domingo, 22 de enero de 2012

Los que se quejan de los escraches escrachan

Los tienen constantemente en la mira. No se bancan que sea una de las mejores armas del "régimen" (concepto al cual aman porque les trae reminiscencias cubano-coreanas, algo así. Corea del Norte, eh... Claro) para vehiculizar valores e ideas al ciudadano común. Por eso los estigmatizan como vendidos al Diablo, corruptos que nos afanan la plata de todos y/o panqueques que cuando el kirchenrismo desaparezca virarán a otro lugar. Peor es cuando observan que el blanco lo hace por convicción: no pueden procesar ese accionar, ellos que todo lo hacen por un interés rentado... Ellos que quedaron anclados en épocas en las cuales las convicciones ideológicas eran parte del fin de la Historia. Ellos que creyeron triunfar.
Entonces Clarín pasa lista, cual sargento de la cuadra, a ver qué famoso renunció a los subsidios, escrachando a los que no, aunque no esté seguro: "Los que renunciaron son : Soledad Silveyra, Alejandro Dolina, Pacho O´Donell, Lito Cruz, Guillermo López, David Nalbandian, Héctor Larrea, Carla Conte, Paula de Luque, Pato Fillol, Ignacio Copani, Daniel Santoro, Carlos Retegu, Guillermo Andino. Los que no figuran en la lista, la Tigresa Acuña, Teresa Parodi, “Pachu” Peña, Hugo Arana, Susana Cart, Rafael Ferro, Iñaki Urlezaga, Esther Goris, Cecilia Rossetto, Arturo Bonín, Alejandro Awada, Víctor Laplace, Andrea Pietra, Antonio Birabent y Rita Cortese. Pueden no figurar porque perdieron el subsidio directamente u otras razones".
Entonces La Nación le aplica la letra K a un músico que se identifica con un proyecto político y trata de defenestrarlo ya no sólo con los lugares comunes nombrados en el primer párrafo (todos fabricados por la mente afebriada de la eterna Doña Rosa neustadiana) sino principalmente con sus antecedentes montoneros familiares. Semejante linaje es imperdonable en la cosmovisión mitristaconservadora, que llega a la extrema banalización: "El propio Boudou contó una vez que, cuando se le ocurrió el proyecto de reestatizar los fondos jubilatorios -esa idea que tanto rédito político le otorgó a los ojos de la Presidenta-, adquirió la inspiración necesaria escuchando a su amigo Manu, en "Donde Vamos", mientras se preparaba un gin tonic, en su piso de Puerto Madero". Y ahí nomás viene el mazazo tefloneril que entiende que si fuera músico opositor no estaría malgastando el dinero público: "Es justo decir que la Mancha no está sola en su alineamiento con el oficialismo. Una gran parte del rock argentino encontró en la gestión de Cristina Kirchner la sintonía, las acciones, las medidas -y también, claro, el dinero: el gobierno nacional paga por show hasta tres veces más que el gobierno porteño-, que impulsaron a muchos de sus stars a respaldarlo públicamente. Un fenómeno político que fue generando el extraño fenómeno del rock oficialista".
Para el final, rocía todo con un subtítulo bien efectista (Shows, cachets y sospechas) y condensador de tanto desprecio que luego es criticado cuando se vuelve en contra en simples afiches firmados por aquellos que ya no se comen más la independencia y la objetividad como el menú de los impostados defensores de intereses que se niegan a confesar. Que ni son propios.

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