domingo, 5 de agosto de 2012

Tommy Abraham, contra Laclau

"–La Voz: Recientemente usted dijo que el kirchnerismo es “una estafa ideológica que usa recursos de la culpa”. ¿Por qué, si es así, esa estafa tiene adeptos tan convencidos entre sectores juveniles y entre cierta elite intelectual?
–Abraham: ¿Por qué? ¡Por qué no, diría yo! El cristianismo (no el cristinismo) tuvo todavía más éxito con el pecado; el judaísmo hace 5.700 años que viene con la culpa. La sociedad argentina fue espectadora, partícipe y actora de su propia historia (porque lo fue). Entonces, ¿qué mejor que sentirse absuelta y víctima? ¿Qué mejor que hacer el monumento a la víctima, adorado por todos? Por mí, incluso. Si nos identificamos con la víctima somos todos víctimas. Yo compro eso; es baratísimo y me salva de pensar por qué Carlos Menem fue presidente 10 años en plena democracia. ¿Qué mejor que pensar que nos jodió a todos? ¿Qué mejor que desconocer lo que fue la Argentina entre el ’72 y el ’76? ¿Qué mejor que olvidar lo bien que vivieron muchos de los que nos gobiernan durante esas épocas nefastas? ¿Qué mejor para la sociedad argentina que se sienta absolutamente defraudada y decepcionada en el 2001 por la ética de De la Rúa, por las promesas de ingresar al Primer Mundo de Menem y por “con la democracia se come”, de Alfonsín? Lamentablemente, al buscar algo estimulante, que motivara a la gente, lo que se encontró fue este asunto de la víctima, de la juventud maravillosa y el lenguaje de la liberación nacional y de lo nacional y popular. Otra vez lo mismo. El mismo lenguaje de la década del ’70 previa a la etapa democrática.
–¿Por qué se vuelve a ese dis­curso?
–Porque el discurso nacionalista es el que más éxito tiene en Argentina. Considerarnos un país dominado por el imperio tiene mucho éxito. Decir que los ingleses nos explotaron durante un siglo y que después lo hicieron los yanquis, también. El relato que más éxito tiene es ese. De hecho, fue el que usaron los militares en las dictaduras, empezando por Uriburu; Perón también era militar. La soberanía, las Malvinas, tiene mucho éxito. Vos querés proponer otro tipo de relato y a nadie le interesa. Hay que tener presente que lo que hace posible a la democracia es la libertad y a la libertad la hace posible el hecho de que alguien no esté de acuerdo y que el Estado no se convierta en un policía que busca delincuentes y que señala “ese es el enemigo; ese otro también”. No podemos tener un Estado policial; no porque la policía sea mala en sí misma como profesión, sino porque si se instala como gobierno es un régimen de persecución. La política no se persigue en democracia, se persigue en dictaduras. Nosotros vivimos en pleno crecimiento, a tasas chinas, con inclusión durante 10 años. Deberíamos estar bailando en las calles, borrachos de alegría, pero estamos en guerra, en guerra interior.
–La Voz: ¿La política se convirtió en una guerra en Argentina?
–Abraham: Hay una concepción de la política que se basa en la creencia de que se conquista poder con enemigos. Esto es típico de la política militarizada, lo que nos llevó al desastre en los ’70. El poder como todo o nada. El poder que no se comparte; el poder no se distribuye; el poder se tiene. Eso es típico de esta forma de pensar el gobierno y el poder.
–La Voz: ¿Cómo se sostiene ese esquema de pensamiento; por cuánto tiempo?
–Abraham: Es muy simple. Se sostiene durante el tiempo que tengan plata. 
–La Voz: ¿Qué respondería a quienes respaldan las teorías de Ernesto Laclau, en su intento de dar sostén ideológico al kirchnerismo, reivindicando el populismo e incluso considerándolo un valor que enriquece a la democracia?
–Abraham: Hay una categoría de intelectual que se podría llamar un “marxista cesante”. Me refiero a que desde el año 1989 o 1990, después de la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética, cuando innumerables pueblos pudieron sacarse de encima la burocracia policial estalinista, mucha gente de la cultura se quedó sin trabajo intelectual. Entonces Chávez, el kirchnerismo los hace volver a vivir. Quieren hacer del populismo una especie de teoría universitaria, con elementos analíticos de alta sofisticación lingüística, mientras disfrutan de sistemas tan decadentes como el británico, de sociedades tan autoritarias como la inglesa, y nosotros, algunos, no nos damos cuenta de que estamos viviendo tiempos de emancipación social. Me parece que Laclau escribió un libro filosofante, no filosófico, lleno de artilugios de jerga para justificar algo que es bastante más simple. En todo caso, si el chavismo hizo algunas políticas sociales beneficiosas no fue por las teorías estructurales de Laclau, sino porque tuvo petróleo, tuvo plata. Nosotros, en cambio, queremos instituciones mejores. Además, pretendemos un sistema representativo, democrático, en el que la ley sirva para algo y el respeto exista. Si eso no existe, lo queremos como utopía, y no queremos la utopía del capataz, la de la capataza, aunque les guste a algunos intelectuales, que hablan de liberaciones pero nos dejan en la pobreza. Otro tipo de sociedad requiere de reformas graduales, poco a poco, con educación, con más igualdad social, con mejores representantes. No que­remos el universo de las asambleas populares en las que mandan las barras bravas".
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