viernes, 8 de mayo de 2015

Entendiendo al PRO: del mundo empresario al del voluntariado

"La conexión de PRO con ciertos mundos sociales de pertenencia permite una imbricación social del partido en espacios sociales en los que se nutre de militancia, visiones del mundo y un ethos político que moviliza maneras de actuar exteriores a la política. De este modo, logra canalizar y organiza fuerzas sociales que, en cierta medida, lo preexisten. Frédéric Sawicki ha llamado la atención sobre la importancia de estudiar, en tiempos de debilitamiento de las estructuras organizativas de los partidos, y aún si reconocemos la fuerte interpenetración entre las fuerzas políticas y el Estado (lo que Richard Katz y Peter Mair llaman el “partido cartel”), lo que define como “entorno partidario”, es decir el medio social en el que está implantado un partido. Este entorno, que vinculamos a lo que llamamos aquí mundos sociales de pertenencia, funciona también como un acervo de recursos que puede movilizar una organización política.
Recursos simbólicos (imágenes) y morales (valores) que crean complicidades –marcos interpretativos comunes– con militantes y electores: al hablarles un lenguaje de gestión y de éxito, por ejemplo, o de entrega de sí y desinterés del voluntariado; al mismo tiempo, proveen ciertos repertorios de acción, formatos de escenas y roles para actuar.
El PRO se construye como grupo político enraizado en el mundo empresario, por un lado, y en el mundo del voluntariado, por el otro. De allí toma los formatos de rituales partidarios (los actos tienen mucho de la fiesta de fin de año de una gran corporación en la que el manager les habla a sus empleados sobre los éxitos cosechados y los objetivos a alcanzar), valores morales (la entrega de sí en actividades voluntarias; la importancia del éxito emprendedor), modos de ver el mundo (la positividad, el cuidado de sí, que lo ha vinculado, por ejemplo, con las llamadas nuevas espiritualidades). En este sentido, el disfrute en el hacer, “Haciendo Buenos Aires”, es una forma de emprendedurismo que gobierna buena parte de la estética y la moral partidarias. Ese hacer es, al mismo tiempo, festivo: el uso de globos, de banderines de colores, de coreografías festivas (el flashmob), de cotillón de casamiento o de pelucas y disfraces, se liga precisamente a esta celebración de la vida plácida en una ciudad estetizada, sin violencia ni conflicto. De ese modo el PRO sortea, desde hace tiempo, definiciones ideológicas tajantes como las que tenían los partidos de derecha tradicionales. Más allá de la izquierda y la derecha, busca posicionarse como un partido que mira hacia adelante.
Música y política
Durante las campañas electorales, cuando crece la frecuencia de los rituales de encuentro de la militancia del PRO con sus dirigentes, así como la intensidad emotiva que vincula a ambos grupos, los eventos dan cuenta de esta inserción del PRO en mundos sociales, a priori, ajenos al campo político. Así, por ejemplo, el 24 de octubre de 2013, en el cierre de campaña de las elecciones legislativas nacionales y locales, el partido organizó un acto muy breve e informal en el Puente Pacífico, en el barrio de Palermo. Las demás listas políticas de peso habían elegido escenarios más tradicionales de la política, así como formatos rituales propios de ese mundo: UNEN, la alianza que entonces unía a radicales, socialistas y otras fuerzas de centro y centro-izquierda, cerró su campaña en el Palacio San Miguel, en un acto donde los candidatos fueron presentados por una locutora; el Frente para la Victoria, en tanto, lo hizo en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, con discursos pronunciados desde un atril. En la esquina de la Avenida Santa Fe y la Avenida Intendente Bullrich no hay marcas políticas, no hay memoria histórica de otras movilizaciones. Se trata, en cambio, de una esquina visible de la ciudad, ubicada en un barrio de clases medias-altas, pero al mismo tiempo de gran circulación, por ser nudo de transportes de todo tipo. Además, la zona está asociada con dos políticas que el PRO ha publicitado como marcas de su gestión: una de las cabeceras del Metrobús que une Puente Pacífico con Liniers, y una estación de alquiler de bicicletas del sistema de bicing público retomado por Macri de la gestión anterior, y ciertamente potenciado hasta volverlo una bandera. Allí, los discursos son breves (los candidatos evitan hablar más de diez minutos), el carácter festivo todo lo domina, en consonancia con los eventos que el PRO había realizado a lo largo de toda la campaña. Hay un espacio vallado con algunas sillas de plástico negras ubicadas entre una estación saludable y el bicicletero (que forma parte del “Plan de Movilidad Sustentable”), los cuales se entremezclan con los globos y carteles multicolores con la leyenda “Juntos se puede”. A los costados del espacio vallado se encuentran los parlantes, que amplifican una progresión de temas de rock y pop nacional que formó parte del cancionero de la campaña del PRO aquel año, entre ellos Ciudad mágica, del grupo Tan Biónica. Cerca del vallado se ubicaron periodistas, fotógrafos y camarógrafos: el acto está hecho, ante todo, para ser difundido por los medios. Militantes reparten boletas entre los presentes y entre los transeúntes. A veces se refugian en una sombrilla multicolor con la consigna “La Ciudad nos une”, de la campaña de 2011. Algunos de ellos llevan los volantes y boletas en bolsas ecológicas del programa “BA Verde”. Después de los discursos, los militantes sueltan globos, en una acción que se replica en otras –más pequeñas– realizadas en mesas de campaña ubicadas a lo largo de la Avenida Santa Fe. Con el cancionero otra vez en los parlantes, los militantes comienzan a bailar. Michetti canta al micrófono. También cantan otros dirigentes del PRO. Santilli grita “¡Gracias totales!”, emulando la frase de Gustavo Cerati. Luego vuelve a sonar Ciudad mágica. Por fin, dirigentes y candidatos parten –sin Macri– en dos autos antiguos y un bus double-decker estilo inglés a recorrer otros sectores de la Ciudad, especialmente el barrio de Caballito, uno de los barrios de tradición radical conquistados por el PRO a partir de 2007.
El PRO construye así una ciudad emprendedora, no atravesada por los conflictos de la polis. Lo público es una prolongación del mundo privado, formato compatible con un partido que quiere atraer a los grupos sociales menos politizados, y que confía en los recién llegados a la política los resortes de su vida interna (son los cuadros que provienen del mundo de la empresa y de las ONG los que ocupan los principales puestos en el partido). Buena parte de las políticas públicas llevadas a cabo en la Ciudad de Buenos Aires se vinculan con este enmarcamiento, en términos goffmanianos. La construcción de un sello asociado a la ecología (“Buenos Aires Verde”), al uso de transportes no contaminantes, al reciclaje de basura, las ferias de comidas orgánicas, construyen una estética del cuidado propia, al mismo tiempo, del electorado de clases medias y medias altas que es el core electoral del PRO, desde que el partido logró penetrar definitivamente en las comunas donde hasta 2007 dominaba el voto de origen radical. El no compromiso con el pasado, la reivindicación de un mundo sin conflictos, por otra parte, al contrastar con el encuadramiento político de la discursividad kirchnerista, contribuyó a la conquista de un electorado mayoritariamente contrario a las opciones peronistas.
La reciente decisión de la UCR en su Convención Nacional de realizar una alianza electoral con el PRO parece reconocer, por un lado, el hecho de compartir buena parte de su electorado con el nuevo partido de centro-derecha; por otro lado, que es en esa alianza donde encuentra sus mayores posibilidades de desarrollo o de supervivencia. El sueño del PRO de constituirse en el relevo histórico del radicalismo por primera vez encuentra un eco orgánico en el partido que vendría a ser, hegelianamente, superado. Al mismo tiempo, el triunfo del sector más conservador de ese partido, apoyado por los grupos más pragmáticos, acepta una de las lecturas dominantes que realiza el PRO de la política argentina, y que lo liga, sin duda, a los marcos interpretativos construidos por las derechas regionales: que el gran mal de Argentina (y de la región) es el populismo, estigmatizado como una combinación de autoritarismo e “irresponsabilidad” económica, frente a la cual debe oponerse la república (confinada a una defensa de la división de poderes) y el realismo económico.
Así las cosas, el PRO y el kirchnerismo, los dos grupos políticos, en buena parte, hijos de 2001, y que habían buscado construirse como alteridad a lo largo de casi una década, finalmente pueden encontrarse en la disputa electoral nacional".
Fuente
Más: 
El PRO en su think tank
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