viernes, 13 de julio de 2012

Las estafas del Clarín riocuartense

"La denuncia del empresario Héctor Boccaloni contra Leopoldo Ghelfi (en la foto, tercero desde la izquierda), César Aquiles Mugnaini y Carlos Gamond -director del diario Puntal (primero desde la izquierda en la foto)- reclamando dinero prestado y acciones en Puntal y Canal 13 (de Río Cuarto) sorprendió a propios y extraños. ¿Cómo se animaba a levantar semejante acusación? Pero después del golpe inicial todo volvía a una calma relativa sabiendo que la justicia es lenta, que los denunciados pueden contratar buenos abogados, que Boccaloni tiene 85 años, problemas coronarios, está sin un peso y la mayoría de sus reclamos prescribieron.
Ahí estaba Boccaloni y su mujer Lourdes pensando cómo hacer para sobrevivir sin capital y sin trabajo, contando los días para que el fiscal Walter Guzmán tomara medidas, buscando papeles y documentos que ratificaran su versión, cuando apareció la caballería. Una carta de Leopoldo Ghelfi volvió a sacudir el Imperio.
(...) Ghelfi confirmó (en ella) lo que muchos decían, y Gamond y (Antonio Benigno) Rins (ex asesor del ex vicepresidente de la Nación, Julio Cobos; segundo desde la izquierda en la foto; ex aliado de Luis Juez en Córdoba) negaban: fueron socios durante años.
Incluso cuando Rins era intendente (de Río Cuarto) y Ghelfi secretario todopoderoso. Pero además de la función pública que ocupaba, Ghelfi fue apoderado de Editorial Fundamento (Puntal), armó y manejó las consultoras y las sociedades anónimas, estuvo en el Sanatorio Privado, el fideicomiso y probablemente otros negocios desconocidos por el populacho.
Ghelfi no es un improvisado. Quienes han trabajado con él saben que su especialidad es el orden. Cuando era secretario de Gestión sobre su escritorio estaba meticulosamente armada una carpeta semanal sobre el avance de cada una de las obras y las paredes del despacho cubierta de planos y carteles recordatorios.
La información que Ghelfi posee vale oro. Y ahora, recuperado de su pico de estrés que lo tiró 45 días a la cama y lo obligó a someterse a un tratamiento psicológico, fortalecido por su familia y un grupo de amigos incondicionales, salió al ruedo y dijo, un poquito, de todo lo que sabe. Hasta ahora dio nada más que los títulos: los habría calificado de “cagones” y “estafadores” y de pasar las acciones a un insolvente (sería un abogado que trabaja en el mismo estudio de los hijos de Rins).
Estos dichos ya provocaron fisuras en el grupo y estarían todos enojados contra todos: Mugnaini le echa la culpa a Gamond (integrante de ADEPA y protagonista de las operaciones de Clarín) porque el fracaso del fideicomiso provocó la ira de Boccaloni; Gamond habría dicho que él no le debe un peso a Boccaloni y que si su ex suegro le debe plata que se arreglen entre ellos; las hijas de Gamond le habrían reclamado a sus padre por este escándalo; Ghelfi-Rins y Gamond ya no se hablan entre ellos.
Ghelfi está dolido porque sus socios-amigos lo dejaron solo, lo abandonaron en una mala después de las muchas buenas en las que lo habría favorecido.
Una vez más la astilla del propio palo es la que puede poner en un verdadero brete a uno de los grupos más influyentes y compactos de la ciudad.
¿Llegará la sangre al río o todas las partes se sentarán y arribarán a un acuerdo?".
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