miércoles, 22 de julio de 2015

A VHM: "Hay que ser muy bueno para que te escupa el diablo"

Por Alejandro Ippolito
Escritor

"Es más fácil creer que informarse, es más fácil repetir que razonar, es más simple insultar que argumentar, es más fácil odiar que comprender. Es más fácil sacarse de encima que comprometerse, es más fácil entregarse que luchar, más sencillo es dejarse llevar que indicar el rumbo, es más fácil conformarse que enfrentar. Es más fácil criticar que construir, es muy simple flotar a la deriva y quejarse de la orilla que encontramos al chocar. Es más fácil simplificarlo todo, reducir la realidad, acortar la vista, envolvernos en una cáscara impermeable y girar en nuestro centro que entender a los demás. Es más fácil abollar un papel que poblarlo de ideas y es mucho más fácil llorar después, cuando ya es tarde y no importa nada más.
Antes nuestras miserias eran sólo nuestras y contaban con un público escaso que se correspondía con nuestro entorno inmediato. En algún momento, el hombre común se transformó en editor y en productor de contenidos desde diversas plataformas donde expone esas mismas miserias a un público mayor. Tener a mano un teclado no nos transforma en escritores, un celular inteligente no se refiere necesariamente a un usuario con las mismas características. Estar vivos no nos hace sabios de la vida, siempre nos falta, no hay pedestales desde donde derramar nuestro verbo al resto de los mortales, somos -básicamente- un recurrente error. Este cruce permanente de pequeños dioses dentro del Olimpo virtual que son las redes desata las pasiones más básicas, el insulto desaforado, la denigrante expresión hacia cualquiera que comete la torpeza de ser tan cruel como nosotros.
La olla está siempre hirviendo y en el mismo caldo se cuecen la verdad y la mentira, todos los desencuentros y el mismo amor, el odio flotando como la grasa que nunca se derrite, las frases simplonas disfrazadas de profunda filosofía, la superficialidad, la idea esencial que se va al fondo y se pierde, los unos y los otros tironeando de la cuerda en una cinchada eterna, los siete infiernos del Dante.
Frecuentemente nos estremecemos con la brutalidad de algunas expresiones, el capital herido y la mediocridad suelen ser los animales más peligrosos que pueblan esta selva 2.0. Imagino el tecleteo histérico y furioso de los eruditos de la nada, los dedos que se tropiezan torpes y resbalan en letras que se duplican y otras que desaparecen, todo por la desesperación por insultar rápidamente -lo textual nos lleva más tiempo y nos desespera- el fragor por plasmar la frase ácida e hiriente, el deseo del caos, la comparación burda con épocas que no se parecen, el dato arrancado de una fuente apócrifa. Es tan grande el deseo de que lo falso sea verdad que asistimos a un show de fuegos artificiales y creemos que eso es la luz. Pero la luz no tiene color, ni hace ruido, ni dura tan poco. La luz es otra cosa. De ahora en más no voy a contestarlo todo, voy a dejar pasar la mayoría de las cosas que son, por lo general, el "mucho ruido de pocas nueces".
No voy a transitar los márgenes ni detenerme frente a sombras que se proyectan sobre todo tratando de sembrar la oscuridad. No es por nada especial sino por el sencillo deseo de no transformarme en aquello que trato de enfrentar".

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