miércoles, 11 de enero de 2012

Especial para Doña Rosa: para la Iglesia, hay cada vez más vagos

"El fuerte crecimiento del número de empleos que acompañó a las altas tasas de crecimiento que registró el país en la mayor parte de los últimos años benefició en mucho mayor medida a los estratos medios y altos que a la población con mayores problemas de inserción, entre la que casi no aumentó el nivel de actividad y, en cambio, se registra un nivel cada vez más alto de personas que ni tienen ni buscan trabajo.
Eso es lo que señala el último "Informe de la economía real" elaborado por la Escuela de Economía de la Universidad Católica (UCA).
"Detrás de la importante expansión del empleo asalariado formal de los últimos años se esconde un factor generador de exclusión social: la inducción a la inactividad laboral de los trabajadores menos educados", advierte el informe, que señala que ese grupo constituye un 43% de la población".
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Para más información y gráficos, ingresar al informe completo, que data de noviembre de 2011, que en una parte parece adherir a las políticas de flexibilización y precarización labroal -propias de los 90's y comienzos de los 2000- para superar los males que describe:
"Es claro que el cambio tecnológico le imprime al mercado laboral un sesgo de creciente demanda de formación. Pero también contribuyen de manera decisiva, potenciando este sesgo, el diseño de gran parte de las regulaciones laborales. El salario mínimo legal fijado en niveles elevados respecto a la productividad prevaleciente, las cargas sociales muy altas, las restricciones para la movilidad interna de los trabajadores, la rigidez en la definición de las jornadas, el régimen de despido muy costoso y la facilidad para entablar juicios laborales, inducen a las empresas a reducir la generación de puestos de trabajo de baja calificación. Ante el encarecimiento de los costos laborales, las empresas más modernas tienden a intensificar el proceso de cambio tecnológico y, con ello, a reducir las oportunidades de inserción en estas empresas de las personas con bajos niveles de educación. Esto lleva a que los trabajadores con bajos niveles de capital humano queden marginados de los segmentos modernos de la economía y de allí la “dualidad” de un sector moderno donde se emplean los más educados y un sector atrasado donde se emplean los menos educados.
El sesgo en contra del empleo menos calificado es un fenómeno profundamente arraigado en las regulaciones laborales argentinas, que se ha acelerado en los últimos años. La megadevaluación del año 2002 provocó una enorme licuación de los costos laborales de las regulaciones, tanto que en el año 2003 el salario real había caído un 42% respecto al nivel que tenía antes de la devaluación. Con semejante caída se abarató el costo de la mano de obra y se indujo la generación de empleos formales ya que los sobrecostos y restricciones eran compensados con un menor salario real. Pero a medida que el salario recuperaba los niveles previos a la crisis nuevamente comenzó a operar el sesgo contra la mano de obra menos calificada.
Este proceso, a su vez, fue potenciado por una serie de medidas de política laboral, como los aumentos del salario mínimo por encima de los aumentos de la productividad, las restricciones a la movilidad y a un uso más productivo del trabajo y -no menos importante- la expansión del asistencialismo que viene relajando la cultura del trabajo. Dicho de otra manera, para el segmento de personas con baja calificación, hoy hay pocas posibilidades de conseguir un trabajo dentro del sector formal (porque los costos laborales superan su productividad) y también hay relativamente baja predisposición (porque los ingresos que se pueden recibir del asistencialismo muchas veces son más atractivos que el salario que puede conseguir un trabajador de baja educación".

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