viernes, 3 de febrero de 2012

Chomsky, Maryl Streep y TINA, en medio del cambio

Estoy de mudanza y la casi obligada desconexión me hizo urgar en mi pc y recuperar viejos escritos del maestro Noam, además de estar preparando un trabajo sobre su pensamiento. La abstinencia internetiana está pegando fuerte y acá estoy en el balcón del nuevo departamento buscando señal en alguna red wifi hasta que los amigos de Telecom se apuren a reconectarme. Pero hay algunos bytes para poder postear algo de Chomsky justo ahora que la nueva fiebre pro Malvinas invade el espíritu invasor de Cameron y Cía (con príncipe incluido), hasta el punto de realizar una película sobre Maggie (¿se imaginan si nosotros hubiéramos hecho una condescendiente con, no sé, Galtieri?).
Dice el pensador estadounidense en su artículo El control de nuestras vidas, del 2000 (antes de todo, por lo que sirve para ver algunos avances en la región y en nuestro país):
"Las estrategias utilizadas en las dependencias pueden ser extremadamente brutales. Los jesuítas organizaron una conferencia en San Salvador hace un par de años. Se habló en ella del terrorismo de Estado de los años 80 y de su continuación a través de las políticas socioeconómicas impuestas por los vencedores. La conferencia tomó buena nota de lo que denominó la residual "cultura del terror", que dura tras el declive del terror de facto y tiene como efecto la "domesticación de las expectativas de la mayoría", que abandona cualquier idea de "alternativa a las exigencias de los poderosos".
Han aprendido la lección: No Hay Alternativa (TINA)', tal como rezaba la cruel frase de Maggie Thatcher. La idea de que no hay alternativa es el eslogan habitual en la versión empresarial de la globalización. En las dependencias, los grandes logros de las operaciones terroristas han consistido en destruir las esperanzas que habían surgido, en América Latina y en Centroamérica durante los años 70, de la mano de las organizaciones populares a lo largo y ancho de la región, y también de la Iglesia, cuya opción "por los pobres" le costó severos castigos por haberse apartado del buen camino.
A veces las lecciones sobre el pasado se reescriben más cuidadosamente y en un tono más mesurado. Se percibe hoy un torrente de autocomplacencia acerca de "nuestro" éxito a la hora de inspirar la ola de democracia en "nuestras" dependencias latinoamericanas. Este tema está tratado de otro modo, y más cuidadosamente, en una revista académica por un especialista en el tema, Tilomas Carrothers, quien escribe, tal como él mismo dice, desde una "perspectiva interna", ya que trabajó en la administración Reagan en el programa del Departamento de Estado de fortalecimiento de la democracia, tal como lo llamaban ellos. Carrothers cree que Washington tenía buenas intenciones, pero reconoce que, en la práctica, la Administración Reagan buscó mantener "un orden mínimo en sociedades no demasiado democráticas" y evitar "cambios basados en el populismo", y como sus predecesores, adoptó "políticas prodemocráticas como medio de quitar presión a tentativas de cambio más radicales, pero inevitablemente buscó sólo limitados cambios democráticos de perfil bajo, que no pusieran en riesgo las tradicionales estructuras de poder de las cuales los Estados Unidos han sido durante mucho tiempo aliados". Hubiera sido más apropiado decir que "las estructuras tradicionales de poder con las que las estructuras tradicionales de poder de EE UU han estado durante mucho tiempo aliadas", y sería más exacto.
El mismo Carrothers se muestra insatisfecho con el resultado, pero describe lo que él denomina la "crítica liberal" como débil en sus fundamentos. Dicha crítica deja los viejos debates "sin resolver", dice, a causa de "su perenne debilidad". Esta perenne debilidad consiste en no ofrecer ninguna alternativa a la política de restauración de las estructuras tradicionales de poder, en este caso mediante el terror asesino que dejó unos doscientos mil cadáveres durante los años 80 y millones de refugiados, heridos y huérfanos en sociedades devastadas. De nuevo aparece TINA.
El mismo dilema aparece al otro lado del abanico político. El principal especialista en América Latina del presidente Cárter, Robert Pastor, se encuentra lejos de esta visión pacífica. Explica en un interesante libro porqué la administración Cárter tuvo que apoyar al asesino y corrupto régimen de Somoza hasta su amargo final, cuando hasta las estructuras tradicionales de poder giraron la espalda al dictador. EE UU (la administración Cárter) tuvo que intentar mantener la guardia nacional que había formado y entrenado y que estaba atacando a su población "con una brutalidad que una nación normalmente reserva para sus enemigos", escribe. Todo esto se hizo aplicando el principio TINA. He aquí la razón: "EEUU no quería controlar Nicaragua u otros países de la región, pero tampoco quería desenlaces que escaparan a su control. Quería que Nicaragua actuara independientemente, excepto (el énfasis es suyo) si esto afectaba adversamente a los intereses de EE UU". Así, en otras palabras, los latinoamericanos serian libres, libres para actuar de acuerdo con sus deseos. O sea: queremos que sean libres para elegir, a no ser que se inclinen por opciones que
no queremos, en cuyo caso nos veremos obligados a restaurar las estructuras tradicionales de poder mediante la violencia, si es necesario. Esta es la cara más progresista y liberal del abanico político.
Hay voces fuera del abanico, no voy a negarlo. Por ejemplo, hay una idea según la cual la gente debería tener derecho a "participar en las decisiones que continuamente modifican su modo de vida en lo esencial", que no vean sus esperanzas "truncadas cruelmente" dentro de u n orden global en el cual "el poder político y financiero se concentra" mientras que los mercados financieros "fluctúan erráticamente" con devastadoras consecuencias para los pobres, "las elecciones pueden manipularse", y "los aspectos negativos y otros son considerados completamente irrelevantes" por los poderosos. Estas citas están tomadas de un cierto extremista radical del Vaticano, de cuyo mensaje anual de año nuevo la prensa nacional apenas se hizo eco, y se trata sin duda de alternativas que no se encuentran en la agenda.
¿Por qué hay tal grado de consenso en que América Latina y por extensión el mundo, no está autorizada a ejercer su soberanía, es decir, a tomar el control de sus vidas? A nivel global, análogamente, es el miedo intrínseco a la democracia. De hecho esta pregunta se ha formulado frecuentemente modos muy ilustrativos; en primer lugar, en el conjunto de documentos internos de que disponemos (estamos en un país bastante libre, disponemos de un rico registro de documentos desclasificados, algunos de ellos muy instructivos). El argumento que los recorre se ve ilustrado fehacientemente uno de los casos más importantes, una conferencia hemisférica a la que EE UU llamó en febrero de 1945 de cara a imponer lo que se denominó la Carta Económica para las Américas, que constituía una de las piedras angulares del mundo de posguerra todavía vigente. La Carta hacía un llamamiento para terminar con el "nacionalismo económico (es decir soberanía) en
todas sus formas". Los latinoamericanos deberían evitar lo que se denominó un desarrollo industrial "excesivo" que compitiera con los intereses de EE UU, aunque podrían acceder a un "desarrollo complementario". Así que Brasil podía producir el acero de bajo coste que no interesara a las empresas de EE UU. Era crucial "proteger nuestros recursos", tal como escribió George Kennan, aunque ello requiriera de "Estados-policía".
Washington tuvo problemas para imponer la Carta. En el Departamento de Estado internamente se lo habían planteado a las claras: los latinoamericanos se equivocaron de elección. Estos hacían llamamientos para implementar "políticas diseñadas para mejorar la distribución de la renta y para aumentar el nivel de vida de las masas", y se hallaban en el "convencimiento de que los primeros beneficiarios del desarrollo de los recursos de un país debe ser la gente del país", no los inversores de EE UU. Esto era inaceptable, por lo que el ejercicio de la soberanía no podía permitirse. Pueden ser libres, pero libres para hacer las elecciones correctas".

2 comentarios:

Daniela Godoy dijo...

Muy bueno.
Desde el inicio de la vida de las repúblicas independientes, estos intereses de Inglaterra y luego, de EEUU -salvo en el caso de México, que de entrada sufrió su vecindad- aliados a los de la clase dirigente signaron los caminos en Latinoamérica. Cada desvío se pagó carísimo.
El argumento por eso del respeto a la "autodeterminació de los pueblos" resulta una mentira avalada por los organismoa internacionales en los que se juega a que los países están en pie de igualdad pero hay un grupo privilegiado que es "más igual" que los otros (Consejo de Seguridad de la ONU) por ejemplo.

Sergio Villone dijo...

En la edición de esta semana de Veintitrés se publica una entrevista de Tariq Ali a Oliver Stone que se relaciona con el post y tu comentario, Daniela.
Acá va el link: http://veintitres.infonews.com/nota-4125-sociedad-La-historia-oculta.html

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