domingo, 10 de junio de 2012

Los escribas del relato de los balcones de la abundancia

Morales Solá: "El Gobierno dio más importancia a las cacerolas que los propios medios periodísticos. Fuentes oficiales señalaron que en la noche del jueves se movilizaron a la Plaza de Mayo unas 10.000 personas, aunque nunca estuvieron todas juntas en el mismo momento. Otras 2000, según esas mismas mediciones, se movilizaron en puntos más distantes del centro de la ciudad. Doce mil personas es una cantidad significativa para una convocatoria que fue hecha sólo por las redes sociales. Ningún medio periodístico tradicional habló de esa protesta con antelación. ¿A cuántas personas expresaron realmente esos estrépitos?
También hubo cacerolazos en el interior, sobre todo en Rosario y en Córdoba. ¿Alcanzaron cifras abrumadoras? No. Pero conviene detenerse en la tendencia. El segundo cacerolazo fue peor que el primero y el tercero fue más grande que el segundo. El fenómeno está encerrado por ahora en los centros urbanos, donde siempre existió un antikirchnerismo latente. La novedad, sin embargo, fue la edad de los caceroleros. Hubo más gente joven que vieja. Es natural: los jóvenes son nativos de la revolución tecnológica, mientras que los viejos vivieron sin ella gran parte de su vida. El kirchnerismo se jacta de haber devuelto la juventud a la política, pero muchos jóvenes están lejos del kirchnerismo. La Presidenta oyó el ruido y la queja".
Castro: "El descontento social comienza a expresarse de manera creciente, gatillado por los distintos efectos que las medidas oficiales producen. Los cacerolazos del jueves y las movilizaciones del viernes lo reflejan. La imagen de la gente golpeando sus cacerolas y marchando hacia la Plaza de Mayo remite a los aciagos días de 2001-2002. Lo mismo vale para las manifestaciones que organizó la rama de la CTA que no responde al Gobierno. Hay que ser claros: la situación no es la misma que la de hace diez años. Pero el Gobierno, con sus conductas y sus medidas, no hace más que generar un clima reminiscente de aquel tiempo".
Viau: "Lo cierto es que la situación que el gobierno hablando por boca de Reposo atribuyó a la alianza maléfica de los medios con los partidos opositores es, en realidad, el producto de la combinación explosiva de su soberbia y la declinación económica. Las encuestas muestran que la estima por la gestión “K”, aunque se mantenga todavía en niveles aceptables, ha descendido y sube la columna de los que la califican con reparos. La desaceleración golpea de lleno en las clases medias, la opinión pública percibe que hay una crisis en puerta aunque no sepa a dónde irá a parar si la atraviesa. Es una de las razones por las que miles de ciudadanos se concentraron el jueves, en la Plaza de Mayo. El espectáculo se repitió en otros núcleos urbanos. Algo más de mil personas se concentraron frente a la municipalidad de Bahía Blanca. No es número significativo, se dirá, pero podría serlo la próxima vez: el descontento es un sentimiento que crece".
Leuco: "Cristina atraviesa el peor momento político desde su histórica reelección. Ella es la principal responsable de la caída en las encuestas producto de su tenacidad para ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. Una sumatoria de errores no forzados consiguió verdaderos milagros, como poner en actitud combativa a casi todos los sectores sociales que conformaron el 46% que no la votó y, también, a una porción del 54% que colocó su boleta en las urnas. La unidad en la lucha que los partidos de oposición no lograron fue parida por un gobierno que los amontonó y, a fuerza de maltrato, los empujó a la calle. Lejos de Madrid, Cristina construyó sus propios indignados".
Fernández Díaz: "Los cacerolazos de estos días, cuando no caen en fascismos (como las agresiones perpetradas contra periodistas del canal oficial), son expresiones legítimas: los ciudadanos tienen derecho a patalear si el Estado les impide repentinamente buscar refugio frente a la galopante inflación que el mismo Estado generó. Me habría gustado, sin embargo, que estos mismos cacerolistas hubieran salido mucho antes a la calle para repudiar la manipulación de la justicia, la corrupción, la pobreza en un país que creció a tasas chinas, el avasallamiento de las instituciones y tantas otras cosas graves que vienen sucediendo desde hace nueve años en la Argentina. Los intelectuales del kirchnerismo, que ahora sienten repugnancia frente a las cacerolas, también guardaron silencio sobre estos pecados mortales de la política".
Fontevecchia: "Cualquier productor de televisión sabe que si se juntan en la Plaza de Mayo miles de personas con carteles y cacerolas, es nota. Más nota aún si las otras veces que sucedió tuvo consecuencias. Sería nota incluso para decir que no eran tantos como las otras veces (aunque tampoco fueran tan pocos). Pero no fue nota. Cualquier productor de televisión también sabe que se cubre el más mínimo corte de cualquier avenida porque, además del servicio de tránsito, las protestas son ideales para las cámaras por ser escénicamente atractivas. Pero este cacerolazo en Plaza de Mayo –que tenía todo el cotillón: personas disfrazadas de dólar, jóvenes con máscaras de los indignados, carteles con distintos grados de creatividad– se ignoró.
No hay disculpa técnica, siquiera inverosímil, como aquella de Hadad de que se había terminado el horario del programa. Los canales de noticias son precisamente de veinticuatro horas de noticias para transmitir en directo todo lo relevante que sucede.
Me cuesta creer que un periodista de raza como Héctor Ricardo García, el creador de Crónica, haya perdido el reflejo de enviar una cámara a la Plaza de Mayo. Algo lo sujeta, lo mismo que a los experimentados periodistas que a esa hora estaban con sus programas en C5N, Canal 26 y América 24.
Paradójico, ¿no?, fue justo el jueves, cuando se festejaba el Día del Periodista".
Van der Kooy: "Sucede algo parecido a un cambio de clima. En un puñado de semanas se han acumulado señales que estarían indicando que el rotundo triunfo de Cristina Fernández en octubre parecería más distante en el ánimo colectivo que los apenas seis meses que indica el calendario.
Las cacerolas han vuelto a salir a las calles y rondan también la residencia de Olivos. Son manifestaciones pacíficas, circuncriptas a Capital y, en menor medida, a Rosario, que podrían arrojar dos conclusiones provisorias: la realidad destemplada y sus fisuras internas le han hecho perder ahora al kirchnerismo el control de la calle ; hay sectores sociales, además, que parecen haber agotado con rapidez su paciencia frente a las arbitrariedades y la necedad del Gobierno.
Aquellas cacerolas y la primera acción opositora consistente en mucho tiempo en el Congreso, marcaron aún con suavidad los primeros límites que encuentra la Presidenta en el breve recorrido de su segundo mandato. Quizás haya existido entre aquellas dos acciones más coincidencia de la imaginada: el Gobierno apuró la declinación de la candidatura de Daniel Reposo a la Procuración General mientras en la noche gélida del jueves las cacerolas retumbaban en la Plaza de Mayo. El anuncio había sido previsto, en principio, para el viernes".
Novaro: "Los episodios caceroleros de los últimos días poseen rasgos comunes con otras expresiones de la crisis, a la vez política y económica, en la que nos vamos internando paulatina e incrédulamente. Incrédulos porque, una vez más, la política de nuestro país nos da sorpresas; pensábamos que las cosas iban a ser de muy otro modo y todavía no entendemos muy bien cómo es que están saliendo tan mal, tan rápidamente. No es casual por ello, y es por demás elocuente, que los cacerolazos fueran tímidamente ganando su espacio en la escena pública, liberándose paso a paso del cerrojo que la censura oficial (hecha de descalificaciones e impugnaciones morales más que de prohibiciones, como suelen hacer los censores cuando pasan por su mejor momento) impusiera a todo lo que no se acomodaba a su versión de las cosas, y revelando un “país real” que se va alejando del gobierno a medida que éste se muestra más y más incapaz de cumplir las promesas con las que se legitimó, que su modelo político y económico sería capaz de brindar beneficios sostenibles en el tiempo, sino para todos, al menos para el mayor número.
Al principio los caceroleros fueron más bien tímidos, culposos incluso. Tal vez previniéndose o  haciéndose cargo en alguna medida del reproche de expresar el egoísmo de los ricos que le lanzó el oficialismo, y resistir decisiones suyas supuestamente orientadas a beneficiar a los peor situados. Y confiaron poco y nada, además, en su capacidad de quebrar desde la dispersa espontaneidad de la queja de clase media el poder omnímodo que sobre la agenda pública y las decisiones instituciones venía ejerciendo el gobierno. Hasta que en el encuentro callejero con sus pares, y en la coincidencia temporal con movilizaciones sindicales contra el ajuste, protestas del campo contra el alza de impuestos y resistencias de los partidos opositores contra los abusos institucionales, su autoconfianza se fortaleció y la culpa cedió. Así fue que se trasladó de Callao y Santa Fe a la Plaza de Mayo".

2 comentarios:

Literario dijo...

Como acto periodístico el que hagas un rejunte de todas esas opiniones maniquéas y apocalípticas, es útil. No te envidio la desagradable experiencia de leer a tanto tendencioso adivinador político.
No pueden intentar disfrazar la "seudo objetividad". Les gana la pulsión destituyente.

Sergio Villone dijo...

Hoy se me hizo pesado, te confieso...

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