miércoles, 13 de marzo de 2013

Joaco y Edu: Las armas de La Cámpora

Joaco: "El viejo piquetero Raúl Castell denunció que las agrupaciones kirchneristas reciben permanentes y masivas autorizaciones del Renar para comprar armas. La aseveración de Castell, que es antikirchnerista, fue confirmada luego por Toti Flores, otro antiguo piquetero bonaerense que luego se dedicó a la política clásica al lado de Elisa Carrió. Castell amenazó con armar a sus propios seguidores para no quedar impotente ante la capacidad armada de sus adversarios".
Edu: "La de Castells no fue una advertencia solitaria. Su ex exposa, Nina Peloso, confirmó que a muchos de los movimientos sociales que apuntalan al kirchnerismo le llegan armas. Héctor “Toty” Flores, diputado de la Coalición Cívica, resultó más descriptivo: ”Las armas se distribuyen entre los militantes de los barrios más humildes”.
La Red para el Desarme sospecha que no todas las armas incautadas o entregadas voluntariamente son destruidas. Los dirigentes sociales no kirchneristas agregan precisión: parte de aquella remesa fue recibida, en una oportunidad al menos, por integrantes de la Tupac Amaru que lidera la jujeña Milagro Salas. Tupac Amaru forma parte de “Unidos y Organizados”, un pilar del sistema movimientista que apuntala a Cristina Fernández.
La Red para el Desarme señala también que el Renar maneja una caja con un superávit anual de $ 20 millones, producto de la emisión de licencias y autorizaciones. Esos fondos carecen de algún tipo de auditoría.
La presunción es que ese dinero se destina al financiamiento de la política. A los gastos de La Cámpora, convertida en ese sentido en un barril sin fondo. El Renar sería, al fin, un pequeño monedero comparado con los millones en dólares de Aerolíneas Argentinas".
Mientras, Levy Yeyati está impaciente: "Vivimos esperando la definición. Hace décadas que el país oscila, parafraseando a Gerchunoff y Llach, de la ilusión de la recuperación al desencanto de la crisis.
¿Por qué la crisis se hace rogar?
Cuesta imaginar esta deriva sin desenlace, pero es lo que hay. Probablemente nos esperen treinta meses más de discusiones inverosímiles sobre los orígenes de la inflación y de recetas exóticas de economistas amateur. Treinta meses de vehemente improvisación y autocelebración en cadena. Treinta meses de enervante calma chicha, y ninguna crisis.
O treinta meses para pensar el futuro, para construir una alternativa que no huela a reciclaje. Porque nada sucederá por sí sólo, la crisis no nos salvará de la falta de ideas. Hay que remar".

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