Kirchner, que siempre parecía un ajedrecista jugando simultáneas, tenía la capacidad de atender varios problemas a la vez y si los podía resolver en el acto, mejor. Esta ocasión fue una muestra de ello. Estaba en su oficina hablando con Florencio Randazzo del armado político en la provincia, cuando vio la marcha en el televisor que estaba encendido en su despacho pero sin sonido. Subió el volumen y justo enganchó las declaraciones de Baradel.
-¿Lo conocés a éste? -le preguntó Kirchner a Randazzo.
-Sí, tengo buena relación.
-¿Por qué no lo llamás y me lo pasás?
Randazzo no pudo comunicarse con el celular, pero un rato después ubicó a Baradel en la sede de Suteba.
-¿Cómo andás, Roby? Acá te paso con alguien que te quiere hablar.
-Hola, Baradel. Te estuve viendo por la tele. Mucha gente en la marcha, ¿eh? -le dijo Kirchner.
Baradel escuchaba sorprendido. Era la primera vez que hablaba con el Presidente.
-Vi que nos tiraste unos palitos a Solá y a mí. Pero está bien, está bien...
-Es que Felipe está muy duro y dice que necesita auxilio de la Nación. El problema es que armó el presupuesto casi sin contemplar un aumento a los docentes -le contestó el sindicalista.
-Decime una cosa, ¿cuánta plata falta para que arreglen y empiecen las clases? -preguntó Kirchner.
Baradel le dio la cifra.
-Listo, Felipe va a tener la plata. Pero vos nunca hablaste conmigo, el problema lo solucionó él. ¿Está bien?
Días después, Solá y Baradel llegaban a un acuerdo paritario. El ministro de Economía de la provincia, Gerardo Otero, que era el más reacio a darles ese aumente a los docentes, percibió la movida, se sintió puenteado por el Gobierno nacional y renunció al cargo".
(Miguez, Daniel. Kirchner íntimo. Editorial Planeta. Buenos Aires. 2011. pp 95-96)
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