domingo, 2 de diciembre de 2012

Dos viejas churras

"—Entre nosotros: en el caso de Evita, cuando escribí sobre ella consulté a mucha gente que la había conocido en su época preperonista, en su época de actriz de cine, teatro y radio, y todos coincidían en que era una chica ante la cual nadie se daba vuelta por la calle para mirarla. Te estoy hablando de gente que la conoció mucho. La prueba está en que no hizo carrera artística. No era una gran actriz, pero muchas contemporáneas que tampoco eran grandes actrices, sin embargo, hicieron carrera. Evita empezó a hacer carrera a partir de su relación con Perón. Su actuación política en los últimos años fue decisiva. Sin embargo, ¡atención! no cualquiera puede convertirse en un mito. Perón quiso hacer lo mismo con Isabel y fue un fracaso. Hay que tener “algo”. Pero ese “algo”, si no puede canalizarse en una determinada circunstancia histórica, no sirve. Es evidente que Churchill era tan inteligente cuando no era popular como cuando se convirtió en una figura mundial. Y también, después de la guerra, siguió siendo igualmente inteligente.
—Volviendo al caso de Evita (sobre quien vos también has escrito), quizás su enorme carisma se debió asimismo a una muerte tan prematura. No hay que olvidar que era muy joven y simbolizó una entrega de vida.
—La muerte de los héroes. El fuego de la pasión es indispensable. Evita, desde muy chica, quería “ser” algo. ¿Qué podía entonces hacer una mujer en esa época? Ponerse a estudiar en una universidad era muy difícil y, evidentemente, no tenía esa vocación. La meta, entonces, era ser actriz. El teatro, el cine, eran el vehículo para que una mujer de origen muy modesto y sin capacidades intelectuales tomara ese camino. Era el único que le quedaba. Evita quiso seguirlo. Sin talento artístico. Si no se hubiera producido la circunstancia histórica de conocer a Perón que mencionábamos recién, y el hecho de que también Perón estaba en la circunstancia histórica como para convertirse en un personaje, las cosas habrían sido diferentes.
—Y en cuanto a imagen, ¿cómo ves el carisma de Néstor y Cristina Kirchner?
—Lo que pasa es que yo había escrito en tiempos de Néstor un artículo en Perfil en el que hablaba del “populismo frío”. Néstor no era carismático, aparecía muy de vez en cuando, no arrastraba a la gente y yo decía “sí, por un lado, esto es un populismo pero, por otro, aquí faltan elementos del populismo”. En esa época le faltaban dos elementos: el líder carismático (había subido con el 20%) y la movilización de masas. Tampoco había una propagandización total. Y estos son elementos típicos del populismo. Me preguntaba: ¿hasta qué punto puede existir un populismo frío? El populismo siempre es política apasionada. Pero, a partir de los últimos tiempos de Néstor, siendo ya Cristina presidenta, empezó a transformarse en un populismo propiamente dicho. Un populismo patético, dramático, masas en la calle… Yo diría que el primer momento en el que el kirchnerismo puede sacar las masas a la calle, gracias a una gran puesta en escena, es el Bicentenario. Gracias a Fuerza Bruta y a esos espectáculos muy a la manera de Lenni Riefenstahl aunque con un estilo más pop… bueno, ahí empieza la cosa. Luego, ya en el gobierno de Cristina es un populismo típico, con movilización de masas y demás. Crea también una serie de fuerzas de choque armados: no hay que olvidar, por ejemplo, el Tupac Amaru de Milagro Sala con sus batallones militantes de asesinos; los barrabravas, que son mercenarios también asesinos. ¿Para qué está esa gente? ¿Para debatir? Mirá, es gente que lo único que sabe es usar las armas. Es decir que Cristina tiene también hoy para la gestión administrativa a La Cámpora. Es decir que tiene mucho poder, cosa que no tenía el primer kirchnerismo. Ha cambiado mucho, y ella también ha cambiado su estilo. Era una mujer que, aun cuando dijera cosas con las que estábamos en completo desacuerdo, tenía un estilo muy sobrio, siendo muy buena oradora, capaz de hablar un par de horas sin papeles. Ahora se ha convertido en una especie de animadora de programas de TV, un poco grotesco, ¿no? Incluso imitando un estilo de conversación que no cae muy bien porque se presta a la parodia. En determinados momentos no sabés si es ella o su imitadora.
—Además, no creo que la ayude el exceso en el uso de la cadena nacional.
—Es un error. La gente se cansa. Aunque Evita hablaba todos los días… pero era distinto".
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