domingo, 16 de diciembre de 2012

El Club de la Mala Onda

¿Cómo van a ser felices en este país de porquería? ¿Eh?
Pepito: "Al final del día, sólo el impacto impresiona y manda. Cultura festivalera de alto nivel de decibeles, el mensaje es puro efecto multivisual. Los intendentes del Gran Buenos Aires, por ejemplo, gastan millones en comprar espacios en las revistas para reproducir las fotos producidas ad hoc en sus movidas festivaleras, siempre sonrientes, junto a figuras del “ambiente” eternamente mendicantes de un bocado, a cambio de honorarios para compensar sus monerías. Intendentes como Sergio Massa y Fernando Gray descuellan en este torneo de figuración a toda costa junto a modelos y conductoras más o menos cimbreantes. Imperturbables caciques suburbanos, a los que no se les cae ni una idea articulada, saben que una foto junto a la estrellita de moda “paga” bien. ¿Paga?
La sonrisa y hasta la carcajada son obligatorias a nivel oficial. De las últimas 10 mil fotos que se le han tomado a Amado Boudou, en no menos de 9.980 aparece exhibiendo siempre su boca abierta, su nívea dentadura, los músculos faciales de la risa a todo dar y saludando con los dedos en V. Dato infaltable del protocolo oficial: ministros, secretarios de Estado y funcionarios varones reblandecidos miran arrobados a Cristina, la aplauden vigorosamente todo el tiempo y dibujan sonrisas de rigor. El procedimiento ritual y compulsivo de reírse y aplaudir es el decorado obligatorio que contrapone el grupo gobernante a la llamada “cadena del desánimo”. Se podría organizar un álbum de risas oficiales, en el que constara la jocosidad indomable de Juan Manuel Abal Medina, Aníbal Fernández y Hernán Lorenzino, por ejemplo. Aunque, nobleza obliga, es muy raro captar dicha en los rostros de los ministros sombríos, como Garré, Timerman, De Vido y Randazzo, entre otros. Pero esa “buena onda” compulsiva, resultado de un agraviante reduccionismo, no es rasgo exclusivo del Gobierno. Similares mecanismos de devaluación de formas y contenidos campean en algunos sectores adversos al oficialismo y, desde luego, en un periodismo frecuentemente esclavizado por la tontería".
Gioffré: "El fascismo presenta al menos cinco notas distintivas: la presencia de un caudillo, la movilización de las masas, la división tajante de la sociedad, las estigmatizaciones y persecuciones de ciertos grupos de opositores y, por fin, el autoritarismo. ¿Están ausentes en el kirchnerismo estos matices que definen el fascismo? Es verdad que el kirchnerismo no tenía un caudillo, lo que llevó a Juan José Sebreli a caracterizarlo como populismo frío, pero la muerte súbita de Néstor Kirchner le dio un líder póstumo: el féretro cerrado, la mención como El, o del viento que viene del sur, el gran mausoleo, las plazas y calles con su nombre o la película alusiva apuntan a la construcción retrospectiva del necesario mito.
La movilización de masas está asegurada con La Cámpora, el Movimiento Evita, Unidos y Organizados, Kolina, el MTV y las huestes de Milagro Sala. Ni hablar de la tarea ortopédica en las escuelas, de la pedagogía amable del Vatayón Militante en las cárceles o de los fastos del Bicentenario. La división de la sociedad argentina llegó de la mano de las enseñanzas de Ernesto Laclau. La articulación de demandas insatisfechas se condensan en un significante vacío que las hegemoniza y, a la vez, establece una frontera simbólica: los que quedan afuera son los culpables de todos los males. También las familias argentinas, como en el film de Fellini, han sido atravesadas por la delimitación rabiosa de la política. Respecto de las persecuciones, basta ver las causas judiciales urdidas contra Ernestina Herrera de Noble y sus hijos, Mauricio Macri o Hugo Moyano, para no hablar de la abusada campaña “Clarín miente” o de la descalificación de los opositores en el Fútbol para Todos".
El Sirviente: "Lo de Grosman (el "escenógrafo" de los grandes acontecimientos histriónicos del kirchnerismo -el Bicentenario, la transmisión de las exequias de Néstor Kirchner, Tecnópolis-) no será barato, pero es muy profesional en lo suyo y el producto queda en pantalla más que bien plantado: armoniosa combinación de colores, ágil dirección de cámaras y una buscada atmósfera de buena onda. Fuera de cuadro (menos mal, porque restaba magia) estaba la 9 de Julio atestada de micros que, más allá de los muchos espontáneos que concurrieron, aportaron extras en cantidad a la lograda superproducción del Walt Disney del kirchnerismo.
A Cristina Kirchner le gusta cada vez más aparecer rodeada de artistas: como si no fuese suficiente el récord de votos que ostenta, de todos modos no desea prescindir de los efluvios benéficos que emanan de los astros amados por los públicos y por eso los elige como aplaudidores VIP en su locación preferida (el Museo del Bicentenario) o los lleva en avión hasta Mar del Plata para que como decorado viviente los acompañe y sean, a su vez, su propio y paradójico público".

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