jueves, 25 de diciembre de 2014

La Navidad en los tiempos del Código de Faltas

Por Hernán Laurino

Mirá cómo la lleva atada el guacho Jiménez. Hijos de puta, ustedes. Los que están ahí arriba. Los que nos meten en esta mierda. Hijos de puta los que nos mandaron acá, a la loma de la mierda. Afuera de la ciudad. Afuera del mundo. ¿Tanto olor a mierda tenemos? ¿Tan negro somos? ¿Tanto nos querían tapar? Hacer de cuenta que no existimos.
Mirá cómo la lleva atada el guacho Jiménez. Mirá esas clinas largas, la gorra negra esa que no se la sacaba ni para dormir. El arito en la oreja derecha y la vista siempre en la pelota. Mierda, se la vas a sacar. Mierda, ibas a impedir que te hiciera un gol.
Todavía aparece de vez en cuando alguno de esos logis que se hacen llamar representantes por la Ciudad de los Cuartetos. Y pregunta por un tal "guacho Jiménez". La gente hace silencio cuando lo preguntan. Como hacían silencio cuando la pelota iba dormida en esa zurda mágica.
La gente pobre hace silencio, porque todavía tiene respeto. Y los pobres como nosotros, los que tenemos dignidad, lo que nunca robamos nada, sabemos que la mayoría de las veces callar es vivir. Por eso ni nos quejamos. A nosotros nos tiraron acá, no nos dejaron pertenecer.
Entonces, por eso la gente hace silencio cuando viene un tipo y dice que lo anda buscando al guacho Jiménez. Que lo va a llevar a Talleres o a Belgrano. Que tiene contactos. Que toda la familia se va a salvar.
Mienten. Hijos de puta. Te mienten en la cara. Pero la gente se banca hasta lo imbancable. Porque así somos acá. Los tendrían que hacer cagar a esos representantes.
Los chicos, los más pibitos, todos saben de quién se trata cuando se habla del guacho Jiménez. Nadie ha visto jamás otro pibe hacer esas cosas con la pelota en estos potreros. Cuentan que una tarde pasó a cinco y hasta le hizo un caño a un perro, antes de meter la pelota de taco, sobre la raya, cagándose de risa y sacándose la gorra para que lo aplaudan.
¿Ves aquellos patrulleros? Esa gente fue. Esa gente nos robó al guacho Jiménez. Porque tenía la gorra, le tiraron. Nada más. Todavía se escuchan los piques de la pelota al lado del cuerpo de este pibe, en la calle misma. Ni la dignidad de levantarlo tuvieron. Vos sabes que no quería soltarla a la pelota. No quería.
Andá vos, si tenés huevo, y preguntá en el barrio por el guacho Jiménez. Nunca hubo un pibe que jugara a la pelota como él. Pero siempre habrá, y seguirá habiendo, muertes así. Las que no salen en los diarios jamás. Si somos fantasmas. No figuramos.
Mirá como la lleva atada el guacho Jiménez. Hijos de puta, ustedes. Los que están ahí arriba. ¡Los que nos meten en esta mierda!

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