ecografía, me dieron información y el seguimiento para saber si estaba bien”, narró. “Cuando fui a comprar las pastillas, en una farmacia no me las quisieron vender, y me lo dijo casi a los gritos y al frente de otras personas. A la siguiente que fui, llegué llorando de la bronca y la angustia: ahí cambió, me preguntaron cómo estaba, me dio analgésicos, me recordó que llevara toallitas. Un trato más humano”, agregó.
Yo me sentía muy culpable, me sentía una irresponsable, tenía miedo por mi hijo. Estaba viviendo un infierno. El día que tomás las pastillas te sentís mal, como afiebrada, tenés dolores fuertes. Pero aunque estés acompañada por tu pareja y por profesionales que te van a atender el teléfono, sabés que si se complica no podés ir a cualquier guardia porque te tratan mal, te amenazan, tenés que ponerte a buscar a dónde ir”, contó Paula con un tono de angustia.
A los días del aborto, Paula se sintió mal y le preguntó a una de las médicas: ahí se dio cuenta de que estaba teniendo una hemorragia y que tenía que ir a una guardia. Llegó a una clínica privada de la ciudad de Córdoba donde atienden su obra social: “El médico nunca me dijo lo que me iban a hacer. Me llevaron al quirófano para una AMEU (aspiración manual endouterina); y aunque una enfermera me dijo que me iban a explicar, vino la anestesista, que ni me saludó, y cuando me desperté ya estaba en la habitación, y otra médica me dio el alta”.
Paula luego fue a una consulta con su obstetra para hacerse un control y quedarse tranquila. Tanto a él como en la guardia tuvo que decirles que se trataba de un aborto espontáneo, por miedo a que la denunciaran. “Es importante hablarlo, animarse. A pesar de que hay una maquinaria en contra, hay individualidades dispuestas a darnos un trato humanitario, empujando para otro lado”, concluyó.
Lila
Lila tiene 45 años y vive en las sierras cordobesas. Siempre supo que no quería ser madre y también temía mucho sufrir cáncer por los antecedentes de su familia, por ello decidió no tomar pastillas anticonceptivas por mucho tiempo. En sus relaciones se cuidaba con preservativos y asegura que siempre tenía que ser ella la que exigiera su uso. “Yo tenía la información, pero no me animaba a decir ‘no’. Hoy tengo otra concepción del autocuidado y sería mucho más firme en esos momentos, pero siempre quedás como la que tiene que estar poniendo límites, la que pedís que pare”.
Lila pasó por tres abortos. El primero ocurrió cuando tenía 32 años (en 2007), estaba en pareja hacía tres. Cuando se enteró del embarazo, no lo dudó: “Nunca quise ser madre, no sentía el deseo ni la curiosidad, y tampoco la obligación porque vengo de una familia abierta en ese sentido. Igual en ese momento no le conté a nadie, sólo a mi hermano, para que nos contactara con un médico jubilado que había sido director de una maternidad”, explicó.
“Fui acompañada por mi pareja, pero entré sola al consultorio. Tenía miedo, desconfianza, esto de que nadie se podía enterar era muy fuerte. Pagué en ese momento 800 pesos, que representaban todo mi sueldo de docente”, agregó. Para Lila, de las tres, fue la experiencia más fuerte: “Al salir del consultorio, me desvanecí. Todo era como de terror, todo estaba muy tapado. Supe que no podríamos volver en colectivo, así que llamé a una amiga para que nos buscara en su auto”.
Su segunda experiencia fue a los 37 años (en 2012). Estaba saliendo con un chico y quedó embarazada. “Allí comencé a ver en internet que se usaban pastillas para abortar. Supe que existía la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, pero me contacté con las socorristas. Me contaron cómo se usaban. Un médico conocido me hizo la receta, pero en las farmacias no me las querían vender. Tuve que pedirle a mi hermana y a ella sí se las vendieron, calculo que por su aspecto más de adulta. En esa oportunidad, hice el proceso con mis dos hermanas. La socorrista se comunicaba conmigo para ver cómo estaba. Pensé que iba a ser algo más duro, y no lo fue. Nunca sentí culpa”, agregó.
La tercera, a sus 43 años, ocurrió con su pareja actual. Aunque él quería continuar, ella seguía firme en su deseo de no maternar. Y él la apoyó. “Esa vez me comuniqué con la Red de Profesionales, y ahí cambió todo. Lo pude hablar abiertamente, pude sentirme más segura. Yo no lo podía creer. No sabía que acompañaban desde algunos centros de salud. Tuve una consejería, me fui con una bolsa de pastillas anticonceptivas que hoy sigo tomando”.
Lila cuenta que ni sus mejores amigas saben de este último aborto. “De las otras veces lo pude hablar con familiares mujeres que lo han pasado. Con las que no lo atravesaron es más difícil porque no lo entienden, me sigo sintiendo juzgada, como en falta”, dice.
Al consultarle cómo vive el debate en el Congreso, Lila, entre lágrimas, responde: “Siento que si se aprueba, ninguna otra persona va a tener que atravesar esto con miedo de perder la vida. Imaginate lo fuerte que es la decisión que hasta uno se arriesga a correr ese riesgo. Creo que mis sobrinas van a poder vivir en un país menos hipócrita porque el aborto es una realidad muy diseminada. Hay muchísimos más abortos que los que pensamos”".
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2 comentarios:

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Anónimo dijo...

Yo era un paciente con VIH-SIDA y lo contraje por engañar a mi esposa. Fue una especie de venganza, pero una semana después un amigo me dijo que la persona con la que engañé tenía el virus del VIH-SIDA y no me lo dijo. Fui tan estúpido por no usar condón que pensé que, dado que era un viejo amigo de la escuela, era digno de confianza. Pero estaba equivocado. Lloré y lloré. Dos días después, recibí una llamada telefónica de mi amigo y me habló de una persona que es conocida por otro amigo, que puede ayudarme. No podía dejar que mi esposa supiera por lo que estaba pasando. Finalmente obtuve su dirección de correo electrónico: oseremenspelltemple@gmail.com y le envié un correo electrónico a este hombre con mi historia y él me respondió de inmediato diciendo que debería estar tranquilo y me dijo que todo estaría bien. No pude aceptar lo que estaba escuchando, pero luego concluí que no importaba porque estaba tan destrozado que solo necesitaba ayuda. Me estaba volviendo loco literalmente. Estaba confundido con lo que me estaba diciendo, pero escuché. Me contó sobre algunos materiales que necesitaba comprar y que necesitaba para lanzar el hechizo y le dije que estaba bien. Le compré los materiales, le envié mi foto y mi hoja de resultado positivo y me respondió que voy a ser negativo en menos de 3 días. Le envío un mensaje cada 2 horas durante 2 días y sabía que él pensaba que estaba loca, pero me importaba que necesitaba un hombro. He aquí, el tercer día que me envió un mensaje, debería hacerme una prueba de que daré negativo. Mi matrimonio podría romperse debido a un error estúpido y mi vida estaba en juego. Recordé cuando iba a recibir los resultados de mi re-prueba. Lo llamé nuevamente y le dije que iba a recibir mis resultados hoy y su respuesta fue “así” y que todo será como él explicó. Yo sabía luego que se estaba cansando de que lo llamara, tal vez estaba equivocado. Bueno, obtuve mis resultados y la primera persona a la que llamé fue a él, de nuevo. Cuando dijo hola, comencé a llorar y a llorar. No podía creerlo. se le dio una segunda oportunidad en la vida. Este hombre es un gran sanador espiritual del VIH / SIDA, su hechizo de curación sobre el sida es muy poderoso .Por favor, hermanos y hermanas, comuníquese con el Dr. Ose oseremenspelltemple@gmail.com
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