viernes, 11 de marzo de 2016

Buitres: la claudicación macrista con sanguchitos y mates fríos

La muy buena revista Crisis entrevistó al escritor y periodista malauí Nicholas Shaxson, autor del libro "Las islas del tesoro. Los paraísos fiscales y los hombres que se robaron el mundo", un trabajo que pone la lupa por la cada vez más acelerada acumulación y concentración capitalista especulativa.
-Crisis: En EEUU definieron a Paul Singer, dueño del fondo buitre NML, como "el mejor defensor del uno por ciento". ¿Cree que sus demandas contra Argentina son un anticipo de futuros movimientos más hostiles de esa élite mundial contra países periféricos como antes hacían los estados mediante guerra o invasiones?
-Shaxson: El de Argentina es un caso testigo y varios analistas sostienen que, en palabras del economista Joseph Stiglitz, “Estados Unidos ha tirado una bomba en el sistema económico global”. Desde ese punto de vista específico parece ser apenas el comienzo de una historia más larga. Pero se trata de algo complicado: no es necesariamente el inicio de una nueva era con reglas fijadas por los buitres. Este precedente tendrá graves consecuencias y en el largo plazo puede debilitar a Estados Unidos. Pero solo el juicio de los historiadores dentro de algunos años podrá confirmar estas hipótesis.
-Crisis: Una lectura rápida de estos conflictos pone de un lado a los estados, como representantes de los pueblos y los intereses nacionales, y del otro a los fondos buitre, como actores extraterritoriales que capturan las riquezas de las sociedades. Sin embargo, en sus investigaciones usted demuestra hasta qué punto los propios estados participan de estas lógicas off shore beneficiándose de las ganancias extraordinarias que habilitan.
-Shaxson: Es un error analizar estas cosas en términos puramente geográficos. Por supuesto, desde cierta perspectiva puede parecer como si fuera un enfrentamiento entre Estados Unidos y Argentina. Pero los Estados Unidos no son un bloque monolítico y tampoco la Argentina. Hay intereses diferentes en juego. Para darte un ejemplo, hace un tiempo hemos asistido a un largo conflicto entre Estados Unidos y Suiza, sobre el uso de cuentas suizas secretas por parte de los ricos norteamericanos. Sin embargo, en este caso tampoco se trataba de un conflicto entre Estados Unidos y Suiza, sino de una disputa entre los sectores más ricos de los Estados Unidos y la masa ordinaria de los ciudadanos que pagan impuestos. Esa pelea “Estados Unidos vs Suiza” es en realidad una pelea “Estados Unidos vs Estados Unidos”, con Suiza como facilitador. En el caso más reciente, Argentina no está enfrentando “a los Estados Unidos” sino a un grupo particular de personas protegidas por el sistema off shore de paraísos fiscales y secreto financiero, así como a algunos jueces norteamericanos. Es una pelea entre el Gobierno argentino y una alianza ad hoc con intereses norteamericanos fuertes. En el caso estadounidense, los beneficiarios son un conjunto de corporaciones, hedge funds y otros que están protegidos por la tolerancia de sus naciones hacia los paraísos fiscales. En Gran Bretaña, el centro financiero de la city de Londres es el que se beneficia con las ganancias de sus inversores. Ambos países, ricos y poderosos, tienen en su interior grupos que luchan contra los paraísos fiscales, pero no tienen la fuerza suficiente para contrarrestar a las grandes corporaciones y al lobby financiero. Al menos están progresando un poco.
-Crisis: El ejemplo argentino parece confirmar la impotencia de los estados nacionales para lidiar con capitales especulativos que se presentan decididamente como actores políticos de la nueva territorialidad global. A su vez, no terminan de conformarse instituciones supranacionales capaces de regular al mercado mundial. ¿Qué tipo de sujeto político podría hoy luchar de manera eficaz contra las estrategias de la renta financiera?
-Shaxson: Esta es una pregunta enorme, con muchas respuestas. El caso argentino crea mucha indignación, creo que la mayoría está de acuerdo en que esta no es la forma como debería funcionar el capitalismo global. Y, más allá de algunos ideólogos, hay un reconocimiento masivo de que los fondos buitres no agregaron valor a la economía mundial con sus estrategias. Pasar de este reconocimiento a introducir cambios reales no parece, sin embargo, algo muy cercano. Creo que el efecto más directo del caso será que los pueblos comiencen a pensar mejor sobre los esfuerzos de reestructuración internacional de deudas. La coordinación internacional debe ser superior que la que construyen los buitres, pero esa coordinación todavía no es buena. Otro signo de optimismo es que la crisis financiera global desprestigió a las viejas ortodoxias, que ahora están en revisión. El problema es que este proceso toma años, tal vez décadas: eso no ayudará a la Argentina en el corto plazo.
Por su parte, Marcelo Zlotogwiazda, en Veintitrés, no es muy optimista: "Los límites que la política le impone a un severo ajuste fiscal son la razón principal que explica el apuro del oficialismo por acordar con los fondos buitre en condiciones extraordinariamente ventajosas para los acreedores, y las febriles negociaciones con sectores de la oposición para que el Congreso apruebe rápidamente la ley que habilita el pago. Lo dijo Prat-Gay con todas las letras el día que confirmó el acuerdo: sin acuerdo “habría un gran ajuste, incluso en áreas sensibles”. Lo que está claramente implícito en esa frase es la determinación del Gobierno de apelar al endeudamiento, que se lograría una vez cerrado el conflicto con Paul Singer y compañía, no sólo para financiar obra pública sino también para cubrir parte del déficit fiscal corriente que la política no les permite reducir. Según la visión monetarista de la inflación que prima entre los economistas del macrismo, el endeudamiento externo también es funcional al objetivo de reducir la inflación en la medida que sustituye parte de la emisión. Semejante panorama despierta un par de inquietantes preguntas. ¿Cuánto es el endeudamiento externo que requiere el planteo oficial para financiar obra pública y cubrir parte del déficit corriente? ¿Hay alguna otra forma de combatir la inflación sin recurrir a más ajuste ni a endeudamiento? Desde el Gobierno no hay respuesta a la primera pregunta, aunque algunas estimaciones privadas señalan que en el esquema oficial la necesidad de colocación de deuda externa supera los 30.000 millones de dólares sólo para el corriente año. Desde los que rechazan el enfoque del Poder Ejecutivo, el acuerdo con los buitres, el monetarismo y el endeudamiento, no surge alternativa que responda a la segunda pregunta. Un panorama desolador".

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