sábado, 16 de junio de 2012

Cacerolas Nada

Neilson: "Los porteños, rosarinos, cordobeses y otros que están saliendo a la calle para protestar contra el Gobierno, sospechan que los kirchneristas se han propuesto privarlos de la posibilidad de defenderse contra individuos que no vacilan en jactarse de su insaciabilidad, de ahí las manifestaciones que, para alarma de Cristina y sus colaboradores más sensatos, parecen destinadas a cobrar dimensiones impactantes en los meses próximos.
Al difundirse la sensación de que la Presidenta ha perdido la brújula, que está más interesada en hacer alarde de su propio poder que en cualquier otra cosa –de ahí el intento, por fortuna frustrado, de aupar al pobre Daniel Reposo nombrándolo procurador general de la Nación con el propósito de humillar a los fiscales–, son cada vez más los que, al llegar a la conclusión de que el proyecto que supuestamente está en marcha no es más que una estafa, una construcción verbal que fue inventada a fin de brindar a los soldados de Cristina una pantalla de humo detrás de la cual podrían seguir aprovechando la buena suerte que les ha tocado, se han puesto a golpear sus cacerolas en un esfuerzo por decirle lo que opinan del rumbo que ha emprendido su gobierno extravagante".
Forster: "Mientras se van silenciando las menguadas cacerolas empuñadas por un sobredimensionado sector de la clase media porteña que intentó rememorar el ruido atronador de algunas míticas jornadas de diciembre de 2001, desde las usinas mediáticas se sigue insistiendo con la retórica de la catástrofe y la cercanía, ahora sí, ¡por fin!, de un Apocalipsis económico tantas veces anunciado. Agoreros de profecías que se quieren autocumplidas intentan instalar, bajo la forma de la certeza y de la impunidad mediática, la llegada a nuestras costas del “Gran fracaso”. Portadores de una absoluta impunidad discursiva y carentes de cualquier espíritu autocrítico se dedican a propalar, con entusiasmo, la llegada del “fin de los tiempos” que, para su devoción religiosa neoliberal, supone la caída del “experimento estatista y clientelar” desarrollado durante nueve largos años por el kirchnerismo.
Un deseo profundo y visceral recorre a ciertos escribas del poder corporativo; un deseo que se correspondió, mientras duró, con la amenaza imaginaria de miles y miles de “buenos y democráticos vecinos” derramándose por las calles de una ciudad que volvería a hacer saltar por los aires al sistema político para llevarse puesta la ignominia autoritaria del populismo. Nada de eso sucedió. Apenas el intento fallido de transformar a una escuálida representación del cuentapropismo moral, ese que se desespera por adquirir su máximo objeto fetichista –el dólar–, en la voz virtuosa y republicana de la “mayoría silenciosa”, esa misma a la que siempre hace referencias la derecha cuando descubre que entre sus ansias de gobernar y la respuesta electoral de la ciudadanía media un abismo insalvable. Cuando los votos les son esquivos, cuando las multitudes populares expresan su propia tradición política, lo que regresa, siempre, es la descalificación bajo las múltiples metáforas que han ido construyendo con énfasis racista, a lo largo de nuestra historia, del “aluvión zoológico” al “clientelismo del choripán y los planes sociales”".

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